EROS: EL APRENDIZAJE DE LA VIDA
noviembre 20, 2013Encontré en mi disco duro esta conferencia trunca, que dicté en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja, Colombia. Antes de que se pierda en las aguas del olvido la reproduzco.
Según Georges Bataille [1] "lo que diferencia al erotismo de la actividad sexual simple es la investigación o búsqueda psicológica, independiente del fin natutral dado en la reproducción y en el ansia de tener niños". Para Octavio Paz[2] "el erotismo no es mera sexualidad animal: es ceremonia, representación. El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora". Para
el poeta mexicano "el agente que mueve lo mismo al acto erótico que al
poético es la imaginación". El teórico italiano Francesco Alberoni
plantea que no hay un erotismo sino dos: el masculino y el femenino, y
dice que éstos están marcados por una diferencia bien clara: mientras
que el erotismo masculino "tiende a la discontinuidad, a la revelación
de lo diferente, de lo totalmente nuevo", el femenino busca la
continuidad, la unión estable, el contacto, el tiempo".[3]
Esos dos tipos de erotismos, plantea Alberoni, son incompletos y
necesitan de su contraparte: "La unión de lo continuo y lo discontinuo
crea la identidad y, por consiguiente, la posibilidad de crecimiento, la
tendencia a lo alto, a la perfección".
Comparto,
en términos generales, estas tres concepciones del erotismo y de ellas
saco algunas conclusiones: la idea de que el juego erótico es una
actividad en la que se busca en primera instancia el placer, en segunda
el deber y en tercera el descanso del exceso de energía que impide
dormir (aunque el orden no sea siempre el mismo); la convicción de que
el juego erótico es el modelo mismo de la poesía, en la que por medio de
la belleza se busca una significación trascendente; y la idea de que en
la mujer hay un mayor compromiso, un intento más serio, de buscarle
sentido y valor al acto erótico, mientras que el hombre tiende a ser
frugal en el amor, pues siempre parece tener la cabeza en otra parte.
Desde
mis primeros recuerdos como escritor el erotismo estuvo ligado a lo que
he escrito. La misma actividad de la escritura fue siempre para mí un
asedio erótico, es decir, el resultado de una curiosidad, de un amor, de
una pulsión hacia un tema (y mis temas en muchas oportunidades no han
sido más que mujeres). Uno de mis primeros cuentos fue un texto
truculento en el que un niño visitaba a su hermana prostituta para
decirle que su madre estaba en el lecho de muerte. Recuerdo que en ese
entonces mi madre me preguntó que por qué no escribía sobre las glorias
del mundo y no sobre sus miserias. Luego escribí un cuento que llamé
"Clemencia ojos de cierva" en el que narraba el acoso de toda una
familia en torno a una sirvienta hermosa e inocente, que terminaba
sucumbiendo ante el embate de los jóvenes machos de la familia. El
erotismo de ese cuento podría clasificarse en dos tipos, netamente
diferenciados: el erotismo morboso
de los hermanos, y los juegos, casi infantiles y seudoeróticos, del
narrador del cuento. (Leer desde pag. 212 hasta el final).
No
es un secreto digno de ocultarse que este relato y otros surgieron casi
en bruto de la materia prima de mi vida. El papel represor de la
religión cristiana, que dominó laxamente mis primeros años, contribuyó a
crear un misterio en torno al acto erótico, basado en la prohibición; y
el papel propulsor fue proporcionado por la presión social de los
compañeros de edad, para quienes no era macho quien no estuviera
iniciado en los deleites del amor del cuerpo. Casi
siempre estuvo separado el concepto de amor de la práctica del
erotismo. Los juegos con las novias nunca incluían trasgresiones que
involucraran el sexo. Toda sexualidad estaba ligada, ya sea a las
prostitutas o a las sirvientas, que fueron las maestras del amor o las
víctimas de mi generación.
