TODA UNA VIDA CONTRA TODOS

enero 13, 2023

 



https://lapalabra.univalle.edu.co/marco-tulio-aguilera-garramuno-toda-una-vida-contra-todos/

Marco Tulio Aguilera Garramuño: toda una vida contra todos

7 julio, 2022 750 12 minutos de lectura


En el marco de su próxima visita a Viernes de Letras, espacio académico y cultural de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle, La Palabra ha dialogado con el escritor colombiano para conocer sus impresiones sobre la literatura, la vida, la escritura y los deportes. Desde la capital del Estado de Veracruz, Xalapa-Enríquez, donde reside hace más de 40 años, el autor de Cuentos para antes de hacer el amor nos ha hablado del exilio, el erotismo y muchas cosas más. ¡Bienvenidos!

Por: Alejandro Alzate



Marco Tulio Aguilera Garramuño (1949), escritor colombiano.

Foto: uv.mx

I. Sus primeros años


Aguilera Garramuño nació en Bogotá un 27 de febrero de 1949, momento en el cual Colombia intentaba superar tanto la resaca moral como la destrucción física que ocasionó el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Exactamente un año antes de que Marco Tulio abriera por primera vez los ojos para saludar al mundo, había ocurrido el magnicidio de quien enarbolaba la voluntad de cambio de la sociedad colombiana de entonces.

O bueno, de gran parte de ella…


A pesar de la convulsión política y social, la niñez del futuro escritor —segundo de los siete hijos del matrimonio contraído entre Marco Tulio Aguilera Camacho y Ruth Elizabeth Garramuño Candiotti— fue tranquila. Una vez acaecida la muerte de su progenitor, la familia se mudó de Colombia rumbo a Florida. Allí estudió junto con cinco hermanos y una hermana parte de su escuela primaria. Dos años más tarde y después de un accidentado viaje por carretera hasta México, la familia se estableció en San Isidro del General, Costa Rica. Allí terminó estudios de maestro normalista y regresó a Cali. En la capital del Valle del Cauca, el repatriado joven inició estudios de Filosofía en la Universidad del Valle; institución en la cual descubrió, de paso, una de sus grandes pasiones: el deporte. Por ese entonces, el esbelto mozalbete mostró una excepcional habilidad para el atletismo de fondo, modalidad en la cual alcanzó a saborear algunos triunfos como amateur.


Con menos de 30 años y un talento literario in crescendo, el jovenzuelo empezaba a recibir buenos comentarios por parte de la crítica literaria colombiana, misma que no vaciló en comparar su brillantez con la de Gabriel García Márquez.


A la par del perfeccionamiento atlético ocurrió también un hecho capital en su vida: descubrir que quería ser escritor; empresa en la que, sin duda, no le ha ido mal. Eran los años de esplendor de Enrique Buenaventura y el Teatro Experimental de Cali (TEC), de Andrés Caicedo, Gustavo Álvarez Gardeazábal y de Estanislao Zuleta. En Buenos Aires, a la temprana edad de 26 años, vio publicada su novela Breve historia de todas las cosas, obra de la que el editor Daniel Divinsky escribió en la contraportada que le gustaba más que Cien años de soledad. Eran los tiempos de vigor de las luchas sociales en Colombia y América Latina; sucesos, todos, que moldearon intelectualmente al resistente atleta y aprendiz de escritor. Al pensador en ciernes. Una vez concluidos sus estudios de pregrado, el oriundo de Bogotá elevó la mirada y se marchó a los Estados Unidos. En el país del norte, más exactamente en Lawrence, cursó estudios de maestría en Artes.  Fue la Universidad de Kansas la que le entregó su tercer título como estudiante.


Además de lo académico, Marco Tulio Aguilera hubo de contarme, aquella tarde de domingo desleída y trivial en que nos entrevistamos, que la experiencia en aquella Universidad le dio mucho material para escribir su segunda novela, Mujeres Amadas. Con menos de 30 años y un talento literario in crescendo, el jovenzuelo empezaba a recibir buenos comentarios por parte de la crítica literaria colombiana, misma que no vaciló en comparar su brillantez con la de Gabriel García Márquez. Esta comparación fue a raíz de la publicación de Breve historia de todas las cosas en Buenos Aires por Ediciones La Flor, la misma que publicó a Quino y a Umberto Eco. Una vez concluidos sus estudios en Estados Unidos, el ya recorrido escribidor bajó la mirada apenas un tantito y llegó a México, país que fungía y aún hoy funge como mito para los escritores latinoamericanos en general. Los inmarcesibles legados de Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Octavio Paz, Siqueiros y Diego Rivera son motivos más que suficientes para que así sea.


