La insignia y otros relatos geniales de Julio Ramón Ribeyro

mayo 30, 2015

Universidad Veracruzana, Colección Ficción, 2014

Juan José Barrientos ha reunido una antología de cuentos de Julio Ramón Ribeyro. A ella antecede un breve prólogo en el que se rastrea el origen de los cuentos, que tienen el calificativo de “geniales” en el título: La insignia y otros relatos geniales  (Universidad Veracruzana, Colección Ficción, 2015).  Quizás el adjetivo “geniales” pueda parecer excesivo, pero en mi opinión está bien colocado. “Una aventura nocturna”, por ejemplo levanta el edificio de una ilusión en la mente de un fracasado  y hacia el final la destroza, como una maceta de terracota contra el suelo;  en “El banquete” el eterno mediocre de la clase política, se encuentra por una vez en la vida con la posibilidad de ascender vertiginosamente. De nuevo el triunfo imaginario, en el que el mediocre ha invertido toda su fortuna, se estrella contra una contingencia imprevisible.  En “la insignia” por el contrario, un hombre asciende continuamente hasta alcanzar la cima de una organización. Triunfo aparente, que oculta el fracaso: el hombre nunca entiende qué es esa organización, para qué sirve, qué sentido tiene.  
“Por las azoteas”, “Los merengues” y “Los eucaliptos”, tres textos leves, anecdóticos, evocaciones de infancia, son agradables pero ya me hacen dudar de que el título de “Cuentos geniales” sea acertado: me parecen intrascendentes. Ribeyro tiene infinidad de cuentos mejores. La prueba de ello es el siguiente texto, “Dirección equivocada” que utiliza el esquema clásico de atar una línea de tensión –la búsqueda de un deudor largamente moroso- y desembocar en un final sorpresivo y simpático.
A partir de este cuento ya se puede casi generalizar: Ribeyro es un cuentista convencional, es decir, clásico, que obedece las leyes inamovibles del cuento-cuento, el cuento agradable, en la líneas de Maupassant y Chéjov, sin meandros experimentales de Cortázar, por ejemplo.
“Sólo para fumadores” es otro de los textos memorables de este libro. En él se unen inextricablemente el acto de fumar y el progreso de la vida del escritor Ribeyro, que ve su vida ligada a una serie de marcas y nacionalidades de cigarrillos, a los que recurre en los actos más nimios o fundamentales de su existencia, llegando al extremo de no poder abrir cartas importantes si antes no ha fumado un pitillo. “Escribir es un acto complementario al placer de fumar” se convierte en la divisa de Ribeyro. Este texto es sin duda un clásico, que no se deben perder los empedernidos aficionados al tabaco, y que sirve de defensa, ataque, justificación, disculpa, a los aficionados tragar humo y a embrear sus pulmones.
En los textos de Ribeyro es fácil diferenciar lo que clásicamente se llama cuento de lo que es un relato. Relatos son “Sólo para fumadores”, “La tía Clementina” y “La casa en la playa” que se permiten divagar, que no tienen un final preconcebido o preciso que cierre con efectividad y hasta sorpresa. En general los relatos están ligados a vivencias del escritor, que se cuentan de manera directa, con buena dosis de humor y filosofía. Algo que caracteriza a Ribeyro, tanto en los cuentos como en los relatos, es la amenidad, la falta de solemnidad y el vivir leve sin grandes ideas, sin aspiraciones trascendentalistas. No aspira a la obra de arte, lo que lo acerca más a la cotidiana y feliz simplicidad de los textos de Chajov.
Que si son geniales… En realidad no importa. Se disfrutan sin que se encuentre en ellos baches de aburrimiento. Lo que hace pensar en una vida bien vivida y bien escrita.




                                                

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