LA CULPA LA TUVO BRAVO GARZÓN
mayo 29, 2012
Yo lo que quiero es ser más anecdótico y contar cómo lo conocí.
En 1979 Sergio Pitol y yo fuimos premiados en el Concurso de Cuento de La
Palabra y el Hombre, un concurso cuya importancia puede medirse por la calidad
de los autores premiados a lo largo de los años: Juan Villoro, Guillermo
Samperio y una larga cauda de los que entonces no éramos más que principiantes
y hoy formamos parte de la literatura mexicana y latinoamericana.
Entre los miembros del jurado estaba Eraclio Zepeda, quien en la fiesta de celebración, con sus alcoholes encima, le dijo al entonces rector Bravo Garzón (también con sus alcoholes encima): ¿Por qué no te traes a este muchacho a trabajar a la Veracruzana? (por entonces yo tenía 30 años, usaba pelo largo y botas de tacón altísimo).
A continuación Eraclio le hizo un resumen de mi curriculum de forma tan ditirámbica, que Bravo Garzón no tuvo más alternativa que decirme:
--Pues que se venga Marco Tulio a Xalapa. A ver a dónde lo acomodamos.
Pasada la fiesta, con mis 10 000 pesos del premio, regresé a Monterrey, donde yo trabajaba como un buey dictando 30 horas de traducción en la Facultad de Idiomas de Universidad Autónoma de Nuevo León, liquidé un asunto de amores con La Nauyaca, que ya llevaba varios años sin solución, vendí mis cosas, metí cuatro trapos en mi VW llamado Alimaña (comprado con el Premio que me dio ese mismo año la Universidad Juárez del Estado de Durango)... y me dejé venir a Xalapa.
Aquí me recibió en su casa el poeta Ángel José Fernández y luego me llevó a rentar un apartamento por el Macuiltépetl.
Cuando fui a visitar al rector Bravo Garzón me encontré con la sorpresa de que no me quiso recibir.
Y de pronto me veo en Xalapa, sin trabajo, con una pequeña reserva de dinero y en medio de una niebla londinense.
Tuvieron que pasar varios meses antes de que consiguiera trabajo haciendo adaptaciones radiofónicas en Radio Universidad y luego asistiendo a la Editorial de la Universidad Veracruzana, donde comencé desde abajo, gracias al apoyo de Sergio Galindo.
A partir de entonces sólo vi a Bravo Garzón en las noticias y me enteré de sus francachelas con Chateau Laffite, amenizadas por los conjuntos universitarios.
Me haya ignorado o no, le agradezco a Bravo Garzón el acto de haberme invitado a trabajar en la ciudad y en la institución donde he estado treinta y tres años.
Entre los miembros del jurado estaba Eraclio Zepeda, quien en la fiesta de celebración, con sus alcoholes encima, le dijo al entonces rector Bravo Garzón (también con sus alcoholes encima): ¿Por qué no te traes a este muchacho a trabajar a la Veracruzana? (por entonces yo tenía 30 años, usaba pelo largo y botas de tacón altísimo).
A continuación Eraclio le hizo un resumen de mi curriculum de forma tan ditirámbica, que Bravo Garzón no tuvo más alternativa que decirme:
--Pues que se venga Marco Tulio a Xalapa. A ver a dónde lo acomodamos.
Pasada la fiesta, con mis 10 000 pesos del premio, regresé a Monterrey, donde yo trabajaba como un buey dictando 30 horas de traducción en la Facultad de Idiomas de Universidad Autónoma de Nuevo León, liquidé un asunto de amores con La Nauyaca, que ya llevaba varios años sin solución, vendí mis cosas, metí cuatro trapos en mi VW llamado Alimaña (comprado con el Premio que me dio ese mismo año la Universidad Juárez del Estado de Durango)... y me dejé venir a Xalapa.
Aquí me recibió en su casa el poeta Ángel José Fernández y luego me llevó a rentar un apartamento por el Macuiltépetl.
Cuando fui a visitar al rector Bravo Garzón me encontré con la sorpresa de que no me quiso recibir.
Y de pronto me veo en Xalapa, sin trabajo, con una pequeña reserva de dinero y en medio de una niebla londinense.
Tuvieron que pasar varios meses antes de que consiguiera trabajo haciendo adaptaciones radiofónicas en Radio Universidad y luego asistiendo a la Editorial de la Universidad Veracruzana, donde comencé desde abajo, gracias al apoyo de Sergio Galindo.
A partir de entonces sólo vi a Bravo Garzón en las noticias y me enteré de sus francachelas con Chateau Laffite, amenizadas por los conjuntos universitarios.
Me haya ignorado o no, le agradezco a Bravo Garzón el acto de haberme invitado a trabajar en la ciudad y en la institución donde he estado treinta y tres años.
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