De este primer contacto con México —con Monterrey, específicamente—, vale la pena resaltar un hecho importante: fue desde ahí donde empezaría, a raíz de su participación en un concurso literario organizado por la Universidad Veracruzana, su hasta ahora vigente relación con Xalapa, capital del Estado de Veracruz. En aquel certamen compartió honores con el insigne escritor Sergio Pitol y, por aquel entonces, también, empezó a trabajar en la mencionada Universidad. Soplaban, en efecto, vientos de mejoría económica y laboral. En ese año -1979-, el autor recibiría tres premios casi simultáneamente: además del que compartió con Sergio Pitol, fue galardonado también con los premios Sesquicentenario de la Universidad del Cauca y el Premio Universidad de Juárez del Estado de Durango.


Vendrían a renglón seguido nuevos premios, el amor, la familia, los hijos, el matrimonio y el establecimiento definitivo en la provincia mexicana, tan lejana y cercana de todo al mismo tiempo. Leticia Luna Varela, su esposa, y Héctor Javier y Sebastián, sus hijos, constituyeron desde el primer momento un importante aliciente en su vida, una importante inyección creativa. Y un motivo de arraigo que prevalece hasta la fecha. No obstante, esta nueva etapa no impidió que continuara con su irreverencia y su indiscutible carácter polémico. Nada pudo frenar que siguiera convirtiéndose en una especie de enfant terrible de la literatura colombiana en el exilio. En sus críticas no ha vacilado en amonestar a Carlos Fuentes, José Revueltas, García Márquez, Elena Poniatowska, Gustavo Álvarez Gardeazábal y un largo etcétera, lo que lo ha convertido en un paria literario, en un autor bloqueado por muchos lados. No obstante, se ha abierto camino en las grandes editoriales: Alfaguara, Planeta y Plaza y Janés. También ha tenido un fructífero contacto con editoriales universitarias de Veracruz, Puebla y Monterrey. Recientemente se han comenzado a publicar sus libros en Berlín y en España.



Foto: revistacoronica.com

II.  Marco Tulio, el polémico por antonomasia


Recuerdo, incluso desde antes de vivir en México, en 2013, que del escritor hoy perfilado se decían muchas cosas. Si bien es cierto que arribé a la misma provincia donde él vive, también lo es que nunca nos cruzamos en las anchas avenidas de la calle Hidalgo o las taquerías de San José. Jamás nos topamos en la Av. Maestros Veracruzanos, por donde quien escribe estas páginas residía, y nunca chocamos nuestras copas en los antros ni en las frenéticas noches de bailanta de Juan Soto o Los Lagos.


Con esto quiero referir que para mí era una presencia conocida de oídas, una suerte de espectro temido y temible. Un compatriota exiliado, como yo, al que era mejor dejar quieto. La primera vez que lo vi fue una tarde calurosa en la editorial de la Universidad Veracruzana. Creo, también, que fue la última. Ahora, nueve años después, ha dejado de ser un conocido de oídas. He escuchado su acento, más mexicano que colombiano, y he roto el falso velo que lo calificaba como un ogro, como una suerte de presencia incómoda, indomable, irascible. Durante las casi dos horas que platicamos —para ponernos en modo mexicano— escuché sus historias, sus versiones de muchas cosas, comprobé que, en el fondo, el colombo-azteca es un hombre que habla sobre cómo le ha ido en la fiesta de la vida y eso no se puede juzgar. ¿Cómo podría alguien atreverse a tanto?


“De Cali me fui porque no conseguía trabajo fácilmente”. Con esta afirmación, absolutamente creíble, ¡cómo no!, abrimos el diálogo. A renglón seguido me dijo que uno de los pocos empleos que tuvo acá fue como profesor de literatura en un colegio de niños ricos e indisciplinados cuyo nombre… no quiero recordar. De “ahí” salió tras presentar su renuncia irrevocable y denunciar ante la prensa local situaciones contrarias a las propias y deseables en una institución educativa. Joven, desempleado, errante y sin un peso en los bolsillos, Marco Tulio Aguilera empezó —queriendo o sin querer, no sé— su fructífera carrera en el mundo de la polémica y la tropelía.


“El escritor sobrevive a la adversidad y eso ha sido así desde siempre”, asevera sin tapujos el autor de Los placeres perdidos, novela ambientada en Cali y centrada en la Universidad del Valle, con la cual recibió el Premio José Eustasio Rivera.