Mis
primeros acercamientos al erotismo fueron favorecidos por la abundancia
de prostitutas en un pequeño pueblo de Costa Rica llamado San Isidro
del General, donde pasé mi adolescencia. Mi cuerpo manifestó sus
urgencias gracias a la contemplación de una joven sirvienta, que luego
serviría de modelo para Clemencia. Sólo contemplación me fue dada con
Clemencia, pues muy adelante en la carrera del erotismo se hallaba mi
hermano mayor, que se llevaba la primicia de casi todas las mujeres,
jóvenes o viejas, que llegaran a una casa donde no había amo, sino una
madre que siempre estaba ausente, en busca del sustento para la familia.
Mi
iniciación en el contacto real con las mujeres se llevó a cabo en El
Barco del Amor, un prostíbulo no muy elegante, en el que una prostituta
joven, vestida de mexicana, se tendió en un rústico lecho de tablas,
levantó las enaguas, se despojó del calzón y dijo vénganos en tu Reino.
Con más susto que placer terminé mi efusión y tras el acto salí lleno de
confusión, preguntándome si aquello era todo, si ese vértigo sin
límites precisos era el paraíso que tantos amigos y tantas lecturas me
habían prometido. Ya por entonces había leído la versión no expurgada de
Las Mil y una Noches, con su erotismo juguetón, y los trópicos
de Miller, con esa versión destructiva y machista del sexo. Vale la pena
aquí citar un párrafo del libro El amor y Occidente[4],
en el que hallo una caracterización algo rústica del concepto de la
mujer que manejaba Miller y que según el francés, coincidía con los
conceptos de Lawrence y Caldwell:
Ya estamos hartos de sufrir por ideas, ideales, pequeñas hipocresías idealizadas y
perversas en las que ya nadie cree. Habéis hecho de la mujer una
especie de divinidad coqueta, cruel y vampiresca. Vuestras mujeres
fatales, vuestras mujeres adúlteras, vuestras mujeres resecas de virtud
nos han quitado la alegría de vivir. Nos vengaremos de vuestras
"divinas". La mujer es antes que nada una hembra. La haremos arrastrarse
sobre el vientre hacia el macho dominador. En vez de cantar la
cortesía, cantaremos las astucias del deseo animal, el imperio total del
sexo sobre el espíritu. Y la gran inoocencia bestial nos curará de
vuestro gusto por el pecado, esa enfermedad del instinto genésico. Lo
que llamáis moral es lo que nos hace volvernos malos, tristes y
vergonzosos...
El
párrafo no da cuenta cabal de la concepción del amor y del sexo de
Miller, pero sirve a grandes rasgos para caracterizar una actitud frente
a las mujeres, que coincide en mucho con el machismo tan dominante en
los tiempos de mi pubertad y adolescencia.
A
los catorce o quince años de edad yo tenía una olla de grillos en la
cabeza, en la que amor, sexo, erotismo, hombría, no eran más que
palabras que ocultaban la efercescencia de mi cuerpo y, lo más terrible,
de mi imaginación. Ni siquiera el paso de los años ha logrado acallar
este escándalo interior, y lo más reciente de mi larga investigación me
ha llevado a querer escribir con narradores femeninos. Muchísimos años
me llevó ligar el amor y el sexo, muchas mujeres, lecturas y
equivocaciones.
La
experiencia de vivir en San Isidro del General no me marcó de la manera
sórdida en que haría suponer el primer cuento de la prostituta y la
madre muerta, sino que dejó en mí secuelas jocosas. Gracias
al hecho de vivir en aquel pueblo, en el que el convivir con las
prostitutas era asunto de todos los días, fue que pude escribir una
novela como Breve historia de todas las cosas en la que hay un
mundo de alguna manera doméstico, donde el sexo y el erotismo eran el
pan de cada día y cada uno de los personajes lo consigue de la mejor
forma posible. Veamos cómo satisfacían sus ansias eróticas los presos de
la cárcel de San Isidro (leer página 43 y 44)
En el libro Cuentos para después de hacer el amor
inicio la exploración del erotismo como tema dominante en mi
literatura. En el cuento "Viaje Compartido", incluido en este libro, se
da una visión caricaturesca de las trasgresiones del cuerpo y de los
atrevimientos de la imaginación. El narrador habla con su esposa, que
permanece callada todo el tiempo, y le relata su primera escapatoria,
desde el mundo de lo cotidiano (la casa, la iglesia, el trabajo) al
mundo de la farándula, el strip tis y el erotismo hecho público. La idea
del erotismo como un deber, que sustenta el narrador, y que se basa en
una práctica cotidiana
fundamentada en los mandatos de la religión cristina, se ve vapuleada
por el descubrimiento de que el erotismo puede ser una actividad
compartida y muy emocionante, un juego peligroso en el que se pone en
cuestión la capacidad que tiene el hombre de ejercer su libre albedrío,
es decir, su imaginación.
