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La perversidad de Aguilera Garramuño

marzo 02, 2020


 Félix Luis Viera
Cuentos ligeramente perversos: un volumen con 21 narraciones de Marco Tulio Aguilera Garramuño (MTAG) que corren a lo largo de 162 páginas, con una bella presentación de la editorial Camelot América.

Con mano sabia, la perversidad —ligera, suave diríamos—, en su sentido más amplio, recorre cada una de las propuestas de un libro en el que, además, hallamos una extraordinaria intensidad narrativa, el encomiable crescendo en la estructura y un lenguaje de suma creatividad con el cual el hijo de Colombia avecindado allá en la provincia mexicana —Xalapa-Enríquez— no se cansa de asombrarnos desde sus libros iniciáticos.
Si bien, como decía, es la perversidad la matriz de estas historias, sus asuntos —más que sus temas— son suficientemente diversos; van por la ironía, la sátira, la manipulación de las pasiones o lo inexorable del paso del tiempo y sus resultados a veces entristecedores, a veces absurdos.
Afirmaba este cronista, en 2017, sobre un volumen con tres libros de cuentos de de MTAG: “De modo que cuando afirmo que MTAG es un magnífico novelista (...) sobre todo en el primer libro de la obra que comentamos, se luce como un cuentista magistral...”
Hoy, sostengo lo antes dicho.
De Cuentos ligeramente perversos, escojo:
“Mester de putería”, el sosiego provinciano, la Constanza Alfaro que revuelve todo el ámbito plueblerino, la alternancia de la ficción y el dato cierto —es decir, lo que Thalía llamaría “la vida real”—, sumados al muy bien balanceado toque de suspense.
“Emperatriz del Bolshói”, un señor triste, el viudo; el ingeniero Méndez-Gay Riveras, quien, orondo, afirma que su casa, su mansión es “cinco estrellas y media”... Y la emperatriz, “empera”, “emperita” una negrita enfermera capacitada para hundir galeones de varones tanto por su belleza física como por su cantar interno.
“Me llamo Anabel Lee y no haré travesuras” resulta despiadado —o acerca de todo lo despiadada que puede ser una mujer—, una “pintora cibernética” con algo así como un feminismo invasivo, incontrolable, amén del pragmatismo superpuesto a todo lo demás se podría decir. Sexo duro. Este relato tiene como escenario la Ciudad de México —una localización, en sentido general, pocas veces tratada por MTAG.
“El viejo y la niña rusa” puede resultar entristecedor para quienes —tanto varones como mujeres—, tal el protagonista de la acción, ya mira el partido desde las gradas pero con intensos deseos de estar en el terreno de juego. Los temas fundamentales son lo inexorable del tiempo, la añoranza, la sensualidad.
“La noche de Aquiles y Virgen”, una muy bien armada burla, humor, desparpajo mediante, sobre esos amantes cursis; y además el hastío, la disociación de una realidad que ya ni vale la pena.
“Sueños de un buen cristiano” viene a ser, sobre todo, ese accionar en la justa linde entre la bajeza y el buen obrar, pasión vs honradez. En este texto, como en otros de este mismo libro, así como en obras diversas de MTAG, se constata cierta tendencia al ateísmo. La adolescente Atiú, picardía mediante, ultimadamente se roba el show de un escenario en el cual aparece alguien tan zonzo como Roberto Guaraldo.
“El masajito” se desarrolla en el oriente de la isla de Cuba. Un encuentro internacional de poetas en Villa Muelas, con 300 bardos de todos los rumbos del Caribe. Incansables jornadas de lectura, aplausos, histeria colectiva. Una radiografía del absurdo, el fanatismo, precisamente de la perversidad que progresa en aquellas tierras. En este texto aparece el negro Julia, emblema sin tacha de la sumisión y a la par el recelo que crecen en la Isla. El narrador-protagonista ha cedido el mando a Willy, quien por medio del primero nos hace llegar  una historia que, no obstante una ficción llevada al límite, tiene su basamento en una realidad lamentable.
De las narraciones más breves de Cuentos ligeramente perversos, destaco “La lección del pintor”, “El sueño del gato”, Chasa rey” y “La mujer del sueño”; en estos la alusión y la metáfora como totalidad, alcanzan tal vez el punto más alto en todo el libro.
En toda obra literaria, claro, el lenguaje resulta un elemento primordial. Sin embargo, a unos autores se les da mejor que a otros.
En Cuentos ligeramente perversos, MTAG deja en claro una vez más que resulta uno de los agraciados en cuanto al llamado “lenguaje literario”, de modo fundamental gracias a su “emisión “ del tropo en general.
Cito: “Con prisa de profesional organizó mi cuerpo para obtener un placer estrepitoso, casi mecánico” (p 27), “toda ella una obra maestra de ingeniería divina”, (57), “y lo hacía con tal minucia, que uno pensaría que no deseaba dejar nada al azar y que del trabajo de aquel hombre dependía no solo el placer, sino la belleza y la vida de aquella criatura que yacía sobre la cama suspirando” (66), “de su bajo vientre colgaba un pingajo sin voluntad alguna”, (85), “con el poder de mis labios que abrevaron en la fuente de la que todo mana”, (105), “un pueblo al que solo llegaría la civilización como una sospecha” (115), “
Así, tiene el lector en sus manos un libro que lo hará reír, enseriarse acaso, reflexionar siempre.  
Adelante.



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