SUCEDIO EN EL HOTEL TEQUENDAMA (MÁSCARA...)
junio 16, 2012
Tras las deliberaciones en Cali, nos
trasladamos al Hotel Tequendama en Bogotá para las ruedas de prensa. Allí se me
adjuntó una chiquilla: regordeta, rubia, descaradilla, se prendió de mi brazo,
después de una reunión de los escritores con los alumnos del Colegio Stella
Maris, yo ya leí tu novela, Marco, y me gustó, sabes, yo quiero ser escritora,
me sorprendió la confianza con que me trataba, Donoso me miraba entre extrañado
y pícaro, ay, Garañón, caes en cualquier trampa, la verdad yo no sabía qué
pensar, tenía algo de ninfa escapada del ninfario, apenas acababa MT de
liquidar el asunto con Alejandra (le regalé mi placa de oro y le dije adiós,
como hacía tantos, ¿cuántos años?, quizás
cinco años, cuando salí de Colombia rumbo a Lawrence) y ya tenía a esa
infanta como pez piloto, hacía latir sin duda el corazón escondido de aprendiz
de sátiro, no sé si ya había inciado sus primeros ardores pero se portaba como
una Mesalina, y cuando terminó el evento me despedí de todos, pensando que la
criatura aceptaría la despedida, cosa que no sucedió, tomada firmemente, casi de
manera conyugal de mi brazo, ella también se despidió de todos, y ahí me ven,
al honorable miembro del jurado del Concurso Jorge Isaacs, tomando el elevador
con la dulce e inquietante compañía de esa que aún no llegaba a su plena
madurez. Lo primero que hizo al entrar a la habitación de cinco estrellas
del Hotel Tequendama fue decir casi esquemáticamente, por fin solos, se despojó de su exclusivísim blazer Liz
Clairbone, quedando en una tenue blusa que más que velar destacaba el latir de
su seno frutal y en una breve falda sastre de tablones escolares que no llegaba
a cubrir el inicio de sus largas medias caladas, se deshizo la trenza única,
lanzó las zapatillas de medio tacón contra las profusas lámparas sin atinarle a
ninguna (por suerte, me dije, adivinando ya desde ese momento que el lío era
más grande de lo que había imaginado). ¿Y qué hizo después? Comenzó sacar cosas
de mi maleta y a arrojarlas sobre la
cama mientras musitaba ajá, lo suponía, claro, prefectamente previsible (así
dijo, prefectamente previsible), parecía medio sonámbula estar buscando algo
muy previsto, y cuando halló precisamente la libreta de la que estoy copiando
este texto y cuando vio en la primera
página Diario del 18 de mayo de 1982 al
1 de marzo de 1983, dijo caricaturescamente ¡eureka!, y comenzó a leer.
¿Qué hacía MT en ese ínterin? Naa, absolutamente nada, nada más que mirarla. Se
sentó frente al espejo, al lado de la ventana y leyó en voz alta: “Primavera
del 82: Sólo escribir en el momento en que sienta la absoluta necesidad. Sólo
escribir lo que me produzca sentimientos intensos de nostalgia… Yo siempre
estoy dispuesto a pelear. Sólo falta que encuentre a una persona que quiera
hacerme frente…Dijo que el problema era que mis personajes no existían. Que
sólo yo hablaba… En casa de Bárbara Bláskowitz hubo tragedia sentimental… Me
encontré con Concha Chacón, mi princesa papanteca. El espectáculo natural de
sus saludables tetas no podía ser ocultado por la armadura casi medieval de un
heroico portabustos… Esperar que de la oscuridad, a partir de una chispa, se
abra la ventana que me permita acceder al mundo nocturno. .. 5000 metros planos
en 21 minutos 54 segundos”. Y aquí gritó, ¡vaya, un superhéroe! Y siguió leyendo: “Mi imaginación, en general
loca, se ha desbocado. Pienso que soy la gran figura de la literatura
latinoamericana… Me lavé la picha con aceite La Patrona”. (¡Comienza la acción!, exclamó). Luego leyó
los fingimientos de amor con Rowena Sunset Peláez (¡El diablito tiene su
corazoncito!, gritó). Después de dos horas de lectura solamente interrumpida
por las exclamaciones volteó a mirarme y dijo: ¡Que mujeriego, Dios mío, qué
mujeriego!, se cubrió el pecho con las manos y dijo teatralmente, mirando a
todos lados como la ratita que busca escapatoria, ¿ahora quién podrá salvarme?
