Babel de las catástrofes (sobre Historia de todas las cosas)
julio 18, 2024FEBRERO 02, 2018
Babel de las catástrofes
Hoy me vino a la cabeza ese trillado y cursi aforismo: “todo llega a su debido tiempo al que sabe esperar”, ya que más que un proverbio vinculado estrechamente con la paciencia y la sapiencia, siempre me ha parecido desde mi neófita, incipiente y no menos carente trinchera mística, un precepto un tanto relacionado con la mediocridad.
Aunque no pongo en tela de juicio su veracidad, cuando es resultado más que del azar, de la fórmula: trabajo, esfuerzo y perseverancia; como decía Pablo Picasso, “la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
Pues bien, todo mi soliloquio anterior, es con respecto al recién Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero, México, 2017, otorgado a la novela Formas de luz del autor Marco Tulio Aguilera Garramuño, al cual desde la novela Mujeres Amadas le he estado siguiendo la pista a través de varias de sus obras, y que vale la pena decir: no me han decepcionado, ya que hasta el momento ha sabido mantener de manera homogénea, una calidad descriptiva y narrativa única, llena de humor, acompañada de un estilo propio con un marcado guiño de coquetería con el realismo mágico de su compatriota Gabriel García Márquez.
Hace algunos años tuve la fortuna de que llegara a mis manos (vía correo postal), el libro Historia de todas las cosas. Y digo “fortuna” porque en medio del ostracismo de los días comunes y ordinarios matizados por los perpetuos avatares que infunde la cotidianidad, esta ardua tarea de búsqueda (muchas veces infructuosa) de encontrar en algunos libros aquello que nos sorprenda.
Este valioso libro, conjunta la ironía, el sarcasmo y el humor, con un estilo desenvuelto, audaz, lúdico, de uno de los narradores colombianos contemporáneos más prolíficos, pues su obra se ha caracterizado por ser única y fresca en medio del panorama de la literatura latinoamericana.
¿Cuál puede ser la historia de todas las cosas? Marco Tulio Aguilera, en esta “comedia humana”, que bien podría denominarse “Babel de las catástrofes”, nos muestra un cúmulo de historias acontecidas en el pueblo de San Isidro de El General, ubicado en Costa Rica, cercano a la frontera con Panamá, que posterior e inevitablemente gracias a las transformaciones y a los sueños de grandeza de sus pobladores se convertiría en ciudad, como diría Juan José Arreola haciendo referencia a su tierra natal. De esa manera entre mulatos, princesas y prostitutas contemporáneas, Historia de todas las cosas es un libro denso tanto por su contenido como por su volumen, que nos va sumergiendo en el mundo de aspiraciones cosmopolitas con alcances decadentemente analógicos a los de un gran circo que conforman y confabulan sus habitantes.
Con un ritmo artificioso que recuerda el más puro estilo “fellinesco”, Aguilera nos transporta a las andanzas de un Eros zapatero encarnado en el negro Vladimiro al son de la Orquesta Sibundoy capitaneada por Sebas Bach, su contrincante Benito Von Chúber y su amor clandestino; a un Baruch que desvirgina a las Vírgenes impúberes, en medio de la construcción de una incipiente carretera donde es extraño que no se desbarranque un colectivo gracias a las profecías del místico Zaratrusta Pereira; y un Poeta gordo que colma sus penas e inspiraciones reprimidas en los jueves del Prado Bar; finalizando de manera melancólica con el hombre que cultivaba su flaqueza en el imperio de las ratas entre otras historias.
Pero la singularidad de Historia de todas las cosas, no sólo radica por contextualizarse en un entorno y universo carnavalesco, sino porque su cosmos engloba un carácter sociológico y cultural, tratados desde la perspectiva de un mosaico crítico de la sociedad actual, por lo que podríamos catalogar la obra como única, esencial y fundamental de la novela latinoamericana.
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