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Juicio al escritor. Crónica del regreso a San Isidro de El General. Parte VI

noviembre 30, 2013



Regreso a la fiesta bajo la enramada con un fondo de lluvia torrencial: yo bebí guaro blanco para apurar ese trago de vida: veinte personas hablando de mi, de mi pasado, sobándome el lomo, diciendo que yo era para San Isidro una especie de prócer, y L, escuchando, soportando, como una belleza callada y misteriosa, y yo dije: detengamos esto, ya no quiero que hablen de mí, no más elogios, quiero que escuchen a L, ella ha vivido a mi lado 25 años, ella sabe de mí lo que ustedes saben. 
Entonces L habló: contó con serenidad lo que a nadie había contado, la escucharon en silencio. Sentí, supe que a mi lado ella había permanecido soportando una especie de alud de mierda, impávida, mientras yo me pavoneaba por el mundo, ella ha sufrido lo que nadie o casi nadie sabe, o lo que quizás solo una persona en París sabe y yo seguía y sigo avanzando por el mundo entre fanfarrias. 
Al final de su relato, que pudo durar una hora yo dije ahora quiero que ustedes, amigos, me hagan un juicio. 
Uno por uno fueron dando su opinión, todas fueron sensatas, y en unas salí bien librado y en otra quedé como una especie de monstruo de vanidad e insensibilidad, todos dieron su opinión y yo sentí que aquella noche había sido una de intenso acercamiento entre L y yo y que todo un pueblo había asistido como en un teatro de la vida a un juicio público en el que se había ventilado la vida secreta de un escritor famoso y su discreta esposa. 
L, una mujer sabia, serena, valiente e intolerante. 
MT cayó al fondo del abismo y salió, ahora sigue marchando en una especie de marcha triunfal sobre el cieno. 
L lo vio caer y desde entonces ya no cree, ya no le cree. 
Y llegó la pregunta ¿entonces por qué sigues con él? y ella respondió ésta es una etapa de la vida que hay que quemar, todo tiene un orden y no voy a violentarlo, todo llegara a su debido tiempo. 
Y yo respondí: sigues conmigo porque sabes que muy en el fondo soy completamente honesto aunque digas lo contrario. Y lo puedo decir ahora: respetaré cualquier decisión tuya: nos separamos o seguiremos juntos y eso no va a torcer mi destino como escritor, yo sé que te quiero y pienso que en verdad no eres intolerante. 
Señores, aquello resultó una especie de público programa de la señorita Laura, ¡qué pase el desgraciado a ser juzgado por un público de defensores de la familia tradicional ¡ Yo seguí bebiendo guaro y fumando y soportando con estoicismo el juicio de aquellas veinte personas, escuchando las razones de L.



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