El paraíso perdido de San Isidro de El General. Crónica del regreso V
noviembre 29, 2013Antes les ofrezco el audio de una entrevista en Bogotá, sobre Historia de todas las cosas y mi vida en general...
http://www.ivoox.com/historia-todas-cosas-marco-tulio-audios-mp3_rf_1590034_1.html
Fue en
casa del licenciado Eduardo Rojas, bajo un techo de palma, bajo una lluvia
torrencial. Todos los allí reunidos habían leído y releído Breve historia de todas las cosas. Alguno
dijo que la había leído 70 veces. Conocían la novela de tal manera que me
aclaraban detalles confusos y explicaban y descifraban a los personajes y los
relacionaban con las personas… Yo decía: al negro Vladimiro yo lo inventé, ese
personaje no existe. Y Yoyo me replicaba. No, MT, ese personaje no lo
inventaste, ese personaje es un negro que fabricaba zapatos y se casó con una
mulata muy linda y tuvo muchos hijos: uno de ellos trabaja en la NASA.
Luego
hablaron de Tribilín, hijo de don Juan Bautista Fonseca, alias Californio el
Simple, baterista de la Orquesta Sibundoy.
--Juan Bautista Fonseca fue profesor
del colegio de Monjas donde también dictó clases tu madre, MT, y donde tú ibas
a cantar al coro para ver a las niñas de las monjas.
Aquellas veinte personas
sabían mas de mi vida que yo mismo y me conocían como si yo hubiera vivido en
San Isidro como vecino toda la vida.
La opinión fue unánime: MT, sigues siendo
el mismo de hace 45 años y alguien me dijo:
--No has cambiado nada, incluso
físicamente eres igual al muchacho de 17 años que iba a jugar básquet al Prado
Bar.
Horas antes había ido al Prado Bar llevado por mi guía José Luis Díaz
Naranjo, secretario académico de la Universidad Nacional Autónoma. Sentí que se
me salía el corazón al ver que las canchas de básquet habían desaparecido tras
una barda, que la impresionante piscina olímpica había sido cambiada por dos
pozas para niños, que la barra y el bar seguían igual que hace tantos años, y
que sobre todo, ay, el riachuelo de aguas transparentes que pasaba al borde de
la pista de baile había sido cubierto por una plancha de cemento.
El Prado
Motel y Centro Deportivo, pista de baile, sitio de reunión de los vagos que
fuimos, un autentico paraíso, había perdido su esplendor y ahora era un sitio
triste, abandonado, de fiestas equívocas y encuentros oscuros.
A lo lejos sigue
pasando el río donde me bañé de muchacho y donde perdí mis primeros sueldos
jugando a la veintiuna y donde tuve alguna aventura galante sin calzones, su
agua felizmente sigue siendo limpia (Costa Rica es una país que respeta su
naturaleza como ninguno, un país en general tan civilizado que si fumas en los
pasillos de un centro comercial te llevan preso y si no usas cinturón de
seguridad en el coche te ponen enorme multa y si manejas ebrio te quitan la
licencia para siempre… es cierto, también hay dinero malo, muchos inmigrantes
han traído dinero producto del narco y hay bodegas de coca.
En el San Isidro
de mis tiempos no había sino una iglesia, doce prostíbulos, un colegio de
monjas y un liceo, el agua limpia corría por caños abiertos a los bordes de las
calles, y ahora, hoy, se levanta en el mismo espacio una ciudad con enormes
centros comerciales, una gran autopista rumbo al sur, un hotel de cinco
estrellas y diez o doce de medio pelo…
Es casi inevitable: todo paraíso del
mundo está contaminado, San Isidro no podía mantenerse alejado del mundo).
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