La materia del deseo del novelista boliviano Edmundo Paz Soldán
julio 23, 2013
Novela con un protagonista escindido entre Bolivia y Estados Unidos. El hombre es un clean cut
profesor de la Universidad de Madison, que se enamora de una alumna norteamericana,
huye de ella, regresa a Bolivia –a Río Fugitivo, ciudad que visitan varios
libros de Soldán— a buscar las huellas de su padre, un revolucionario, un
novelista, una criatura de misteriosas actividades, que fue asesinado. El
protagonista se siente desgarrado entre una vida de apariencias, droga, mujeres
y trago, y una vida de honestidad y disciplina, a la que aspira inútilmente: es
demasiado vanidoso, demasiado hedonista para asumir una causa con seriedad: ni
el amor ni el deber ni la vocación calan hondo en él, y por eso su vida, de
aparente triunfador, es la de un fracasado, que se sabe fariseo, falso,
fingidor...
Esta novela, para bien o para mal, inaugura un tipo de obra: la que utiliza indistintamente —sin cursivas— el inglés y el español: va dirigida pues, a un lector bilingüe, que cada vez es una proporción mayor, con esto de la globalización (de la cual es parte el proceso de absorción de “los autores importantes” por parte de editoriales poderosas, trasnacionales, que venden los libros como productos de consumo masivo y que manejan a los autores como productores a destajo).
Esta novela, para bien o para mal, inaugura un tipo de obra: la que utiliza indistintamente —sin cursivas— el inglés y el español: va dirigida pues, a un lector bilingüe, que cada vez es una proporción mayor, con esto de la globalización (de la cual es parte el proceso de absorción de “los autores importantes” por parte de editoriales poderosas, trasnacionales, que venden los libros como productos de consumo masivo y que manejan a los autores como productores a destajo).
Estructuralmente
bien armada, efectiva, tiene sus ángulos de thriller, sus escenas “fuertes”,
sus líneas editoriales —que llegan a molestar—, posee también un ligero defecto
estilístico que sólo podrá notar quien exija demasiada pulcritud en el estilo y
quien tenga un conocimiento solvente del inglés: a veces uno cree estar leyendo
una novela escrita en inglés y traducida demasiado literalmente al español.
Para bienestar del escritor, los lectores contemporáneos, la mayoría,
entenderán esto como una virtud, y no como un defecto: el español parece ya no
ser del todo la lengua del autor, quien asume al imperio como la madre a la que
en verdad aspira.(Veamos esta frase: “La medida del amor la da la ausencia o no
del cálculo, del razonamiento”. Tuve que leerla varias veces y volverla a
redactar en mente: “La medida del amor la da la ausencia de cálculo”.
Suficiente. Lo demás es ruido. Obviedad. Estática. ¡Eso es! Falta de trabajo
estilístico. Taller vil, vulgar y elemental. Eso es lo que le falta a esta
buena novela mal escrita.
Con el regreso
de Pedro, el protagonista, a Bolivia, la
novela va creciendo, involucrando personajes interesantes: una vieja amante, el
capo del narcotráfico en el país y otros. La novela crece sin perder el
control, el ancla, que es Ashley, la amante norteamericana. Pedro se va
enredando cada vez más en Bolivia, se compromete a corregir el manuscrito de
las memorias del capo... Ashley va esfumándose, Estados Unidos va quedando en
la sombra, frente a una Bolivia llena de problemas, que sin embargo es más viva,
más real. El final de la novela es totalmente abierto: nada se soluciona, nada
se ata, nada se concluye, lo que puede ser un valor o un disvalor: ir sembrando
nudos para no destramarlos es una solución fácil, pero quizás más fácil, más
mentiroso, sería desentrañar el crucigrama. La realidad, eso que llamamos la
realidad, tiene más de misterio que de solución, y por ello el final de la
novela —novela que es la historia de una angustia y un misterio— es más
coherente que un happy end.
Quizás lo que
haga poco convincente esta novela (poco convincente para mí, aclaro) sea el
hecho de que todos los personajes hablen de manera semejante, sin color
personal, sin verdadera identidad (pero aquí yo me pregunto: ¿será acaso que yo
este queriendo otra novela, otro tipo de novela? ¿Será que yo quiero una novela
“literaria”, con hallazgos, inteligente, y no un producto multinacional,
insípido, que utiliza como pretexto de identidad la temática boliviana... En
esta novela hay algo que se le critica mucho a los imitadores del realismo
mágico: ese exotismo, que tanto atrae a tantos extranjeros, particularmente a
los gringos y a los europeos, especialmente a los alemanes.
La desgarradura
de Pedro Zabalaga, que no se atreve a
entregarse a la irresponsable y encantadora Ashley, su alumna, por temor a
perder su puesto en la universidad, llega a conmover, no así la nostalgia por
una Bolivia que suena distante y falsa. Pedro se convierte en Don Juan, que con
una mujer tras otra, intenta borrar a Ashley.
Un detalle
importante, telenovelesco en el mejor sentido del término: la novela relata dos
historias paralelas:Bolivia y Estados Unidos, y en ellas, las mujeres, la
política, etc. Esta alternancia está muy bien manejada, deja en supenso el
hilo, particularmente el de la relación con Ashley, que es el conductor, lo que
le da coherencia a la novela.
¿Qué queda tras
la lectura? Primero, el entretenimiento: el relato sostiene la atención y
absorbe; luego una pálida y diluida comparación entre circunstancias, la
boliviana y la norteamericana; finalmente, una buena historia de amor, de amor
insatisfecho, que recuerda el final de Loilita de Nabokov y el de tantas
novelas, el de tantas vidas, en las que el amor no es más que una novela que
nos tejemos a nosotros mismos mientras nos resignamos a vivir una realidad
menos que novelesca. Un balance: Paz Soldán es un buen escritor que vale la
pena leer. Dos obras de él lo atestiguan. (Recuerdo la lectura de Sueños
digitales http://mistercolombias.blogspot.mx/2011/10/suenos-digitales-de-edmundo-paz-soldan.html). Queda la duda de su densidad, de su peso específico. Es
detestable —pero también inevitable— la frase que voy a escribir: espero algo
de mayor coraje en el próximo libro de Paz Soldán que caiga en mis manos. Por
lo pronto esta nota ha hecho que Paz Soldán (a quien conocí en una Feria del
Libro de Bogotá hace varios años, cuando presenté mi novela El amor y la muerte http://mistercolombias.blogspot.mx/2007/12/el-amor-y-la-muerte_14.html ) me deteste. ¿Tenía que decir mentiras para conservar su amistad? La
cortesía no es una virtud que me adorne. La considero más bien un defecto
terrible que prefiero dejar a los demás.
Una frase quizás pueda congraciarme
con él: es el mejor novelista boliviano que he leído.
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