Tuve una agradable escapatoria de mis rutinas habituales este fin de año. Renté una cabañita al lado de un estero que corría rumbo al río Tuxpan y que entroncaba con él a quinientos metros. El primer día nadé con prudencia en el estero y llegué hasta el río. El segundo pude lanzarme al río desde un muelle situado en una urbanización que se llama Arboledas del río. Nadé un par de kilómetros. El tercer día me atreví a cruzar el río y regresar nadando. La anchura del río allí debe ser de 300 o 400 metros. El agua es casi absolutamente pacífica. No hay corriente. El único peligro podrían haber sido los lagartos. Pregunté insistentemente si en realidad habían lagartos.  Casi todos coincidieron que no pero algunos dijeron que sí. De modo que nadé con algo de temor.

Como no había internet sino muy intermitentemente lo que hacía por las noches era ver películas en 

cd. Y alcancé a ver cinco,