El castillo de Kafka está en Xalapa
agosto 31, 2013De
los archivos secretos del disco duro
Músicos callejeros en Madrid, octubre 2011 |
Recientemente tuve ocasión de
acompañar a una persona a dos citas
a la clínica 22 del Seguro Social.
La experiencia es sin duda conocida y soportada por muchos y sin duda
habrá quienes ya la acepten como un mal necesario. En la primera ocasión, a más de que perdiéramos la cita, la grúa se
llevó el coche, de modo que el malestar
fue doble. Imaginen ustedes 25
consultorios y ante cada consultorio entre cinco y veinte personas. Imaginen
que llega la hora de la primera cita y el doctor no aparece. No aparece un
doctor, dos, o tres, no aparece ninguno de los 25 doctores que deberían estar
allí por respeto a su propia ética profesional y a sus pacientes. Una hora más
tarde llega una enfermera o algo así y dice con voz de sargenta: “Todos los
pacientes de los consultorios del uno al 25 van
a ser transferidos a los consultorios 40 y 41, donde habrá dos médicos que los atenderán.” Imaginen el
caos. A ver, ¿quién llegó primero?
¿Y saben ustedes la razón por la cual los 25
doctores no atendieron a su deber? Porque estaban en una conferencia o junta o
vaya a saber. Increíble, el irrespeto. Y tal vez aquello fuera medio pasable si
sucediera una vez al mes o al año, pero resulta que en las dos ocasiones en que
fui al Seguro fue igual: los mismos argumentos. Imaginen ustedes a cien
personas esperando que dos doctores —dizque doctores— los atiendan. Deben
esperar en ocasiones tres o cuatro horas. Y a más de ello, cada uno con su
dolencia.
Este
tipo de asunto es una vergüenza. ¿Es que no hay autoridad, no hay orden, en una
institución que se lleva gran parte del presupuesto nacional? ¿Por qué hay que
hacer fila? ¿Por qué no se puede hacer una cita por teléfono? ¿Por qué no
atender a una hora precisa? En Unidos si un doctor retarda una cita una hora,
puede ser sujeto a proceso judicial.
¿Por qué están tan atrasados en el seguro? Los expedientes cuelgan
desidiosos y amarillentos en infinitos anaqueles. México, que en ocasiones se
pregona casi del primer mundo, ya debería tener automatizados sus procesos,
computarizados.
Lo
que tienen que soportar los pacientes de la clínica 22 del Seguro Social
—no puedo asegurar que lo mismo sucede
en todas pero suponerlo sí que lo puedo— es realmente kafkiano: nadie sabe las
razones, nadie se explica, nadie lo arregla, y siguen llegando las filas de
dolientes a aquel castillo para que
un señor que cuando llega el turno al
bien llamado “paciente” ni siquiera lo mire a los ojos, le haga un par de
preguntas, le palpe aquí y allá y en diez minutos lo despache para su casa con
una receta de medicamentos que quizás muy poco tengan que ver con la enfermedad
y mucho con la débil memoria de un “doctor” que en general debe de recetar lo
mismo al noventa por ciento de los pacientes.
Esto sucedió hace diez años. Según parece sigue sucediendo
Lo siguiente es cantado:México lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido e t c é t e r a.
y
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