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Trancapalanca, de Elmer Mendoza

enero 04, 2014

Breve nota sobre el libro de cuentos Trancapalanca, de Elmer Mendoza (Tusquets, 2013)

El primer cuento, “Querido Julio”, asocia los lances de una corrida de toros con la muerte de Julio Cortázar. Aparte del juego lingüístico no le hallo gran valor. El segundo texto, “El caso de Marlene Stamos” es una especie de esquema  de crimen y solución en base a enumeraciones. Se apela en este texto a la complicidad de un lector que debe saber algo que yo, por lo menos yo, no sé. Hay una alusión a detectives literarios famosos, lo que le quiere dar al texto una especie de prosapia. Insuficiente.

“Eutanasia” es un cuento que bien habría podido firmar Monterroso: lo digo por lo bien logrado, por lo breve y bien escrito, no porque le encuentre gran influencia. Monterroso escribía de forma clásica, es decir, correcta, y eso lo hacía inigualable por convencional. Monterroso escribía de forma tan simple que parecía demasiado fácil; cualquiera lo entiende: gran mérito.

“Eutanasia” cuenta la historia de un escritor que dedica la mayor parte de su vida a dormir y a  soñar con que escribe, lo que le basta para llegar a las puertas del Nobel (no sé por qué se me ocurre que hay en este texto una especie de vergonzante confesión de Elmer, a quien le han ido llegando los premios y honores de forma diría irresponsable: el destino lo eligió para la gloria y él se ha dedicado a dormir). Hay una frase en latín que me encanta lucir: Quandoque bonus dormitat Homerus  (espero que esté bien escrita): lo que significa que hasta el mismo Homero a veces se dormía y metía las patas. Y esta frase me lleva un poco a la carrera de Elmer: tras una novela magnífica, Balas de plata, que le hizo merecedor del Premio Tusquets, me da la impresión que  se ha relajado y está publicando más por cumplir con el editor que por obedecer a su mandato interior de escritor serio. (O quizás el asunto sea simplemente que yo no entiendo su proyecto narrativo. En más de una oportunidad le he oído decir a Elmer con respecto a su literatura: Yo me sé mi cuento).

“Merzapoyera” es la narración escrita, desde la conciencia de un fondista, de la carrera de 10 000 metros de Juan Antonio Chávez, el gallito mexicano, que pretende derrotar a Abebe Bikila, el súper campeón etíope. Buen manejo de la tensión, agradable, previsible.

“Más valen mitómanos por conocidos”: un retazo de vida, dos personajes, un asesinato. Se nota el intento de crear una forma nueva de escribir en la que el juntar palabras, el eliminar signos de puntuación, el relacionar tiempos y espacios diversos, pretenden configurar una poética personal.

“Mímesis” en su esfuerzo por ser original se vuelve incomprensible. Parece hecho de brochazos inconexos.

Si el libro vale lo que cuesta es por el cuento “La solución”, en el que a Elmer Mendoza, detective-protagonista, se le encomienda matar al más peligroso capo de la droga en el norte de México: sentido del humor, frases lapidaras, agilidad, un final bastante efectivo: todo lo tiene este texto, que en verdad vale la pena. Aquí tenemos al mejor Elmer Mendoza, que, después de todos los experimentos anteriores –altamente intrascendentes, aunque ingeniosos, graciosos y a veces medio pendejos o engañapendejos-  logra cristalizar una breve cuento maestro.

“Peras o manzanas”: es más lo que tiene que imaginar el lector que lo que se cuenta: se sugiere que un hermano va a matar al marido de su hermana. No hay razones ni desarrollo alguno, sólo pinceladas, esbozos.

Luego viene un texto en el que a un boxeador se le muere la madre de cáncer: agilidad, de nuevo fuegos de artificios, poco encuentro de rescatable, hay manejo de lugares comunes, de dichos y refranes, facilismo.

“Restaurante de camioneros” es un magnífico cuento de terror que me hizo pensar en las novelas de Stephen King: una mujer inerme, un macho trailero persiguiéndola, un asesino armado acechando, un excelente final. Demostración de que cuando Elmer se permite un aliento de convencionalidad y abandona su necesidad de impresionar al lector con fuegos artificiales estilísticos es un narrador de primera.

“La paga del asesino”: retazos de un secuestro y un rescate. De nuevo Elmer espera que el lector complete el cuento con su imaginción y casi sin indicios.

“Hombres que sueñan números” es una anécdota simpática que involucra número de lotería.

El resto del libro incurre en las insuficiencias y defectos antes señalados.

Ojalá esté equivocado en mis apreciaciones y que algún crítico le encuentre los méritos que no supe hallarle a este libro.

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