Si en Colombia le llovía, en México no le escampaba. En el país manito, el colombiano no ha dejado de sentirse siempre un extranjero. “Fíjate que más allá de yo sentirlo, me lo han hecho sentir”. Muchos lo han tildado de usurpar el puesto de trabajo a un potencial intelectual mexicano; otros, lo han señalado como un subsidiario eterno de la chequera institucional de la Universidad Veracruzana; otros, lo han tildado de soberbio y presumido; otros… Mientras andábamos en estas, yo pensaba que, en efecto, perro come perro, tal como reza la película del director Carlos Moreno. Sí, el hombre es un lobo para el hombre. No cabe duda. Mientras el listado de inquinas recibidas iba y venía, yo me sentía como aquel sacerdote que escucha en confesión al valiente pecador que confiesa sus caídas en la fe. El punto es que, sin ningún poder de absolución ni ante Dios ni ante los hombres, solo tenía el arma de la escucha ante quien resumía, con premura y mordaz vitalidad,

el inventario de los infortunios y éxitos vividos a lo largo de toda una carrera en el combate literario.


Quizás, uno de los eventos que más llamó mi atención fue el que aconteció en 2002. En aquel entonces, contó con su habitual desparpajo el residente en Xalapa, tuvo un fuerte desencuentro, por decirlo de forma matizada, con Helena Poniatowska. Eso fue a raíz del Premio Alfaguara, del que fue finalista secreto, dato que la editorial no quiso divulgar para no robarle brillo a la princesa de la literatura mexicana.  Ni más ni menos que con ella, una persona que desde hace más de 40 años influye determinantemente en el derrotero cultural mexicano. Producto de aquel impasse, como dicen los franceses, nunca más volvió a ser publicado por grandes editoriales mexicanas ni a recibir la atención de los medios de prensa locales; situación que, según lo dicho, no le quita el sueño en realidad.



Foto: archive.org

III. Autores admirados, erotismo, premios y obras 


Inicio este último tercio con la transcripción de una afirmación lapidaria pero certera: “Creo que las posibilidades de vivir de la literatura hoy en día se reducen, si mucho, a un 0.099 por ciento”. Con la honestidad que dan los años en el oficio, Aguilera Garramuño dice que la gran mayoría de escritores no viven de la literatura como tal, es decir, casi todos tienen que batirse con entrevistadores mediocres en libreteados eventos protocolarios, ir a conferencias, actos o inauguraciones y cobrar por ello. Esto, desde luego asociado al mundo editorial, es la metodología que se lleva a cabo —o que toca llevar a cabo, mejor dicho— para sobrevivir. “El escritor sobrevive a la adversidad y eso ha sido así desde siempre”, asevera sin tapujos el autor de Los placeres perdidos, novela ambientada en Cali y centrada en la Universidad del Valle, con la cual recibió el Premio José Eustasio Rivera.  Dicho sea de paso, vale la pena recordar que nuestro escritor ha recibido premios nacionales de novela en Costa Rica, Colombia y México. La sumatoria de sus premios nacionales e internacionales es de 26 y el total de sus obras 40, la mayoría de ellas desconocidas en Colombia.


Una vez inmersos en el tema de los autores que le agradan, dijo sin ninguna pretensión, soberbia o vanidad, que le cautivaba el trabajo novelístico de William Ospina y algo de lo hasta ahora hecho por Tomás González y Evelio José Rosero, “que por cierto han bajado la guardia en sus libros más recientes”. Asimismo, enfatizó que le gusta la novela Los pañamanes de Fanny Buitrago y, sobre todo, los cuentos “de un señor al que nadie en Colombia le para bolas y es mejor, de lejos, que muchas de las supuestas estrellas de la literatura nacional”: el monteriano José Luis Garcés González.


“Un 20 por ciento de mi escritura tiene que ver con eso, con el erotismo. La gente tiene que leerme para comprobar que hay mucho más en mi propuesta literaria. Yo soy un escritor de la intimidad femenina, creo que ahí hay un enorme potencial narrativo”.


Picada la lengua y afinadas las púas, hubo tiempo, cómo no, para descabezar a unos cuantos escritores. Los damnificados fueron Juan Gabriel Vásquez y, aunque parezca un sacrilegio para muchos, Germán Espinosa con su Tejedora de Coronas. “Yo tiré ese libro, no pude leerlo. Sobre ese texto hablé con García Márquez y estuvo de acuerdo en que es ilegible”. Con nuestro Nobel, Garramuño tuvo varios encuentros en diversos sitios alrededor del mundo. Producto de ellos escribió su libro más reciente: Verdad es belleza (Memorias),publicado en Berlín este 2022. En dicha ciudad, en la misma editorial, Ilíada Verlag, vio publicada su novela Formas de luz (el sentido de la melancolía) -Premio Bellas Artes de Novela-, obra que fue presentada en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México por tres editores: el del Fondo de Cultura Económica, el de Siglo XXI y el de la Universidad Veracruzana. La calidad de sus presentadores verifica el respeto que se le tiene a Garramuño en las altas esferas editoriales.


