Gustavo Alvarez Gardeazábal, MT, Gabriel Ruiz y eminentes payaneses, tras el magnífico almuerzo que nos ofreció su majestad de La Luciérnaga
Estoy escribiendo este
texto en el aeropuerto de Cali. Ayer llegué a El Porce, finca de Gustavo
Álvarez Gardeazábal, después de recorrer gran parte del Valle del Cauca por
unas estupendas autopistas de seis carriles que fluyen entre kilómetros y
kilómetros de cañaduzales. Nos abrió el
portón un policía. Cientos de gansos circulando en oleadas, dos perros
gigantescos, grandes macizos de flores. El compañero de Gustavo, compositor e
integrante de un grupo de rock, me ayudó con las maletas. En medio de una extensa
plantación de caña, GAG recibe a sus invitados en una casa de madera, con aires
de gran señor Moctezuma, de señor magnífico, que agasaja a ministros y presidentes, a generales y
obispos. Los duros de Colombia lo buscan como si fuera un gurú. Gustavo es el
que lo sabe todo y para todo tiene solución. El programa radial La Luciérnaga,
del que es comentarista estrella, es escuchado en toda Colombia por congresistas
y sirvientas, taxistas y amas de casa y por todo el mundo. Se comenta la
cantidad casi inverosímil de información que maneja Gus y el poder de su lengua
corrosiva. Rememoramos entre carcajadas la escena hace 37 años cuando en su
apartamento quiso seducirme. Yo era un muchacho de 20 años, con toda la leche
adentro, que ejercía mi poder atlético, estudiaba
Filosofía y asistía al taller literario que dirigía Gus. Por aquellos tiempos
yo escribía 40 o 50 cuartillas diarias. Hacía un calor infernal y GAG propuso
quitémonos la ropa, lo que hice sin reserva, ignorante de sus gustos
particulares, pero cuando quiso ponerme una mano en el alto muslo, tomé su
muñeca frágil entre mis dedos y, con la fuerza de aquellos años del gran poder
la apreté mientras le decía: Qué pena, Gus, a mí sólo me atraen las mujeres. Ya
de regreso en el presente y en El Porce nos reímos los dos y se rió Gabriel
Ruiz, mi amigo de NTC y los otros dos
invitados, dos agradables popayanejos, políticos o ex políticos. Uno de ellos
contó que los de la FARC le habían hecho un atentado y que en su patio en medio
de la oscuridad recogió los dedos de sus guardaespaldas. Y contó que lo tuvieron
secuestrado 40 días, amarrado a un árbol en la selva del Putumayo y que cuando
se portaba mal los guerrilleros lo metían a un hueco en el suelo y allí lo
dejaban varios días sin comer ni dormir. Contó también que después de los
primeros 40 días todas las mañanas emprendían camino por horas y horas entre
los laberintos de las selvas más espesas
y húmedas del mundo, él y otros veinte secuestrados, con cadenas al
cuello, en una fila doliente, cansina,
lamentable, como galeotes, y que antes de iniciar la jornada les daban una
bolsa de plástico que contenía medio kilo de lentejas cocinadas y que al caer
la noche se detenían a descansar y a comer sus lentejas, que ya por entonces
estaban agrias y fermentadas.
Los colombianos cuentan
atrocidades con tranquilas sonrisas en los rostros. La violencia es parte de su
cotidianidad.
A Gustavo se le ve
saludable, lozano, alegre, muy dominante y sin embargo agradable. Yo había
programado la visita a El Porce pero el aplazamiento de la entrega de los
tiquetes me hizo excluirlo de mi agenda. A última hora me mandó un mensaje:
Quiero verte antes de morir. Recordé que
eso mismo me había dicho José Donoso hace varios a cuando me llamó desde el DF:
Garañón, quiero verte antes de morirme, ven a visitarme. No lo hice. La llamada
la recibí un 24 de diciembre y francamente me dio
pereza afrontar un viaje intempestivo en semejante fecha. Poco después murió. Y
recordé también que eso mismo le dije a García Márquez la última vez que pude
hablar con él por teléfono: Gabriel, quiero verte antes de que te mueras tú o
me muera yo: has sido una persona muy importante en mi vida. Gabo permaneció en
silencio, escuchando con el auricular en la mano (conjeturo que estaba solo en
su casa, pues respondió él mismo el teléfono, lo que no hace habitualmente). No
colgaba el teléfono y yo seguía esperando su respuesta. Gabriel, ¿no quieres
hablar conmigo? Silencio. Esperé un instante. Luego le dije: don Gabriel,
adiós. Y sentí que ese adiós había sido definitivo.
Del encuentro del Club de
Ególatras Disociados se me olvidó comentar un asunto. Cuando se hablaba de la
enemistad entre el enano Umberto Valverde y yo, escuché que se decía que había
sido motivado por el hecho de que yo le había quitado una mujer. Decidí aclarar
públicamente el asunto: La verdad es que la animadversión comenzó cuando él
organizó un concurso de cuento en la Universidad Santiago de Cali. Yo participé
con tres seudónimos femeninos y me gane primer, segundo y tercer premio. Ello
enfureció a Valverde, quien días antes había pregonado en una columna de El
País, que había descubierto a tres grandes escritoras vallecaucanas. La
sorpresa vino cuando Valverde abrió las tres plicas y halló mi nombre tres
veces repetido. Entonces escribió en El País una contra columna hablando del
oportunismo del autor y de su marrullería. A esa columna replicó Gustavo,
acusando a Valverde de ser un enano
envidioso que no sabía reconocer el talento de un muchacho que estaba comenzando
a escribir.
Regreso un par de días
atrás: En la reunión con los ególatras me porté algo tímido, según Medardo. Al
principio varios mostraron sus armas retóricas, su erudición, rememoraron sus
experiencias conmigo o la lectura de mi primera novela, me elogiaron sin medida
(esa idea de que soy un escritor conocido en todo el mundo me hizo gracia pero
no la desmentí, supongo que por interés).
He estado mezquinado mis libros porque temo no queden para los editores,
pues mi intención es negociarlos. En España no me ocupé de esto porque sabía
que era inútil. Los editores ni siquiera me recibirían. Supongo. ¿Será que en
el fondo en lugar de justipreciarme, me menosprecio? ¿Ocultará mi complejo de
superioridad un complejo de inferioridad, como dijo Jung?
2 comentarios
NTC ... Álbum con fotos del encuentro en EL PORSE:
ResponderEliminarhttps://picasaweb.google.com/111515077843964359836/GardeazabalYGarramunoElPorseTulua14Nov2012#
No pude evitar ir al explorador y buscar el programa... mismo que ahora escucho. Gracias!!! me encanta leerlo.
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