Sergio Cordero, el poeta contra todo

febrero 24, 2018


Entrevista con Sergio Cordero
             
            Eligio Coronado
Monterrey.- Sergio Cordero nació en Guadalajara, Jalisco, en 1961. En esa ciudad, asistió al taller de literatura coordinado por el doctor Elías Nandino. Es Licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León y cuenta con un posgrado en Docencia por la Universidad de Monterrey. Fue becario de INBA / Fonapas en poesía (1982-1983), del Centro de Escritores de Nuevo León en narrativa (1987-1988) y de El Colegio de México para el doctorado en Literatura Hispánica (generación 1990-1993).
   Vive en Monterrey desde 1984. En esta ciudad y en Saltillo, ha coordinado talleres literarios de creación, crítica y traducción. De 1984 a 1992, escribió crítica literaria, traducciones de poesía y entrevistas con escritores para el suplemento cultural Aquí Vamos del periódico El Porvenir.
   En Monterrey, ha sido fundador y editor de las revistas independientes Efímera (1994 y 2015-2016) y A máquina (1996-1997). En Saltillo, fue subdirector de la hoja literaria La Terquedad (1995 y 1998-2000) y estuvo a cargo de la revisión y diseño de la revista ¡Agárrense! (2001-2002), ambas editadas por el narrador Jesús de León.
   Entre 2004 y 2010, colaboró en la revista regiomontana Posdata. Formó parte del equipo de la revista literaria La Humildad Premiada (2003-2014) de la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades de la Universidad Autónoma de Coahuila. Fue colaborador frecuente (1999-2015) de la Gazeta del Saltillo, órgano de difusión del Archivo Municipal de dicha ciudad.
   Poemas suyos fueron traducidos al francés («La poésie mexicaine. Anthologie» por Claude Beausoleil, Écrits des Forges / Le Castor Astral, Ottawa, 1989) y al inglés («Palabras en vuelo II. Selección bilingüe de poesía nuevoleonesa» por Leticia Damm de Gorostieta, Conarte, Monterrey, 2008). Sus aforismos los tradujo al italiano Fabrizio Caramagna y, a partir del 13 de diciembre de 2011, aparecen en la página de internet aforisticamente.com.
   Su obra poética se compone de los siguientes títulos: «Testimonios del día» (1983), «Vivir al margen» (1987 y 2012), «Oscura lucidez» (1996 y 2016), «Luz cercana» (1996), «Sonetos familiares» (2001), «Toda la lluvia. Antología personal» (2004), «22 poemas» (2008), «Enemigo interior» (2008) y «El púrpura ñu. Versiones de poesía 1985-2015» (2015). También publicó los volúmenes de ensayos «Jorge Cuesta: viaje poético de la inteligencia» (1981), «Escrito en el noreste y otros textos sobre literatura regional» (2008), «Crítica en crisis» (2011) y «La crítica literaria» (en el libro colectivo, coordinado por Miguel Covarrubias, «Biblioteca de las Artes de Nuevo León / Tomo I / Literatura», 2013), los cuadernos de aforismos «Insomnios» (1997) y «Cincuenta insomnios» (2014), la novela «Hermano Abel» (2000), el guión para cine «Del cuento al guión. El perro tendrá su día» (2000) y el volumen de relatos «Los ojos de Anya» (2002). En colaboración con Jesús de León, escribió las piezas teatrales «Vender la tierra, comprar el viento» (1993) y «Casa con dos puertas» (1993).

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¿Cómo escribes?
Escribo sentado ante mi escritorio, con bolígrafo o lápiz; luego transcribo el texto a máquina (sí, aún la uso) y sólo hasta el último borrador recurro a la computadora. Rara vez escribo directamente en ella, sólo si se trata de textos periodísticos como éste.

¿De qué otro modo escribiría?
No conozco a nadie que escriba caminando parado de manos sobre la cuerda floja y sosteniendo una pluma de dodo entre los dientes.

¿Por qué escribes?
En esos aforismos míos que he llamado “insomnios”, hay uno que dice: “La imaginación es el juguete de los que no tienen nada, ni a nadie”. Como los niños que aparecen en las películas Cronos y Mimic, durante mi infancia también me encerré en mí mismo y, como la niña de El laberinto del fauno, me refugié en un mundo imaginario —todo, para escapar de un entorno sórdido o amenazante. La literatura me permite seguir ejerciendo, en la edad adulta, ese derecho a la imaginación. Guillermo del Toro es casi de mi edad y, al ver esas películas suyas, pensé que acaso vivió en Guadalajara, nuestra ciudad natal, una infancia parecida a la mía. Ambos vimos la misma noche de hace medio siglo (él en su casa y yo en la mía, por supuesto) la película El monstruo de la Laguna Negra, que le inspiró La forma del agua. Ojalá gane el Óscar.

