DIARIOS DEL DISCO DURO
marzo 02, 2011DIARIO COLOMBIANO (1)
En el disco duro de la computadora de mi oficina encontré una serie de textos con mis diarios de 1997. Los voy a ir publicando poco a poco. No estoy seguro de si los publiqué ya en este blog o no. El Descabezadero es ya tan grande que encontrar un texto es difícil.
Caminata por Bogotá y el acoso
8 de noviembre de 1997
Bogotá me recibe con un clima gélido. No dormí ni un segundo anoche, pero no tengo sueño. El viaje desde Xalapa fue sin tropiezos. Aproveché las horas en el autobús, en el aeropuerto y en el avión para escribir notas atrasadas. Por la tarde ya me hallo en el apartamento de la Nena, mi hermana, después de una larguísima caminata que terminó en el Cementerio Central, donde redescubrimos la lápida abandonada de mi padre (Marco Tulio Aguilera Camacho). Ya de regreso en el aeropuerto, recibo una llamada de un tal Ramón, que de alguna manera se enteró de mi llegada. Lo primero que me dijo fue: "Marco Tulio, yo lo amo a usted, yo me le abro de piernas, tengo preparada una recepción con un culito para ti. Mi vida es un sueño", dice. Luego pregunta cuáles escritores colombianos considero de calidad. ¿Qué es esto, una entrevista?, pregunto. No le colgué, seguí escuchándolo por una especie de disciplina o decencia. Puedo ser bastante tolerante. Dijo que me conoció hace muchos años en Cali, durante un viaje de hongos con el frenáptero Montaño Vivas. Tejió algunos recuerdos que yo supe también hallar. De un momento a otro comenzó con la cantaleta: "A mí me importan un culo tus premios, sé que has ganado muchos pero no me importan." Ramón, pianista y poeta, quería verme, insistía casi hasta el lamento. A veces arrastraba la voz de forma sospechosa. Entonces sospeché que estaba borracho o drogado. "Tengo una recepción preparada para ti". Le dije que por ahora no tenía ánimo para recepciones, que iba a descansar, a dormir, que al día siguiente haría un viaje a Subachoque, donde nació mi padre, que iría en bicicleta y que no pensaba asistir a fiesta o recepción alguna por ahora.
Ramón se despidió con compunción de niño mimado. Volvió a hablar en cinco minutos. Ahora su tema fue García Marquez. Dijo que estaba harto de GM y de la mitología que se tejía en torno a él, que preferia mis cuentos, a proposito, dijo, "desde que leí tu cuento Amor contra natura cambié de modo de caminar". Y es que el cuento trata de una relación amorosa y carnal entre un rinoceronte y un helicóptero y en ella el helicóptero sale algo escoriado de sus partes nobles (es decir, del agujero donde habitualemnte se pone el combustible). Me dio risa pensar en el músico que se sentía helicóptero violado por un rinoceronte, caminando patiabierto. "Para mí ese cuento fue básico". Súbitamente cambió de tema: "¿Recuerdas que vivimos los mejores días del río Pance juntos, te acuerdas que cominos hongos y fuimos dioses?" Si, le dije, me acuerdo, y en memoria de esos recuerdos acepté seguir escuchando al individuo. Y volvió a insistir : "A mí me importan un culo tus premios, a mí me interesa tu persona". Ya estaba comenzando a cargarme con la cantaleta. Insistió en lo de la recepción. "Yo soy pianista y tengo un amigo que canta, haremos un recital solo para ti". Le repetí que eso lo arreglaríamos la próxima semana pues todavía no tenía mi cabeza en orden y antes debía definir algunos negocios pendientes. Finalmene, tras cinco o seis llamadas y una vez que me porté descortés, colgó y no volvió a llamar. Entonces me dediqué a revisar casi un año de suplementos literarios. Hallé que yo había sido casi borrado absolutamente del mapa cultural de Colombia. Apenas hallé que se me incluía en un libro publicado en la Universidad de Waco, Texas, titulado Los escritores colombianos por sí mismos y que en una escueta nota se informaba del premio de Ciencia Ficción que vine a recibir a Bogotá. De resto, MT estaba ausente del todo. Eso me dio tristeza. Cierto, de alguna forma había ganado Mexico pero al costo de perder a Colombia.
Termino de escribir y escucho un disparo. Me asomo a la ventana. No veo nada. Bogotá está sucia, sucia, el aeropuerto es pequeño, sólo hay dos grandes periódicos en la capital, El Tiempo y El Espectador. Los demás son pasquines. El Siglo es apenas un tabloide con diez págias. El Espacio es un panfleto escandaloso que canta las glorias de la sangre y la carne.
Mi hermana y su amiga, la Mona, dos mujeres solteras, cercanas a los cuarentas, caminan con felicidad por las calles de Bogotá, jamás han sido asaltadas. No ven nada feo. Gozan de la ciudad, se apoyan la una a la otra. La Mona tiene un amante que la visita entre semana, mi hermana tiene su novio, el gringo teatrero Mike, que la visita una vez al año. Dos mujeres solas, que se han hecho fuertes frente al mundo. Mi hermana ha visitado el lejano oriente, el Amazonas, Alemania, gran parte de América. Es feliz en su independencia.
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