Temporal, nueva novela de Tomás González
enero 30, 2014
Me permití tomar de Facebook esta reseña hecha por Benhur Sánchez, gran novelista colombiano, sobre la novela más reciente de un colombiano que ha publicado una serie de novelas conmovedoras que están teniendo gran éxito en Colombia y Europa.Tomás González
Benhur Sánchez
Con muchas reminiscencias convocadas por la lectura de las novelas clásicas “El
viejo y el mar”, de Ernst Hemingway, y “El corazón de las tinieblas”, de Joseph
Conrad, atravesé con ansiedad la novela “Temporal”, reciente obra de Tomás
González, uno de los escritores colombianos con más éxito en librerías en los
últimos años.
Recomiendo su lectura por dos razones. La primera, por su manera de explorar en
profundidad en la condición humana y hacer explícito su pensamiento, en un
alarde de técnica literaria.
Mientras se dialoga se piensa y estos dos estados fluyen haciendo crecer el
interés por el desarrollo de la trama.
La trama, en realidad, es el odio mutuo que se profesan el padre y los hijos,
cuyas causas el lector encuentra en las sutilezas de la historia.
La segunda razón por el manejo del lenguaje. Por encima de las vulgaridades
coloquiales que hablan y sienten los personajes, y que abundan a lo largo de la
obra, es un lenguaje diáfano, transparente, apropiado a sus condiciones de
vida. La narración fluye sin cortapisas por sus páginas.
El lenguaje poético de la madre, por ejemplo, y el lenguaje vital, soez e
irreverente, del padre y de los hijos. El del narrador y los monólogos certeros
de los otros testigos de la historia.
Las relaciones entre padre, hijos y la madre son el retrato de una sociedad que
oscila entre la descomposición de sus estructuras más preciadas del pasado y el
nuevo orden, brutal y desconsiderado, que impone el mercantilismo, la
globalización y la sociedad de consumo.
Pocos lectores, pienso yo, pueden negarse a la identificación que les llega con
situaciones y personajes, escenas y lenguaje, en ese tire y afloje entre la
realidad y la ficción.
El eje son las vidas dramáticas de la madre (loca), el padre (intolerante) y
los hijos (drogadictos), mientras que los demás, al fin de cuentas turistas,
sirven para confirmar la condición humana de los protagonistas.
Sin embargo, son perfiles perfectamente delineados, reconocibles, que no por
ser accesorios dejan de plantear su conducta con la suficiente claridad de lo
que son y representan en la sociedad.
Con gran acierto Tomás González usa de la expectativa, hace crecer la historia
y siembra en el lector la ansiedad por encontrar la solución al drama
planteado.
Y así como el mar se embravece y ruge con la tormenta, así el mar interior
confirma la condición de odio del hombre, nacida de la ignorancia y la altivez,
de la terquedad y la intolerancia.
El mar en su grandeza, como telón de fondo, continúa abanicando la playa con
sus olas, mientras el hombre, en su pequeñez, confirma su capacidad de odio.
Nos lo enseña la literatura.
Mi columna en El Nuevo Día, Ibagué, miércoles 29 de enero, 2014.
http://mistercolombias.blogspot.mx/2010/11/con-tomas-gonzalez-en-coney-island.html
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