¿Desde cuándo escribes?
Desde los catorce años, pero podría fechar mi entrada “oficial” a la literatura en 1979, cuando ingresé al taller del doctor Elías Nandino en la Casa de la Cultura Jalisciense. Yo tenía dieciocho años. Ya va para cuatro décadas de eso.

¿Para quién escribes?
Al respecto, mi amigo el narrador Jesús de León me comentaba que tal vez sería más lógico preguntar contra quién escribe uno. Bromas aparte, yo apoyo una tesis que sustentan autores tan distintos como Miguel de Unamuno e Ítalo Calvino: uno escribe para un lector hipotético, que aún no existe pero que puede llegar a existir; un lector que se vuelve cada vez más real conforme escribimos y publicamos. El escritor crea a su lector al escribir en la misma medida en que el lector inventa al escritor cuando lee sus libros.

¿Sobre qué escribes?
Aquí también podríamos cambiar la preposición: contra en vez de sobre. Creo que fue León Felipe quien dijo que el primer poema de la historia de la Humanidad fue “¡ay!” (Eliot sugiere que también será el último). Mi literatura, mi poesía en particular, surge como una reacción contra un medio hostil, enemigo de la sensibilidad y de la imaginación; surge primero como desahogo y después como crítica. Ricardo Yáñez me sugirió en cierta ocasión (y no fue el único) que debería dedicarme exclusivamente a escribir poesía, acaso esperando que así yo abandonaría el ejercicio de la crítica literaria. (Jamás lo haré: es lo que más me gusta.) Recuerdo que le argumenté que la crítica no estaba sólo en mis ensayos y reseñas, también aparece en mis versos y narraciones. Yo no escribo poemas por gusto sino por necesidad y, conforme envejezco, me resulta cada vez más difícil escribir poesía.

¿Qué es para ti la literatura?
La literatura, como todas las artes, es un laboratorio donde se pone a prueba la validez y resistencia de los símbolos donde descansa nuestra concepción de la realidad. Pero, a diferencia de lo que pasa con las otras disciplinas artísticas, la literatura es actualmente un arte agonizante —sus síntomas más graves los muestra la poesía.

¿Por qué?
No sólo por el olvido de toda preceptiva o retórica, por el rechazo a la disciplina del oficio y a la aspiración a la excelencia, sino porque, a partir del auge del internet y las computadoras, el discurso escrito se deteriora vertiginosamente y está siendo reemplazado por un discurso audiovisual que promueve un paradójico regreso a la “literatura oral” pero en versión “virtual”. Tal vez las próximas generaciones, ya totalmente condicionadas por lo digital, vean los textos en “soporte papel” como vemos hoy las pinturas rupestres en las paredes de una gruta.

¿Qué opinas de tu propia obra?
Que me ha costado un enorme trabajo y tardo cada vez más en quedar satisfecho con lo que escribo. Por eso, hace mucho que no publico nada nuevo. Prefiero seguir así cuando veo lo que le pasa a la mayoría de los colegas, sometido su trabajo a la esclavitud a corto plazo de los premios, las becas y los compromisos editoriales. Dicha situación ha fomentado un estado generalizado de chambismo, simulación y mediocridad que me da pena.

¿Cuándo está listo un texto?
Cuando, después de cierto tiempo de releerlo y corregirlo, lo puedes ver como algo escrito por un desconocido. El diálogo intenso que tenías con ese cuento, con ese poema, con esa novela, queda agotado. Elías Nandino decía que era como una relación amorosa que termina.

¿Qué opinas del nivel de nuestra literatura nuevoleonesa?
El último momento importante de la literatura neoleonesa, cuando alcanzó un alto nivel de calidad y una extensa repercusión entre los lectores, fue en 1987, hace más de treinta años. A partir del año siguiente, la literatura en Monterrey empezó a deslizarse por un declive al principio imperceptible pero cada vez más pronunciado. Actualmente va en caída libre.

¿Vives de la literatura?
Vivía. Ahora estoy retirado, como el “blade runner” buscado en Las Vegas por un policía replicante o como Han Solo ante su hijo en El despertar de la fuerza. Harrison Ford debió detenerse en El reino de la calavera de cristal.

¿Para qué le sirven los escritores a la sociedad?
Los escritores le hacen un gran servicio a la sociedad si escriben libros amenos e interesantes, que aporten un mensaje valioso o revelador —todo lo contrario de lo que hace un escritor subvencionado. Las becas y otros subsidios tienen sentido si se destinan a gente con ganas de aprender y de trabajar, siempre y cuando los resultados tengan calidad. Un escritor que quiere vivir subvencionado de por vida, perpetrando libros aburridos o de plano ilegibles, no es más que una carga. Los cazapremios son otro lastre. A mí no me impresiona el autor que, con su libro, gana miles de pesos, sino el que gana miles de lectores.

¿Quiénes escriben mejor: los hombres o las mujeres?
Ninguno o ambos. Se escribe usando el cerebro, no los genitales. La literatura no es un baño público.

¿El gobierno o Conarte te han apoyado alguna vez?
En México es casi imposible que el escritor no trabaje ocasional o constantemente para el gobierno o que no haya recibido alguna vez un estímulo económico de instituciones oficiales de apoyo a las artes, sobre todo a partir de la creación de Conaculta, Conarte y otros organismos afines. En tal sentido, no soy una excepción, aunque hace mucho que no me toman en cuenta para nada.

¿Autores favoritos?
No olvides que soy crítico literario y, por deformación profesional, no tengo autores favoritos.

¿Libros que te hayan impactado?
Me ha impactado lo mal escritos que están algunos libros publicados últimamente y lo mal editados que quedaron otros que merecían una suerte mejor. Por lástima, me abstengo de citar títulos y autores.

¿Cómo generarías lectores?
“Generar” me parece una palabra inadecuada en este caso. Yo, en cambio, hablaría de “motivar” a los lectores.

¿Cómo motivar a la gente para que lea?
La manera más simple que conozco es publicando buenos libros. Si, como decía Salvador Novo, vas a “generar” lectores para que lean a Jaime Torres Bodet (o a cualquier otro aburrido poeta burócrata de los que conocemos), yo también exclamaría: “¡qué atrocidat!”

¿Qué recomendarías a las personas que desean ser escritoras?
Les pediría que, por lo que más quieran, se quiten de la cabeza la idea de que escribir es fácil. Pocas ocupaciones, tomadas en serio, resultan más exigentes, requieren mayor preparación y cuentan con una gratificación más injusta y mezquina. El reconocimiento, además, es a muy largo plazo —casi siempre, póstumo.

¿Cómo te convertiste en crítico?
Desde que estaba en el taller de Nandino, devorando su biblioteca y discutiendo con mis compañeros, me convencí de que no puede haber creación sin crítica ni viceversa. Tal vez te preguntes también por qué decidí escribir crítica en vez de usarla sólo para corregir textos de creación. Entonces una pregunta mejor sería “¿para qué escribir crítica si ya escribías poesía?” Muchos piensan erróneamente que la crítica es la tierra de exilio de los creadores frustrados. Otros ven el comentario de libros como un equivalente entre escritores de las notas de sociales, lo que me parece peor. Antonio Alatorre, maestro mío de El Colegio de México, decía que un buen texto crítico debe ayudar al lector a comprender mejor y, de ser posible, disfrutar más plenamente los textos de creación. Ésa es mi intención al escribir crítica.

¿Qué es la traducción para ti?
Una de las formas más profundas y diversas de la lectura. Llegar a la literatura a través de un solo idioma, aunque no falten buenas traducciones, me parece limitante y empobrecedor. Además, traducir es una excelente forma de conocer no sólo otros idiomas sino también el propio. Ver el idioma español desde el balcón del latín o del inglés es como descubrir, desde la casa del vecino, un jardín escondido dentro de tu casa.

¿Eres editor por gusto o por necesidad?
Por necesidad, desde luego. Pero también por gusto. De cualquier modo, resulta un trabajo muy difícil por minucioso. Nadie ha llegado todavía a ser un digno sucesor de los grandes editores del siglo XX mexicano (Orfila, Díez-Canedo, Cosío Villegas). Yo recelo de muchos editores actuales, esos que tienen una fe ciega en que las computadoras resolverán automáticamente todos los problemas de la edición y están más preocupados en obtener subvenciones o en aprovecharse de la frustración de los escritores mediocres, la impaciencia de los principiantes y la ignorancia de muchos aficionados. A ellos, la literatura les importa un comino.

¿Proyectos futuros?
Quiero publicar dos libros este año: uno de ensayos sobre las relaciones entre narrativa de ficción e narrativa historiográfica y un manual sobre cómo leer y apreciar la poesía.

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