Luego compuso el gesto y asumiendo el papel de diplomática investigadora
preguntó: ¿Le molesta al señor escritor que siga leyendo sus intimidades? Fingí
indiferencia: La criaturita puede hacer lo que se le dé la gana, siempre que
salga de esta habitación antes de que lleguen las autoridades y me acusen de
estupro. Entonces leyó, ahora de forma melodramática el reencuentro con Alex,
Alejanda, el relato de la pérdida de su pecho izquierdo, el sufriente acto de
amor o barata nostalgia en el Hotel Intercontinental Cali, y comenzó poco a
poco a ponerse seria, tan seria que terminó llorando: ¡Cómo pudiste hacerle eso
a Alejandrita! Eso fue un acto atroz, escritor, pero ¿sabes qué es lo peor? Que
hayas querido pagar la destrucción de su vida con el símbolo de tu gloria
literaria. Era el momento de acercarme a ella y explicarme, explicarle. No me
toques, no me toques, eres malo, dijo. Permaneció un rato respirando
profundamente, luego rió de manera desaforada (ese fue el momento en que pensé
que me hallaba ante un caso que ameritaba atención psiquiátrica, y qué hice? En
lugar de llamar a la recepción a pedir que se llevaran a una loquita que se
había metido a mi cuarto, me dediqué a exhibir mi corazón de Doctor Amóribus,
consultor erótico y sentimental. Cuando
estuvo tranquila permitió un fraternal acercamiento, un leve beso en las
mejillas, le acaricié la rubia cabellera
y entonces dijo: ¡Alto ahí, Micifus! A partir de ahí no supe qué hacer y dejé
que el asunto siguiera los cauces que el
destino quisiera. Señor, dijo, quiero hacerle una solicitud antes de retirarme.
Claro, hija, claro (era evidente que podría ser mi hija: ella 14, yo 33, como
en una canción de Leonardo Fabio). Quiero que el señor me deje escribir unas
paginitas en el libro de su vida. Interpreté sus palabras metafóricamente y
ello me llevó a la siguiente conclusión: Ahora sí estoy metido en el lío
fundamental, el nudo gordo. Pero no: lo que quería era escribir en mi libreta
de contabilidad, escribir literalmente. Y esto escribió. Voy a sintetizar: La noche transcurría ineluctablemente y el
ambiente se hacía pesado…El cobarde trataba de tocarla pero ella seguía rígida.
Le acariciaba el cabello como de trigo limpio… Se miraban al espejo, él le
acariciaba las mejillas con el dorso de sus dedos, ella hacía mm, mmm, mmmm,
jumm Ella comenzó a pensar que aquello era un sueño. Se asomó a la ventana y
pensó qué hermoso será pararme en el borde, abrir los brazos y volar.
¡Suicidio, Supermán, sálvame! Adorminscrowldt! Me llamo la Reina Cristiana y no
haré travesuras. Hablaron de hacer el
amor y no hicieron ni mierda. Ella prented la TV y él busca otras cosas que
hacer, ya no quiere acercarse, está asustado, quiere que la princesa abandone
el templo, ya no quiere salvarla de su espantosa virginidad. ¡Mujeriego! ¡Dios
mío, qué montón de mujeres! Alguien debería decapitarle su mala cabeza. Ella se
dio un lívido baño, abrió las llaves de la tina, al tina se llenó de H2O
caliente, morirá la hetaira sagrada como los nobles romanos. Se desnudó. Vio a
través del sutil vapor que el hombra la miraba haciendo rebotar su imagen
contra el espejo, se sumergió comenzó a soñar que un hombre con dientes
separados, barba y anteojos le hacía el amor, se miró desnuda bajo la
insuficiente complicidad del agua que la hacía MÁS gorda, el hombre se convirtió en agua y le
hizo el amor y ella, la princesita, sintó un cataclismo tan terrible que estuvo
al borde del desmayo y tras él sólo le quedó un ardor espantoso en el cuerpo,
la taquicardia y la angustia. Jesús, no quero arrepentirme de las cosas que
hago pero tampoco quiero arrepentirme de las que no hago. El hombre seguía
sentado frente al espejo. Ey, my friend, qué se siente tener a lady Godiva en
un cuarto del Hotel Tequendama y no poder hacerle el amor. ¿Por qué.por qué no
entenderá que no puedo, no puedo aunque lo deso. Si lo hiciera sólo lograría
sentirme basura y lo más posible sería que intentara de nuevo suicidarme.
0 comentarios