NOTICIAS DE LA LUCIERNAGA, WILLIAM OSPINA, DEL TALLER DE NOVELA Y DE LA VIDA
junio 17, 2009LA HERMOSA VIDA
A la derecha la edición colombiana de Los placeres perdidos.
El Taller de Novela que abrí en la Editorial de la Universidad Veracruzana, al que llamé pomposamente "El poder de la imaginación" ha crecido tanto y han llegado personas tan interesantes, con proyectos tan llenos de buenos presagios, que he decidido dividir el grupo y abrir otro taller, que comencé a dirigir en otro sitio. La variedad de personas es grande, así como su formación, su edad, sus intenciones, pero en general hay un entusiasmo que me emociona. ¡Todavía hay personas para las que la literatura es una forma más elevada de vida, personas que encuentran un sentido superior en escribir!
Yo he decidido abandonar la escritura --la grafomanía-- por un año completo. Ya hay mucho escrito y en camino, de modo que no tengo apuros. Queda pendiente, como una hermosísima y arcana hembra que me espera en la cama de mis años de madurez, la reescritura de mi novela El sentido de la melancolía: 1111 páginas --a la fecha-- en las que de alguna forma quiero llegar a algunas conclusiones sobre la vida, el amor, las mujeres, la muerte, el erotismo, y sobre todo, la depresión. La d
epresión: tema que he estudiado durante muchos años y sobre el cual tengo toda una biblioteca leída y subrayada. El otro tema que he estudiado por años el de la Amazonia. Terminé mi novela ambientada en esa zona del planeta y a la fecha la obra ha recibidio Mención Honorífica en el Concurso de Novela Corta Rosario Castellanos en México, fue finalista en el Concurso de Cuento Juan Rulfo de París por Colombia hace tres años y acaba de ser finalista en el Concurso de Novela Ciudad de Barbastro en España. Con la misma historia ambientada en el Amazonas he escrito un cuento de 15 páginas, novelas de 65, 82, 110, 220 páginas y 400 páginas. ¿Y saben qué? Todas las versiones me gustan. Por lo pronto la más breve aparecerá en El imperio de las mujeres. Cuentos en lugar de hacer el amor, que debe aparecer este año en la Editorial Educación y Cultura de México. También escribí una crónica de mi viaje a la Amazonia Colombiana y lo publiqué en la revista Crítica de Puebla. El imperio de las mujeres lo voy a presentar en la Feria del Libro Universitario en Xalapa el 19 de septiembre. El 12 de septiembre presentaré en la misma feria Maelstrom el agujero negro. Muchas personas piensan que si un escritor publica muchos libros termina por bajar la calidad. Yo espero que ese no sea mi caso. Hace varios años presenté en esta misma feria dos novelas y una antología general que incluía una breve biografía de MT preparada por Peter Broad. Los títulos de los tres libros que presenté, creo que en 2003: La hermosa vida, La pequeña maestra de violín y El ojo en la sombra. Entiendo que esta productividad de coneja extranjera pueda molestar a algún escritor o crítico, pero, ¿qué hacer? Ese soy yo y tengo que resignarme y disfrutarme aunque a algunos estreñidos les pique el culiculiambro. Pero, como les digo: por consideración al mundo y a la ecología dejaré de escribir durante un año para dedicarme a servir a mis semejantes --y conste que no me he caracterizado por ser generoso ni por tener espíritu cristiano, marxixta o por hacer campañas a favor de nada que no sea mi propio interés. ¿Será que me estoy haciendo viejo y estoy perdiendo mi agresividad? Chi lo sa.
----Lo que me suponía: bastó que se le concediera el premio Rómulo Gallegos a El país de la canela de William Ospina para que le cayeran como moscas la caterva de envidiosos a decir que la novela violentaba la historia, que estaba sobrecargada de adjetivos, que... etc. La novela es excelente y ya. Amigos envidiosos: celebren lo celebrable y pónganse a trabajar. De paso comentaré que a William se le preguntó el título de alguna novela recomendable de un colombiano. Mencionó La historia de Horacio, del querido y hondo Tomás González. También mencionó William a varios buenos escritores colombianos: no me mencionó a mí. ¿Conclusión? O no valora lo que hago o no lo conoce o cree que ya no soy colombiano sino mexicano. Como dice mi nieta Mariann no impolta. Yo no necesito que los escritores que yo aprecio me aprecien y respeten. Con que yo me aprecie y respete me basta. Un alto poeta y alto polemista, muy amigo también, de nombre Harold Alvarado Tenorio, se lanzó contra los escritores que ganan o aceptan premios. ¿Nunca has ganado un premio, nunca has participado en un concurso, nunca has aceptado una beca, querido y admirado Harold? Y no es cierto que la mayoría de los ganadores de premios escribamos para los premios. Falso: en general escribimos con serenidad de alquímico, y cuando pasa el pato, le disparamos. Tal es mi caso. Y no me arrepiendo. Sin los premios este inmodesto y terco colombiano estaría en Colombia trabajando como maestrillo de filosofía y sin tiempo para escribir. Solo le pido a Dios muchos premios... pequeñitos, para que no me venga a joder la vida la perra, la diosa perra, la fama.
