­

Atrapado en el DF y otras muinucias

junio 24, 2013

MT tratando de explicar a la fauna de poetas y explicarse, qué es la novela que acaba
de terminar: Sin máscara frente al espejo
Ya de regreso en Xalapa (tras estar encerrado en el Hotel City Express  en el DF varios días sin poder viajar a causa de la tormenta tropical en curso) hago mi inventario de actividades recientes: Encuentro de escritores  Hispanoamericanos en Tlanepantla: agradable evento, casi todos eran poetas, cómplices unos de otros, que se la pasan de festival en festival (como escribió Goussen).
Dicté una conferencia o charla sobre mi novela recién terminada, Sin máscara frente al espejo, que creo estuvo más o menos bien.
El día anterior había asistido a la presentación de La invención del amor, novela de José Ovejero, en la Gahndi, donde compré Esperando a los bárbaros de Coetzee. Hablé con Ovejero y le dije (sin mala leche) que en su novela recién publicada hay frases idénticas a las que aparecen en mi novela Mujeres amadas (pura coincidencia: los dos incurrimos en o usamos los lugares comunes propios del amor). Ovejero tiene una personalidad muy agradable, sin enfatuamientos o poses, viste de forma sencilla, habla con evidente sinceridad, no quiere deslumbrar como Vila-Matas (Ovejero respeta a sus lectores y a los que asisten a sus presentaciones --antes de verlo en el DF lo había visto en el Hay Festival Xalapa y me causó la misma impresión de integridad y sencillez).
La fauna casi completa de los poetas: Maya Lima, organizadora,  al frente; MT atendiendo una
llamada, atrás

Regresando de Tlanepantla estuve encerrado, como dije antes,  tres días en el hotel City Express en el DF esperando que pasara la tormenta tropical que tenía anegada la carretera rumbo a Xalapa. 

Aumenté tres kilos en tres días, lo que me sucede habitualmente en el faranduleo literario.
En el viaje terminé de leer La invención del amor, novela de José Ovejero e inicié la lectura de la novela Como en Cuba, de Guillermo Goussen Padilla, novela que me trajo muchos recuerdos de Nicaragua, donde pasé la fiesta de fin de año con los comandantes sandinistas en plena celebración de su triunfo (recuerdo la buena impresión que me causó Humberto Ortega y la desconfianza que me suscitó Daniel; recuerdo que le tiré accidentalmente un vaso de licor al Comandante Cero). 
Por fin hoy sábado pude hacer el viaje del DF a Xalapa y en el trayecto inicié la reseña del libro de Ovejero, que me pareció de excelente lectura aunque no sea gran literatura. Se agradece que un Premio Alfaguara se pueda leer, después de tantos libros (que me parecen) fallidos. 
Rescatable de los Premios Alfaguara me parece Diablo Guardián. Aunque tenga que confesar que leí un libro posterior del mismo autor y me pareció soberanamente mediocre. Con decirles que ni me acuerdo del título.
Pero eso sí, el peor Premio Alfaguara fue el que le dieron a La piel del cielo, de Poniatowska, no sólo porque me quitó los 175 000 dólares (en la final su libro estaba compitiendo con mi novela El amor y la muerte) sino porque el libro de la princesa Poni era pésimo. Y si no creen, investiguen cuántas reseñas hicieron del libro de ella: dos en México; y cuántas hicieron de mi libro en varios países: 50, todas positivas.

RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores