El libro de Peter Broad sobre MT y su obra
agosto 26, 2013
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Con Sergio Pitol en 2009 |
Este es el primer capítulo de un libro escrito por Peter Broad, cuya publicación fue rechazada por la Universidad Veracruzana.
Nació en Bogotá el
27 de febrero de 1949, segundo de los siete hijos de Marco Tulio Aguilera
Camacho y Ruth Elizabeth Garramuño Candiotti.
Su padre, natural de Subachoque, era médico cirujano, una persona muy
importante en los círculos de la medicina en Bogotá y miembro de una familia
pudiente en la sociedad colombiana. Su
madre, casi veinte años menor que su padre, era de origen argentino, de una
familia de educadores.
En una entrevista
publicada en la revista Hispanic Journal, Aguilera Garramuño dice de su
padre:
«[R]epresentó en su época–a fines de los 40 y principios
de los 50–la encarnación más acrisolada de la elite científico-cultural
bogotana. Estudió medicina y cirugía en
Oxford y Rochester, fue presidente durante muchos años del Colegio de Médicos y
Cirujanos de Colombia. Pasaba su vida en
las aulas, en el quirófano, en los hospitales y en viajes de conferencias y
congresos. Para los hijos fue una figura
mítica, de la misma forma que lo fue para quienes lo conocieron. Hombre de una disciplina militar, se
levantaba todas las mañanas a las cinco y se bañaba con agua fría. Vestía ropas cosidas exclusivamente para él
en Londres» (Erotismo como razón... 235).
En la misma entrevista dice
de su madre que:
«Nació en Río Cuarto, República Argentina [en el acta de
nacimiento de Aguilera Garamuño consta que era natural de Arroyo Seco], ...
y se formó dentro de una familia de pedagogos de clase media bastante culta,
aunque en ocasiones intolerante. Mi madre fue la raíz de nuestra familia, pues
a mi padre muy poco lo veíamos.»
Y, al caracterizar su herencia, agrega: «De uno y otro lado hay una gran turbamulta
de sangres mezcladas. Mi padre tenía
sangre castellana, judía, chibcha. Mi
madre tenía sangre italiana, vasca y patagona.»
Toda esta familia, el carácter del padre y la cultura de la madre, se ve
fielmente retratada en la que sería la tercera novela publicada de Aguilera
Garramuño, El juego de las seducciones.
De niño, en vida
del padre, Marco Tulio vivía la vida de un hijo de padres pudientes. “Fue en su infancia a los mejores colegios de
paga. Cuando se hizo adolescente ya
manejaba autos y disfrutaba de casas de campo así como de toda la gama de
caprichos que se les ocurre a los niños bien, cuando saben que todo está en
pedir” (Flores).[1] Pero, después de la muerte de su padre, el
mundo de la familia Aguilera Garramuño cambió de forma radical.
De una forma muy
parecida a la narrada en la novela citada, fueron a parar, después de una serie
de peripecias, a San Isidro de El General, Costa Rica. Allí estudió el joven Marco Tulio el
bachillerato en ciencias y letras en el Liceo Unesco, donde se graduó en
1966. Después, también en San Isidro, se
tituló como Maestro de Enseñanza Primaria en la Escuela Normal de Pérez Zeledón
en 1969.
En San Isidro la
familia Aguilera Garramuño habitaba una casa de madera, cuyas particulares
características entran no sólo en la novela mencionada sino también en varios
cuentos, como “La historia de un orificio” y “Clemencia, ojos de cierva.” En esta casa, dice en la citada entrevista,
“siempre hubo libros, buena literatura, gracias a la afición algo desmedida de
mi madre. Leí todo Dumas, Salgari,
muchos franceses, Dostoyevski, en hermosas ediciones de papel amarillento y que
estaban impresas a dos columnas. Hacia los diecisiete había leído, con gran
emoción, a Henry Miller, Las mil y una noches, sin censura, en
traducción de Sir Richard Burton; Tolstoi, Conrad, D.H. Lawrence, etc.”
(238-239). También sufrió desajustes
emocionales (permaneció recluido en su habitación un año entero, sin querer ver
a nadie) que logró dominar, pero que le proporcionaron materia para su
literatura. Siendo algo mayor, también
encontró material literario en la experiencia de su trabajo como peón y timekeeper
en la construcción de la Carretera Panamericana de Costa Rica. Esta última experiencia le suministró
muchísimos datos para su primera novela, Breve historia de todas las cosas. Esta novela, con la que ganó el Premio
Nacional de Novela de Costa Rica en 1979, se sitúa exclusivamente en San Isidro
de El General y, como ha afirmado en más de una ocasión, es más bien una transcripción
de sus observaciones y recuerdos, no el producto de la invención literaria.[2]
De Costa Rica
Aguilera Garramuño regresó a Colombia a estudiar en la Universidad del Valle en
Cali. Allí, compartiendo alojamiento con
su hermano Jorge, estudiante de medicina, cursó la carrera de Filosofía,
mientras se dedicaba al atletismo como corredor de fondo, e inició su carrera
de escritor.[3] Publicó algunos cuentos en la prensa local en
Cali, y escribió constantemente: “Entre los 20 y los 25 escribía hasta tres y
cuatro cuentos diarios” (Peláez González).
En 1970 fue primer finalista del afamado concurso de la Felguera,
España. También en estos años conoció a
Adolfo Montaño, quien aparecería años más tarde como el protagonista Adolfo
Montañovivas de la novela Los placeres perdidos, y quien encarna el ser
para el que Marco Tulio inventó la palabra frenáptero (mente alada) tan
central en el vocabulario personal del escritor.
Los estudios de
Filosofía en Cali han tenido un efecto notable en lo que escribe Aguilera
Garramuño. En la citada entrevista
indicó:
«Recuerdo y recurro frecuentemente a los recuerdos de mis lecturas
de Heráclito, Platón, Schopenhauer, Nietzsche.
Tales lecturas me han servido para tener una concepción menos plana de
la literatura, para buscar algo más allá del relato. Incluso en mis textos aparentemente más
ligeros, quiero suponer que hay una concepción del mundo o por lo menos una
visión particular» (239).
Aparte de la obvia influencia sobre la concepción del mundo que se
aprecia en su narrativa, los estudios filosóficos también le sirvieron cuando
decidió publicar bajo seudónimo una serie de libros de filosofía popular.[4]
Breve historia
de todas las cosas apareció publicada en Ediciones La Flor en Buenos Aires
en 1975 y fue elogiada de forma entusiasta por críticos de la talla de John
Brushwood, Seymour Menton, Wolfgang Luchting, Raymond Williams, Germán Vargas,
y por gran número de escritores, entre ellos Gabriel García Márquez. En el mismo año de 1975 Aguilera Garramuño
terminó su licenciatura en Filosofía.
Hay varias versiones de por qué salió de Colombia en este momento, pero
no se contradicen. Una de ellas afirma
que recibió una oferta para ir a trabajar y estudiar a la Universidad de Kansas
en Lawrence. La otra versión dice que,
tras terminar apresuradamente su carrera (con una tesis que tituló
“Fenomenología de la creación Literaria.
Introducción a mi narcicismo”) y después de perder su trabajo de
profesor en el Colegio Los Cedros del Líbano, estaba en la más absoluta
miseria, habitando un cuarto desastroso en el segundo piso del Grill Las
Escalinatas. Estaba pues, en una
situación sin salida y por ello aprovechó la oportunidad para salir del
país. La versión que explica por qué se
dedicó a la literatura es la siguiente:
se había entrenado para ganar una carrera importante de diez mil metros
planos. “Recuerda que su condición
física era insuperable, pero ésta nada pudo contra la experiencia de otro
corredor llamado Humberto Carvajal, quien administrando sus fuerzas lo dejó ir
adelante, para dejarlo atrás en los últimos instantes de la justa”
(Flores). Tras el fracaso, abandonó su
carrera atlética y se dedicó por completo a la literatura.
Lo cierto es que
mientras estudiaba en Cali conoció al profesor norteamericano Raymond Williams,
quien le ayudó a conseguir un puesto como “Teaching Assistant” (un tipo de beca
para estudios de posgrado donde se le paga al estudiante un salario mínimo por
impartir clases de bajo nivel) en la Universidad de Kansas. De allí la versión que dio en una entrevista
que le hicieron para La Gaceta II de Cali cuando se supo que se
iba. A la pregunta “¿Por qué te vas de
Cali?” respondió:
«Uno: terminé mi carrera de Filosofía y no he podido conseguir
trabajo. Dos: recibí una buena oferta
para dictar clases en la Universidad de Kansas y quiero tomar distancia con
respecto a una serie de vivencias que pretendo novelar. Tres: el ambiente de Cali está dominado por tres o
cuatro mediocres a los que obligadamente hay que ver en todas partes. Cuatro: porque quiero adelantar mis estudios
y formarme como crítico. Cinco: ya estoy
aburrido de los ritos caleños: la Feria de Cali,los campeonatos de salsa, las
notas sociales y sobre todo la falta de solidaridad entre los que nos dedicamos
a la misma profesión. Y seis: voy a
iniciar la colonización del imperio yanqui, a construir un canal interoceánico
y a meterme en esa sociedad para luego ejercer la más alta virtud que puede
tener un novelista: la traición» (La Gaceta II).
Cuando salió para Estados Unidos llevaba unos cuantos cuentos y una
novela que había sido comparada con Cien años de soledad, argumentos más
que suficientes para hacerle sentir escritor a los 26 años de edad.
Pasó dos años
académicos en Lawrence, Kansas, en el Middle West estadounidense, donde
terminó con el título de Maestría en Artes en Literatura Hispánica en
1977. Además de darle una formación
académica que le ha servido bien en años posteriores, la experiencia de Kansas
le dio material para varios cuentos y gran parte de Mujeres amadas. Siempre reconociendo que se trata de
literatura y no de autobiografía, se puede tener una idea bastante clara de
cómo fue esta experiencia gracias a las páginas de esta novela. También como parte de su programa de estudios
en Kansas, Marco Tulio pasó un verano tomando clases en Guadalajara. Esta experiencia, además de aparecer en la
novela, le dio el fondo para el primer cuento de su primer libro de cuentos, Alquimia
popular.
En la Mujeres
amadas, el autor/protagonista viaja de la universidad norteamericana a
Monterrey, persiguiendo a su novia.
Efectivamente, Aguilera Garramuño, después de terminar su maestría,
llegó sin dinero a Monterrey, donde se incorporó a la Universidad Autónoma de
Nuevo León como profesor por horas.
También fundó y dirigió un Taller Literario en el Instituto de Artes de
dicha universidad. Aprovechó su relación
con esta universidad para seguir
estudios de maestría en Filosofía, aunque no los terminó, y, desde luego, para
escribir. Todo esto lo hizo mientras
proseguía la relación con la novia regiomontana, quien sería la protagonista de
Mujeres amadas.
Aparte de la
relación con la novia, que vuelve a aparecer en Las noches de
Ventura/Buenabestia, la experiencia en Monterrey le dio el material para su
segunda novela, Paraísos hostiles.
Como no tenía nada de dinero al llegar a Monterrey, se encontró viviendo
en una novelesca casa de huéspedes. “Es
una novela que yo viví en una casa en Monterrey, [...] en la casa de Bartola,
durante dos años[5]
en un período de miseria económica. Y todos los personajes, o casi todos
los personajes que aparecen en esa novela fueron personas que compartieron mi
vida allí” (Gutiérrez 46). Otra vez, su
biografía se confunde con su literatura.
Mientras vivía en
Monterrey, presentó un cuento para el premio que ofrecía la revista La
Palabra y el Hombre en Jalapa, Veracruz.
Compartió el premio con el conocido escritor mexicano Sergio Pitol, y
fue a Jalapa para recibirlo. Allí, entre
otras cosas, conoció al rector de la Universidad Veracruzana, Roberto Bravo
Garzón, quien le ofreció trabajo. Así
que en 1980 se mudó a Jalapa con sus pocas pertinencias para establecerse,
parece que de forma permanente, pues todavía está allí.
La experiencia en
Jalapa es el fondo sobre el que escribe a partir de 1980. Buen número de sus
cuentos se desarrollan allí. Las
experiencias de los primeros años en Jalapa se narran en la novela más
reciente, Las noches de Ventura/Buenabestia, y seguirán apareciendo
(según comentarios que el mismo autor ha hecho al redactor de estas notas) en
los próximos tomos que forman parte de la serie que lleva por título El
libro de la vida.
En Jalapa trabajó
inicialmente como guionista en la emisora de Radio Universidad dependiente de
la Universidad Veracruzana, y como corrector en la Editorial Universitaria, formando
parte del consejo directivo de la revista La Palabra y el Hombre que
dirigía el también narrador Luis Arturo Ramos, quien, pasados los años, sería
director de la casa editorial. El
ambiente de la Editorial era ideal para quien se dedicara a escribir
novelas. Estos trabajos, junto con las
clases que dictaba por horas en la Facultad de Humanidades y, en el verano, en
la Escuela para Estudiantes Extranjeros, no ocupaban demasiadas horas y le
permitían dedicar gran parte de su tiempo a escribir. Desde que se instaló en Jalapa, colabora de
forma regular en la prensa, primero en Jalapa y luego en la Ciudad de
México. Ha sido periodista cultural de Novedades,
Excélsior y El Universal. Actualmente tiene una columna que aparece
todas las semanas en Sábado del periódico capitalino Unomásuno.
Esta vida no ha sido siempre tranquila, pues el carácter del autor
no se presta a tanta tranquilidad. Sus
críticas acerbas a autores consagrados le crearon enemigos importantes, y su
literatura de naturaleza erótica le causó, a veces, problemas con sectores del
público y de la inteligentsia mexicana.
