La invención del amor: Premio Alfaguara 2013
junio 26, 2013
Cuando le
regalé mi novela Mujeres amadas al escritor español José
Ovejero durante la presentación de La
invención del amor en el DF le dije: “En esta novela mía encontrarás
algunas frases e ideas idénticas a las que usas en tu novela”. Habrá que
agregar que son frases por las que no vale la pena disputar primicias pues son
lugares comunes tan manidos, que parecen de telenovela.
La invención del amor: protagonista: cuarentón hundido en
una desidia y una desesperanza muy comunes en la España de hoy, con pocos
intereses laborales, intelectuales y afectivos. Dice el protagonista: “El mayor
enemigo de la felicidad no es el dolor, es el miedo. Para estar realmente vivo tienes
que estar dispuesto a pagar un precio por lo que obtienes. Y ahí es donde yo
fallo. Me estoy volviendo perezoso; me cuesta pagar para obtener y tiendo a
conformarme con lo que me sale gratis, es decir, con poca cosa.”
Con respecto
a su afectividad dice: “Siempre he evitado la palabra amor”… “Pero yo no tenía
ni tengo la impresión de perseguir a las mujeres, de empeñarme en seducir a una
tras otra, de conseguir acostarme con ellas con el deseo de abandonarlas
después. Me entrego a una relación no como un coleccionista sino como un investigador.
Es sólo que las plantas se me dan mal, que no acabo de acostumbrarme a la
continuidad de los afectos.” Y agrega: “A mí me gustaría una mujer que no
pronuncie palabras como siempre, nunca, todo, sólo. Una mujer que se me
entregue en parte, que sabría poseedora de algo que yo no tengo, que es suyo, una
mujer por tanto con la que no poder entrar en una tibia simbiosis”. Una de sus mujeres le dice: “A ti las mujeres
te duran lo que a mí los kleenex.”
Con un
estilo de vida bastante elemental, diríase utilitario, sin valores, va dejándose
llevar por la existencia este solterón desencantado de todo, en una España
también desencantada, tomada por los inmigrantes, asolada por los paros
laborales y el mal gobierno. Vive entregado a esa desidia de vivir al arbitrio
de la inercia, hasta que de pronto, el protagonista, gracias a un malentendido,
halla la oportunidad de inventarse una
nueva vida y un nuevo amor. La mentira en la que se basa la intriga de la
novela (el romance con una mujer muerta) es divertida mientras pueda sostenerse como un
gato en sus cuatro patas: lo que logra hábilmente el protagonista y también el
escritor.
Novela muy
legible, muy tipo Alfaguara (obras fácilmente digeribles por el lector medio,
fácilmente traducibles, y que se pueden comprender en cualquier país; obra (obras), sin
sutilezas literarias, erudiciones acojonantes o exhibición de recursos
retóricos sofisticados; obras sin saltos estructurales o temporales, obras que
podrían convertirse en guiones cinematográficos con enorme facilidad). Lo que,
aclaro, no considero vituperable: tales obras son parte de la famosa viña del
señor.
Con todo y
lo anterior, La invención del amor es una obra disfrutable de principio a fin, en
la que fácilmente se notan las huellas de un buen lector de Coetzee y de Javier
Marías (Ovejero usa muy bien un recurso que Marías lleva a extremos casi
intolerables, particularmente en Los
enamoramientos, recurso que consiste en dejar que en medio de una escena
convencional se disparen inverosímiles monólogos interiores que llegan a ser
aún más absurdos porque -no sé si me exceda al decir esto- están escritos con
prisa, desmadejadamente…. Cosa que no sucede con Ovejero que escribe (redacta)
bien, aunque a veces sus imágenes son burdas, casi escueleras y su prosa
bastante rústica.
La caracterización
es tan débil que a veces uno se pregunta, al ver aparecer a un personaje no muy memorable, “quién es éste”:
les falta color y sabor. Lo que se narra se narra casi como un informe, todo es
escueto, directo; lo que supongo es una característica del thriller (género que no leo y del que tengo nociones bastante
elementales).
Hay momentos
en los que el protagonista logra hacer que su mentira, su gran invención, cuaje
plenamente. La mujer muerta cobra plena
y palpitante vida cuando la madre del protagonista la acepta con naturalidad
(lo que no se puede desarrollar plenamente en esta reseña sin vulnerar el
tenso, inteligente tejido de la trama).
Hay algunas
reflexiones interesantes sobre el amor. El protagonista es un don Juan
investigador que pasa por sobre las mujeres con una leve curiosidad y luego las
abandona. “Todos somos conscientes de que no conocemos a los demás. Compartimos
nuestra vida con extraños. Podemos vivir durante décadas con alguien y no saber
qué siente de verdad cuando dice “te quiero.” (Es notable el manejo de tópicos
bastante resobados sin someterlos a alquimia alguna).
Desfilan por
la vida y por la memoria del protagonista varias mujeres que dejan apenas un retazo
de recuerdo. “Angelina desde la
experiencia que le daba ser dos años mayor que yo, decía que yo nunca tendría
una relación duradera porque para mí las discusiones eran un engorro innecesario,
algo de mal gusto y que consideraba preferible evitar”.
Hay tres
datos que hacen altamente inverosímil la
novela: 1, que el protagonista pueda sostener una mentira tan grande como es el
hecho de presentarse ante los parientes de la mujer como el amante de una
persona a a la que nunca conoció; 2, que súbitamente pueda comprar una empresa,
cuando antes apenas ganaba lo suficiente para sobrellevar la crisis; 3, que de
pronto se descubra enamorado de la hermana de la muerta, cuando antes apenas si
le había mostrado una leve simpatía…Pero: he aquí el detalle nodal del asunto,
la clave: lo que estamos leyendo es una novela, es decir, una invención… que lo que pretende es divertir, sin enseñar:
es pues un divertimento y como tal resulta válida. Es decir: se trata de una
novela que se debe leer como un buen truco de magia, no como una obra trascendente
que nos va a enseñar algo fundamental sobre la naturaleza humana. Leída así, la
novela vale. Bastante. Es una buena metáfora de una frase que la humanidad
lleva siglos pronunciando: el amor es un invento.
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