El Taller de Novela que abrí en la Editorial de la Universidad Veracruzana, al que llamé pomposamente "El poder de la imaginación" ha crecido tanto y han llegado personas tan interesantes, con proyectos tan llenos de buenos presagios, que he decidido dividir el grupo y abrir otro taller, que comencé a dirigir en otro sitio. La variedad de personas es grande, así como su formación, su edad, sus intenciones, pero en general hay un entusiasmo que me emociona. ¡Todavía hay personas para las que la literatura es una forma más elevada de vida, personas que encuentran un sentido superior en escribir!
Yo he decidido abandonar la escritura --la grafomanía-- por un año completo. Ya hay mucho escrito y en camino, de modo que no tengo apuros. Queda pendiente, como una hermosísima y arcana hembra que me espera en la cama de mis años de madurez, la reescritura de mi novela El sentido de la melancolía: 1111 páginas --a la fecha-- en las que de alguna forma quiero llegar a algunas conclusiones sobre la vida, el amor, las mujeres, la muerte, el erotismo, y sobre todo, la depresión. La d

----Lo que me suponía: bastó que se le concediera el premio Rómulo Gallegos a El país de la canela de William Ospina para que le cayeran como moscas la caterva de envidiosos a decir que la novela violentaba la historia, que estaba sobrecargada de adjetivos, que... etc. La novela es excelente y ya. Amigos envidiosos: celebren lo celebrable y pónganse a trabajar. De paso comentaré que a William se le preguntó el título de alguna novela recomendable de un colombiano. Mencionó La historia de Horacio, del querido y hondo Tomás González. También mencionó William a varios buenos escritores colombianos: no me mencionó a mí. ¿Conclusión? O no valora lo que hago o no lo conoce o cree que ya no soy colombiano sino mexicano. Como dice mi nieta Mariann no impolta. Yo no necesito que los escritores que yo aprecio me aprecien y respeten. Con que yo me aprecie y respete me basta. Un alto poeta y alto polemista, muy amigo también, de nombre Harold Alvarado Tenorio, se lanzó contra los escritores que ganan o aceptan premios. ¿Nunca has ganado un premio, nunca has participado en un concurso, nunca has aceptado una beca, querido y admirado Harold? Y no es cierto que la mayoría de los ganadores de premios escribamos para los premios. Falso: en general escribimos con serenidad de alquímico, y cuando pasa el pato, le disparamos. Tal es mi caso. Y no me arrepiendo. Sin los premios este inmodesto y terco colombiano estaría en Colombia trabajando como maestrillo de filosofía y sin tiempo para escribir. Solo le pido a Dios muchos premios... pequeñitos, para que no me venga a joder la vida la perra, la diosa perra, la fama.
---A otro tema: La luciérnaga. Me he aficionado a escuchar casi todos los días un programa radiofónico colombiano llamado La luciérnaga. Un equipo dirigido por Hernán Peláez, que cuenta entre sus miembros al escritor Gustavo Alvarez Gardeazábal y a una cantidad grande de músicos, humoristas, ciclistas, ministros y gente de toda laya, todos unidos por el entusiasmo y la alegria de vivir --incluso en un país tan dotado para la tragedia como Colombia-- hacen un programa diveridísimo, muy movido, en el que se tocan prácticamente todos los temas. El humor y la música le dan un ritmo alucinante. Por algo es el programa más escuchado de Colombia. A veces entrevistan al presidente Uribe, a sus ministros, a actores de cine, a escritores, y uno piensa que es un programa con línea abierta al mundo, luego uno se da cuenta que muchos de esos personajes que uno escucha son imitadores, excelentes imitadores. Asombra la erudición de Gardeazábal, que parece saberlo todo sobre todo. A mis 14 lectores les recomiendo que busquen en internet así: La luciérnaga, Caracol, Colombia...
A continuación voy a reproducir una columna periodística. En ella se menciona a Gustavo Álvarez Gardeazábal como una especie de oráculo de Colombia y a su hacienda como un lugar casi de peregrinación religioso-política...
El diario El Espectador reportó el domingo que el alcalde Alonso Salazar y el ex-asesor José Obdulio Gaviria, fueron en peregrinación hasta Tulúa. Han crecido más viajes de penitenciales a la ciudad del Tino Asprilla que al Santo de Buga. En la Villa de Céspedes reside Gustavo Álvarez Gardeazabal el periodista más influyente en el actual momento nacional. El recibe en su casa, ofrece su mesa a los recién llegados, oye sus cuitas, expone las propias y luego en La Luciérnaga dice algo si lo considera procedente. Oye y no adquiere compromisos, salvo lo que sea justo. Según el viejo diario de los Cano, hoy de don Julio Mario, el alcalde de Medellín y el ex-asesor, fueron a intervenir a favor del candidato presidencial Sergio Fajardo, con quién Gardeazabal “ha sido muy cáustico en sus comentarios”. (notas económicas de Humberto López, El Heraldo, El Mundo).
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