El
origen de este cuento puedo rastrearlo en el hecho de haber conocido a
una persona muy similar a la del cuento: un hombre extremadamente
religioso, entregado a las rutinas de su trabajo y su familia, tan
adicto a los horarios, que, supuse, el día que viera rota su rutina, con
seguridad tendría una crisis de valores. Lo que hice para convertir a
esta persona en personaje, fue sacarlo de su contexto familiar y
colocarlo en el Teatro Blanquita de Monterrey, donde convive en una gran
fiesta de la carne el pueblo y todo se convierte en carnaval que
desfila por un escenario: vedetes, comediantes, desnudistas, acróbatas.
Un público compuesto por obreros, albañiles, estudiantes, oficinistas,
se entrega al relajo más total, todo ello dentro de unas normas de orden
desordenado o de desorden ordenado. (leer desde página 54 hasta el
final)
"Arrepiéntete
pecador", del mismo libro nos presenta un romance, casi exclusivamente
erótico, entre un profesor universitario maduro, y una joven estudiante
de sociología. La típica situación del hombre que no quiere
comprometerse y de la mujer intelectual liberada, se desarrolla mediante
una serie de encuentros eróticos en los que el hombre no logra, de
ninguna manera, satisfacer a la mujer. Esta situación tan contemporánea,
en la que ni uno ni otro personaje quieren involucrarse en una relación
que incluya afecto o documentos, se torna patética, cuando comienza a
desarrollarse una necesidad mutua.
El erotismo, libre de afecto o incluso amor, resulta ser una impostura,
en la que se falsea no solo la situación actual, sino la misma
personalidad de los involucrados (leer cursivas de pag. 109)
En la novela Los placeres perdidos
se da una situación diferente. Nos encontramos con un protagonista,
Adolfo Montaño Vivas, cuya característica fundamental es la inocencia,
característica que se halla matizada por una imaginación poética. Aquí
se intenta dar una versión del erotismo, en la que el amor y el arte se
hallan íntimamente asociados. La novela se desarrolla en base al intento
de corrupción que toda la sociedad que lo rodea ejerce sobre la
humanidad de este personaje. (Leer el inicio, pag 134, 135 hasta 142,
150, 160).
Otro
acercamiento al erotismo, este sí caricaturesco en extremo, es el que
se da en "Amor contra natura", cuento en el que un rinoceronte se
enamora de un helicóptero. Los papeles de la hembra etérea y del macho
dominado por pulsiones fundamentalmente fisiológicas, son parodiados, en
una especie de fábula sobre la mezcla de los reinos de la biología y de
la tecnología. (Leer p. 13 y 14)
El erotismo conyugal, tema no muy frecuente en la literatura latinoamericana, especialmente cuando es tratado por hombres, aparece
en el cuento "La noche de Aquiles y Virgen", en el que se retrata una
pareja de lo más convencional, que en el campo de batalla de las plumas,
se transforman en un par de heroes casi mitológicos. (Leer desde página
191 hasta inicio cuento porno...)
En
este mismo cuento, se incluye un ingrediente muy importante de la
ficción erótica, como es el contar una historia dentro de la narración
básica. Se da pues un erotismo en un grado menor, que es el que
desarrollan Aquiles y Virgen, y un erotismo en grado mayor, que linda
con la pornografía. Este erotismo en grado mayor se halla en el cuento
pornográfico que le cuenta Aquiles a su esposita Virgen: (Leer de pag. 198 hasta el final).
La función del cuento pornográfico es crear una mediación, aplazar el final del juego, para elevar la tensión erótica.