Mientras lo escuchaba pensé, de inmediato, en una dualidad muy interesante: si todo buen escritor es, en principio, un buen mentiroso, todo pensador legítimo es auténtico. No quiero decir con esto original, óigase bien. Ya se sabe que ese tema está prácticamente superado dentro de la discusión artística contemporánea. Auténtico, pienso, es un adjetivo que le hace justicia a Marco Tulio Aguilera, autor que ha sido calificado, por demás, como un cultor del erotismo literario, por unos, y como una suerte de pornógrafo, por otros. Cada quien que saque sus conclusiones…


Lo cierto es que vuelvo a la carga y le pregunto por el tema a quemarropa. Me dice, sin aspavientos, lo siguiente: “Un 20 por ciento de mi escritura tiene que ver con eso, con el erotismo. La gente tiene que leerme para comprobar que hay mucho más en mi propuesta literaria. Yo soy un escritor de la intimidad femenina, creo que ahí hay un enorme potencial narrativo”. Mientras lo escucho, pienso en Bataille y en Henry Miller; en Caballero Bonald, Vallejo y Juan Gelman. A continuación, le pregunto por sus títulos publicados y los premios recibidos. La lista de unos y otros es tan prominente que me veo en apuros para copiarlo todo; no obstante, he aquí el listado captado con trémula mano: 1979, Breve historia de todas las cosas; 1979, Alquimia popular (cuentos); 1979, El arte como problema (conferencias); 1979, La cuadratura del huevo (ensayos escritos durante los estudios de maestría en la Universidad de Kansas); 1983, Cuentos para después de hacer el amor; 1985, Paraísos hostiles (novela); 1989, El juego de las seducciones (novela); 1989, Los placeres perdidos (novela- premio en la Bienal Internacional de Novela José Eustasio Rivera); 1990, Los grandes y los pequeños amores (cuento- Premio Nacional de Cuentos San Luis Potosí); 1994, Las noches de Ventura (novela); 1994, Cuentos para antes de hacer el amor; 1996, La hermosa vida (tercera novela de la serie El libro de la vida); 1997, El árbol de durazno, (Cuento infantil en edición bilingüe español-maya-yucateco); 1998, La pequeña maestra de violín (cuarta novela de la serie El libro de la vida); 1998, El pollo que no quiso ser gallo (Cuentos, Premio Nacional de Literatura Infantil Juan de la Cabada; además el Premio Internacional de Cuentos Gabriel García Márquez); 2002, El amor y la muerte (novela) (Finalista en el Concurso Internacional de Novela Alfaguara 2000); 2002, Eroticón frenáptero (cuentos); 2009, Maelstrom agujero negro; 2009, El imperio de las mujeres; 2010, Agua clara en el Alto Amazonas (novela) y 2010, Historia de todas las cosas (novela). Muchos de estos libros están hoy disponibles en Amazon.


Además de extensa, como puede colegirse, la producción literaria de Marco Tulio Aguilera ha gozado de múltiples reconocimientos. Dentro de los más significativos se encuentra la inclusión de Cuentos para hacer el amor como uno de los mejores libros que se publicaron durante el siglo XX en Colombia. De igual forma, Historia de todas las cosas fue ampliamente elogiado por Gabriel García Márquez, quien destacó no solo su maestría técnica sino su prosa vertiginosa y su potencia narrativa. Finalmente, resta decir que, al igual que Marco Tulio Cicerón, nuestro runner y nadador -—quien a propósito estará participando en julio próximo en el Campeonato Panamericano de Natación Máster en Medellín y Guatapé, Antioquia— se mueve como pez en el agua en el arte de la oratoria y la tropelía, en las pistas y las piscinas, en la literatura y la fabulación de historias para escapar del inenarrable hastío de lo cotidiano.


Finalmente, agregó que en un par de años definirá si regresa a vivir a Colombia (Cali, Bogotá o Calima son las opciones) o sigue viviendo en México, país en el que tiene la posibilidad de residir en la Riviera Maya, paradisíaco lugar donde esperaría seguir nadando largas distancias en el mar.


RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores