MONTERREY 42 GRADOS (MÁS MÁSCARA)
abril 17, 2012Pero antes les comento que Historia de todas las cosas y Agua clara en el Alto Amazonas están a la venta en Librheras, Xalapaños Ilustres, Xalapa. También en Hidalgo 9, Centro, Feria Permanente del Libro Universitario
Hice un lío con mis bártulos y salí al inclemente sol de Monterrey, 42
grados a la sombra, a buscar un cobijo mientras encontraba trabajo. El primer
sitio que hallé fue la casa de los ventiladores, donde un anciano vivía entre
vientos encontrados y decidió cobrarme más bien poco o nada, confiado en que yo
hallaría trabajo, pero la verdad es que yo tenía unos dolaritos guardados, y un
día el vejete me vio contándolos en lo oscurito: simplemente me mandó al diablo
y yo debí buscar abrigo en el primer sitio que encontrara. Que fue la casa de
Bartola, donde por una miseria yo tendría durante seis o más meses cama, lavado
de ropa y tres comidas y todo se reducía a tortillas, frijoles y café. La
habitación que me asignó Bartola, la déspota madre universal, era un cuatro
infecto de cuatro por cinco metros en la que convivían diez hombres de diversas
y más bien miserables cataduras. No había más espacio para las cosas personales
que bajo o sobre la cama, y quien tuviera algo de valor como un aparato de
radio, lo mantenía encadenado. No voy a describir la casa porque ya lo hice con
bastante detalle en mi novela Paraísos hostiles, cuyo título original
era Así es la vida. Si en alguna novela hice un esfuerzo
estilístico mayúsculo e intenté ajustar una estructura diferente y original fue
en ésta, que pasó casi desapercibida, no sólo porque el editor Jiménez Higuera,
el mismo que había lanzado Cuentos para después de hacer el amor con
tanto éxito estaba al borde de la bancarrota y todos sus entusiasmos se le iban
en perseguir a una santa a la que llamaba su secretaria, sino porque la novela
de alguna manera era difícil: tenía, tiene, casi 50 personajes, todos casi centrales, cada uno con su
historia. Los personajes eran, naturalmente, basados en las personas que
convivieron conmigo en aquella casa de miseria, y porque imbuido por esa
necesidad de trascendentalizar, quise convertirlo en una divina comedia, con su
cielo, su infierno y su purgatorio, su Beatriz y su Virgilio. Personaje de
alguna manera secreto cifrador de sentido de la obra es Bache, un escritor borrachín que estaba escribiendo una novela
cuyas partes estaban por ahí tiradas. Bache está inspirado en Juan Vicente Melo
y la novela que escribe, en la que reproduce la casa es La obediencia nocturna, novela
secreta, difícil, de culto en México. Paraísos
hostiles lo escribí en los tiempos de mi primera soledad en Xalapa, cuando
la ciudad pasaba meses hundida en la niebla. La voluntad de perfección fue la
que dominó esa novela: la idea de que debía buscar la palabra absolutamente
precisa, me hizo permanecer sentado seis o siete horas seguidas cada día,
pensando, calibrando, al punto que ya mis rodillas me ardían y fue necesario
improvisar un artil para escribir de pie, como lo hizo Hemingway. En una sola
página podría tardar varios días. Hay
solo una novela que podría haberme inspirado una multitud de personajes en un
solo espacio: La colmena de Camilo
José Cela, en la cual hay muchos personajes todos con su historia. Y el lector
no se pierde, como se pierde a veces en las novelas rusas, donde los
protagonistas tienen un nombre y cinco o seis apodos. La crítica fue parca, por
no decir ausente. Curiosamente sólo dos judíos exaltaron la novela, diciendo
que era un texto de alto valor: y Jonhatan Tittler, quien había sido jurado
conmigo y Donoso en el Concurso Jorge Isaacs. Una italiana, Francesca Gargallo,
dijo que era una novela machista. Y luego … silencio, silencio, silencio… lo
que no sucedió con Mujeres amadas, la
novela que dediqué a la Nauyaca, que sí recibió abundantísima crítica en
ocasiones muy entusiasta y a veces denigrativa. Por una parte dijeron que era
“la novela amorosa de la década”, por otra comentaron que inauguraba un nuevo
género, el de “sex fiction”. O no, me equivoco: lo de Sex fiction fue dirigido contra Las noches de Ventura, novela, segunda de la serie El
libro de la vida, en la que narré descaradamente mi vida de soltero durante
los primeros años en Xalapa.
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