El
expediente del aplazamiento es el peón cuatro rey de la jugada erótica,
gracias a él se hace necesario el trabajo de la imaginación, con ella
entra en el campo del amor el arte del buen amante, que suple con otras
armas lo que el cuerpo se empecina en rendir apresuradamente. Que el
erotismo es un trabajo no hay duda, y lo sabe muy bien quien está casado
y tiene que luchar contra la rutina. Sin imaginación no hay emoción, no
hay tensión, no hay arte, no hay complicidad, elementos básicos de la
actividad camestre compartida.
El
símbolo de la espada, como mediadora entre los cuerpos, es bien sabido,
representa la distancia que hay en una pareja, que por algún
impedimento, no puede consumar el acto erótico. Al respecto vale la pena
mencionar el estudio de Denis de Rougemont, en El amor y occidente sobre
el mito de Tristán e Isolda. La separación de los amantes y el hecho de
no consumar el acto es lo que conforma la tragedia: Isolda pertenece al
rey y, aunque esté enamorada del caballero Tristán, no podrá consumar
su amor. Este espacio, esta ruptura de la relación, es precisamente la
que establece una diferencia tajante entre el erotismo y la pornografía:
el el erotismo siempre habrá un más allá inalcanzable, un misterio, una
nebulosidad, un hoyo negro, mientras que en la pornografía todo se
reduce a una aburrida e interminable trasgresión de todas las
prohibiciones.
El
amor incluye, quierase o no, un respeto mutuo, una adoración casi
sagrada del cuerpo y del alma y si en alguna circunstancia se vulnera
este respeto y se rompen los límites de una pareja, rebasando el nivel
del erotismo y entrando en el de la pornografía, hay un replegarse, un
arrepentirse, un disfrutar de la parte diabólica que todos los seres
humanos tenemos, para luego regresar al dominio de la parte divina. Al
respecto tengo un cuento inédito, cuyo título provisional es "El amor y
los espejos" en el que relata la entrada de una pareja en el territorio
de lo que es para ellos nefasto: la contaminación del alma por medio del
cuerpo. La historia relata la llegada de una pareja a la habitación de
una casa de huéspedes en la que hay un enorme espejo. Este espejo
impulsa a la pareja a hacer lo que nunca han hecho: (Leer felación de
cuento)
El
gusto de los hombres maduros por las niñas aparece en varios textos.
Uno de ellos, llamado "Cantar de niñas" o "Fruta verde" es un cuento
breve en el que se plantea la relación entre una Lolita y un hombre en
términos casi estrictamente románticos, pero en el que se anuncia que la
pareja está dispuesta a esperar que la naturaleza desarrolle la
relación hasta el final. En otro texto, de orden jocoso, utilizo una
especie de épica erótica más que amorosa. Se trata de "Las aventuras del
Doctor Amóribus", incluidas en la novela Las noches de Ventura.
Uno de los episodios de esta novela dentro de la novela desarrolla la
relación entre una jovencita y un hombre que se ostenta como Consultor
erótico y sentimental. El Doctor Amóribus es una especie de Doctora
Corazón, que resuelve problemas a mujeres, generalmente hermosas y
jóvenes, con las que termina haciendo el amor y, para su desgracia, de
las que termina enamorándose. "Ranita" es el apodo del personaje que es
puesto en manos del Doctor Amóribus para su tratamiento: (Leer inicio y
partes seleccionadas).
La novela Las noches de Ventura
está formada por un contrapunto entre la vida "real" del protagonista y
lo que él inventa al escribir las aventuras del doctor Amóribus. La
parte más álgida de la novela explora los arcanos de la fellatio,
actividad a la que está muy acostumbrada planteramente Bárbara
Bláskovitz, amante titular del protagonista Ventura, un escritor algo
desaforado en cuanto a sus proyectos literarios y en cuanto a sus
prácticas eróticas. (Leer fragmentos de fellatio BB). La obra comienza
precisamente en el momento en rel que la relación entre Ventura y BB.
inicia su declinación (Leer fgto.).
[4] El amor y Occidente, Denis de Rougemont, Editorial Kairós, 1973, Barcelona.
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