Regreso a San Isidro de El General, el pueblo de mi Historia de todas las cosas
enero 13, 2014
Octubre de 2011. Crónica de mi regreso al pueblo de Costa Rica donde viví mi adolescencia y sobre el que escribí mi novela Historia de todas las cosas.
Como recuerdos enquistados sigue habiendo en San Isidro algunos lugares que fueron claves en mi vida: el Prado Bar, El Bar Tico, donde conocí el terror de los primeros placeres, el Liceo Unesco, la Escuela Normal.
Primera conferencia en Pérez (otro nombre que se le da a San Isidro)
En un enorme auditorio había unas cincuenta o cien personas que escucharon mis palabras como quizás ningún otro público del mundo podría hacerlo. Yo convertí hace 35 años a aquel pueblo polvoriento, San Isidro de El General, en una ciudad literaria que visitaron lectores de Argentina, Colombia, España y otros países; yo escribí sobre sus padres, pinté a sus mujeres, a sus locos, a sus iluminados, yo calumnié a muchos, yo me reí de los profesores e insulté a algunos y exalté a otros. Ahora, cuarenta años después de mi salida de San Isidro, he regresado con treinta o cuarenta kilos de más, con cuatro décadas agregadas a mi humanidad.
Cariño inmenso sentí de aquellas personas que me escuchaban con fervor. Ellos me recordaban a mí, yo a ellos, era como si nunca me hubiera separado de mis sanisidreños, como si en lugar de haberme ido a Colombia, Estados Unidos, México, hubiera permanecido sentado en el parque, hubiera seguido jugando mejengas de basquetbol en el Prado Bar y siguiera añorando siempre una mirada de las hijas de doña Lala, las cuatro mujeres más bellas que se pueda imaginar, hijas de Pinga de Oro.
Por la noche volvimos a comer arroz con pollo y tuvimos una hermosa noche, una noche memorable y significativa. L, mi máneger, mi esposa, había escuchado mi conferencia sin el gesto de escepticismo que habitualmente usa en mis presentaciones. Ella ha escuchado mis historias mil veces y le sucede lo que le sucede a Mercedes Barcha cuando escucha (cuando escuchaba) a García Márquez: no le hacen gracia.
De alguna manera el hecho de que L visite conmigo mi pasado la estaba haciendo comprender lo que yo soy. Por lo menos eso espero.
Octubre de 2011. Crónica de mi regreso al pueblo de Costa Rica donde viví mi adolescencia y sobre el que escribí mi novela Historia de todas las cosas.
Como recuerdos enquistados sigue habiendo en San Isidro algunos lugares que fueron claves en mi vida: el Prado Bar, El Bar Tico, donde conocí el terror de los primeros placeres, el Liceo Unesco, la Escuela Normal.
Primera conferencia en Pérez (otro nombre que se le da a San Isidro)
En un enorme auditorio había unas cincuenta o cien personas que escucharon mis palabras como quizás ningún otro público del mundo podría hacerlo. Yo convertí hace 35 años a aquel pueblo polvoriento, San Isidro de El General, en una ciudad literaria que visitaron lectores de Argentina, Colombia, España y otros países; yo escribí sobre sus padres, pinté a sus mujeres, a sus locos, a sus iluminados, yo calumnié a muchos, yo me reí de los profesores e insulté a algunos y exalté a otros. Ahora, cuarenta años después de mi salida de San Isidro, he regresado con treinta o cuarenta kilos de más, con cuatro décadas agregadas a mi humanidad.
Cariño inmenso sentí de aquellas personas que me escuchaban con fervor. Ellos me recordaban a mí, yo a ellos, era como si nunca me hubiera separado de mis sanisidreños, como si en lugar de haberme ido a Colombia, Estados Unidos, México, hubiera permanecido sentado en el parque, hubiera seguido jugando mejengas de basquetbol en el Prado Bar y siguiera añorando siempre una mirada de las hijas de doña Lala, las cuatro mujeres más bellas que se pueda imaginar, hijas de Pinga de Oro.
Por la noche volvimos a comer arroz con pollo y tuvimos una hermosa noche, una noche memorable y significativa. L, mi máneger, mi esposa, había escuchado mi conferencia sin el gesto de escepticismo que habitualmente usa en mis presentaciones. Ella ha escuchado mis historias mil veces y le sucede lo que le sucede a Mercedes Barcha cuando escucha (cuando escuchaba) a García Márquez: no le hacen gracia.
De alguna manera el hecho de que L visite conmigo mi pasado la estaba haciendo comprender lo que yo soy. Por lo menos eso espero.
De alguna manera el hecho de que L visite conmigo mi pasado la estaba haciendo comprender lo que yo soy. Por lo menos eso espero.
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