Carta abierta a San Isidro de El General

noviembre 26, 2008

El 28 de noviembre estaré de incógnito en San Isidro
Busquen entre los asistentes al conversatorio a un moreno, más tostado por el sol que por los genes, teñido de rubio, de 1 metro 82, 93 kilos y con aspecto de basquetbolista entrado en años

Queridos amigos de San Isidro de El General:
Hace muchos años, tantos que ni me acuerdo, tuve el privilegio de vivir en San Isidro de El General, Costa Rica, muy cerca de la frontera con Panamá, y allí disfruté una de las etapas más felices y vívidas de mi existencia. Conocí a gente maravillosa, cuyos nombres aun recuerdo: primero que todos debo mencionar al maestro Alfonso Quesada Hidalgo, quien me vendió un violín y me enseñó a apreciar la música clásica. Rememoro las clases divertidas de química, que dictaba don Danilo Salas. Muy especialmente las de castellano, impartidas por Vilma Alfaro de Vega, quien me convenció de que yo iba a ser escritor. Y yo de ingenuo le creí, y aquí me tienen con casi 60 años de edad, dándole a la escritura y tras haber escrito 28 libros, recibido otros tantos premios y haciendo una vida de entera dedicación a la literatura.
Durante mis años sanisidrogeneraleños fui un muchacho enamoradizo, no muy aficionado a estudiar, sí muy fanático del basquetbol y de las excursiones al río. En el Liceo Unesco terminé mi bachillerato. Luego estudié para maestro en la Escuela Normal de Pérez Zeledón. Salí a trabajar a Pueblo Nuevo, muy cerca —o muy lejos— de Buenos Aires de Puntarenas. Salí de Costa Rica rumbo a Cali, Colombia, a estudiar filosofía, y en las aburridísimas clases de un profesor que parecía un batracio, me dediqué a escribir en cuadernillos mis recuerdos de San Isidro. Cuando yo tenía 24 años esos cuadernillos se transformaron en una novela, que fue publicada en Buenos Aires de Argentina —lo escribo así para que no se confunda con Buenos Ayres de Puntarenas.
Y entonces fue cuando de verdad se desencadenó la historia que les quiero contar, es decir, la historia de todas las cosas o de todas mis cosas. El editor de la novela, Daniel Divinsky, afirmó en la contraportada que le gustaba más mi novela que Cien años de soledad. Alfonso Chase en San José escribió un artículo que tituló así: “De cómo Marco Tulio Aguilera Garramuño escribió una novela sobre San Isidro de El General y desde ahora se nos compara con Macondo”. Reproduzco un párrafo de este artículo:
Una novela pura vida. Más divertida que las del boom, ella sola vivita por la energía que emana de la historia y la solapada ternura de su autor por los personajes, por nuestras montañas, por la tristeza vital de la provincia y por esa mirada que descubrió en los costarricenses, y que a pesar de su confesada miopía logró descifrar hasta el agotamiento (...) Más divertida que Cien años de soledad (...) Es un sainete bellísimo en donde lo real se vuelve fantasía y lo maravilloso hace casi real, por las características esenciales de unos personajes deformados caricaturizados, elementalizados y hechos vida por la magia del recuerdo y la sonrisa (...) Hay una especie de concubinato entre García Márquez y José Amado, entroncada por supuesto, y ahí reside la categoría pastiche, con las locuras, fantasías y fiebres de este especialísimo personaje que debe ser Marco Tulio Aguilera Garramuño (Alfonso Chase, suplemento Postdata periódico Excélsior, Costa Rica, 10 de agosto de 1975)
Ese fue solamente el inicio de una serie de artículos, en general laudatorios, que recibí, después de que el mismo Gabo llamara para felicitarme y decirme que no les creyera a mis críticos: que lo que yo había escrito era mío y le debía nada a nadie. En México Edmundo Valadés, el mítico director de la revista El Cuento, escribió: “Otra novela parecer repetir el fenómeno de Cien años de soledad”. No todos fueron elogios: hubo quienes me acusaran de plagiario, de autor con estilo desordenado, de megalómano. Pasaron los años, la crítica siguió siendo muy elogiosa, el libro entró en la historia de la literatura latinoamericana gracias críticos importantes como Seymour Menton, John Brushwood, Raymond Willams y muchos más. Se terminó la edición argentina (de La Flor) y se hizo una edición de 25 000 ejemplares en Plaza y Janés.
Luego: silencio. Olvidé esa novela, no busqué nuevas ediciones. Diez años más tarde la releí y no me gustó. Escribí otros libros, y llegó el año 2008. Me encontré en la Feria del Libro de Guadalajara con Daniel Divinsky, mi primer editor, y ello me hizo recordar aquellas 370 páginas en las que pintaba mi versión de San Isidro. Comencé a captura la novela en la computadora y la magia me atrapó. He vuelto a escribir la novela y les digo que me ha gustado tanto, que he llegado a convencerme que lo que se dijo hace 30 años es cierto: si la novela no es de la calidad de Cien años de soledad, es bastante legible, muy divertida, muy irrespetuosa y juguetona.
Queridos generaleños:
Algunas personas de San Isidro han rescatado el libro, se han contactado conmigo y han organizado un conversatorio. La carta que ustedes reciben hoy es para reiterarles que parte importante de mi espíritu está con ustedes. Sé que hay personas que se consideran ofendidas por mi libro. Les aclaro que es una novela, no un testimonio ni una denuncia. Es la modesta bomba de tiempo que resultó de mezclar mi imaginación con una realidad tan rica como la de San Isidro, que deja atrás a cualquier novela. San Isidro de El general es una ciudad de Costa Rica pero también es una ciudad imaginaria: mi ciudad. Reclamo el derecho de propiedad de ese fértil territorio de la imaginación. ¡Que viva San Isidro de El General”! ¡Que vivan el padre Coto, la Musoc, el terrible profesor Lindor, doña Vilma Alfaro de Vega, Sergio Elizondo, el macho Carro, María Edith Beita, doña Lala y sus hijas, Petit Cri, Tribilín, don Juan, Yamil Ayales, el Bar Tico, el Bar Rojo, Los Pollitos, La Grandeza, El Trabajador, qué viva el grandioso Prado bar!
Aspiro a que San Isidro de El General sea tan conocido como Macondo. No creo que sea mucho pedir. ¿Qué opinan ustedes?
Xalapa, México, 24 de noviembre de 2008

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2 comentarios

  1. Amigo MC:
    San Isidro de El General debe estar muy orgulloso como pueblo, lo has convertido en una realidad viviente en la ficción o más bien, en una ficción con puntos de contacto con la realidad. Tu obra le abrió una puerta al mundo que nadie más podrá cerrar.
    Abrazos.

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  2. De San Isidro tengo los mejores recuerdos. En ningun lugar del mundo había putas tan coloridas, divertidas y maternales ni mujeres tan hermosas como las Ramírez, hijas de doña Lala. Siempre aspiré a acercarme a ellas y nunca pude. Lo más cercano fue que bailé con Sonia y ella mantuvo su mirada en el cielo mientras yo me derretía.

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