La organización Pro-vida y Rubén Pabello Acosta, director de El
Diario de Xalapa montaron una campaña para expulsarlo del país a raíz de
una novela erótica formada por los primeros borradores de lo que ahora es El
libro de la vida, que publicaba por entregas en la revista jalapeña Línea. Garramuño no fue expulsado del país, gracias
a la mano invisible de Gabriel García Márquez, por esos días condecorado en El
Águila Azteca, máxima condecoración que concede el gobierno mexicano a los
extranjeros.
El dos de marzo de
1985 contrajo matrimonio con Leticia Luna Varela, natural de Orizaba,
Veracruz. Esto ocasionó un cambio
radical en su forma de vivir, y aún más el nacimiento de sus dos hijos, Héctor
Javier y Sebastián, hechos que le han convertido en un hombre más tranquilo y
regular en sus hábitos, aunque siguen su productividad literaria a un paso nada
despreciable y su carácter polémico, así como su deportivismo, que a los 50
años lo mantiene activo en el basquetbol.
La vida familiar
también ha repercutido hasta cierto
punto en lo que escribe. Aunque el
enfoque de sus novelas no ha variado de forma evidente, ha abierto otras
posibilidades para sus cuentos. En años
recientes ha escrito cuentos infantiles, uno de los cuales se publicó en
hermosa edición bilingüe en español y maya-yucateco. La Secretaría de Educación y Cultura del
Estado de Veracruz acaba de publicar la colección entera, gracias a la cual ganara
el Premio Nacional de Cuento Infantil “Juan de la Cabada” 1998.
En 1988 fundó y
comenzó a fungir como director/editor de la revista La Ciencia y el Hombre,
medio de difusión científica de la Universidad Veracruzana. Este trabajo, al que se ha dedicado con gran
energía, logrando sacar la revista a tiempo sin perder un solo número desde su
comienzo, y manteniendo un alto nivel que le ha merecido respeto entre la
comunicad científica, le ha permitido también dedicar gran parte de su tiempo a
escribir. Como reconocimiento de su
trabajo en la revista y de su creciente prestigio como escritor tanto en México
como en el extranjero, la Universidad le
ha ascendido al nivel académico máximo, lo cual le ha permitido un poco más
comodidad en su vida personal.[6]
El trabajo en la
revista científica, como era de suponer, también ha tenido sus consecuencias en
lo que escribe Aguilera Garramuño. Junto
con artículos estrictamente científicos, incluye regularmente en las páginas de
la revista cuentos de ciencia ficción.
Como se podía esperar, Aguilera Garramuño terminó por escribir sus
propios cuentos de ciencia ficción. Su
cuento “Dios juega a los dados” fue premiado en el Concurso de Ciencia Ficción
“Bogotá, una ciudad que sueña” en 1997.
Puesto que la
novela que está escribiendo y puliendo en la actualidad trata del período en
que Marco Tulio todavía andaba de soltero frenético en Jalapa, aún no hemos
visto reflejado su nueva situación en sus novelas. Así será interesante ver cómo novela esta
nueva fase de su vida. Ya está
apareciendo en cuentos, como por ejemplo “La noche de Aquiles y Virgen” o “El
viejo truco del amor en tres actos”, pero falta el desarrollo más amplio que le
daría una novela.
Obras Citadas
“Un nuevo horizonte.” La Gaceta II, Cali. 1(4),1975.
Aguilera Garramuño, Marco Tulio. “Nacimiento de una novela.” Revista no identificada. Cali, 7/10/75.
Flores,
Ramiro. “Érase que se era....” Universidad. Monterrey, 23/11/77.
Foltz, David A. y Fernando Ruiz Granados. “Marco Tulio Aguilera Garramuño: El erotismo
como razón de ser (una entrevista).” Hispanic
Journal. 15(2), 1994: 233-244.
Gutiérrez, Carl.
“Una entrevista con Marco Tulio Aguilera Garramuño.” Chasqui. 18(1), 1989:
45-50.
Peláez González, Cristóbal. “Escrito nuestro y lejano.” El Colombiano-Dominical. Medellín, 19/11/89.
[1] El autor aclara que durante su adolescencia
no manejó coche alguno ni disfrutó de casas de campo, pues ya por esos tiempos
(1965 más o menos) su familia había caído casi en ruinas, tras la muerte del
padre. Aguilera afirma que la
imaginación de periodistas y académicos a veces rebasa la de los autores. (Comunicación personal)
[6] Desde que comenzó su carrera de narrador,
Aguilera Garramuño ha ganado una veintena de premios en México y en el resto
del mundo hispanohablante. Tan sólo
desde que comienza su labor con La Ciencia y el Hombre ha recibido siete
premios de cuentos, dos de novelas y uno de teatro. También fue seleccionado por el Consejo para
la Cultura y las Artes de México y el Centro Banff de las Artes, en Canadá,
para una residencia artística en dicho Centro en 1997. La lista completa de los premios se encuentra
en un apéndice al final de este libro.
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