La obsesión de Punset por descifrar la memoria
agosto 29, 2013
Tomado del blog de Eduard Punset
Afortunadamente,
ni los políticos ni los cantores de monsergas se interesan por los cambios
revolucionarios que están a punto de estallar. Estos cambios podrían ocurrir
antes de que los procesos del conocimiento cambien de forma irreconocible. A
uno de ellos me he referido en otras ocasiones. Sencillamente, porque es muy
difícil pasarlo por alto si no queremos toparnos con un mundo nuevo a la vuelta
de la esquina.
El
experimento sobre la fragilidad de la memoria lo han realizado
científicos vinculados al MIT. Era gente que creía de antemano
que la mayoría de los objetos de nuestro alrededor servirían para depositar
inteligencia. Los chips están a punto de ser tan baratos
que podrán perfectamente reemplazar el coste del papel para envolver, lo que
hoy hacen los periódicos usados.
En la
próxima década –me refiero a los diez años que vienen–, lo queramos o no, la
combinación de los chips con sensores ultrafinos permitirá detectar microbios infecciosos, accidentes y sustos
inesperados que nos permitirán tomar las requeridas prevenciones. Hasta cierto
punto –como asevera el físico Michio Kaku, de la City University de Nueva York– podrán reconocer
caras y voces humanas, entablando formalmente conversaciones con ellas. Vamos a
estar metidos en mundos virtuales que hoy no podemos siquiera imaginar.
El
descubrimiento que tiene, al parecer, poco que ver con las indagaciones de
Michio Kaku toma cuerpo en una faceta, sin embargo, muy cercana. Yo les ruego a
mis queridos lectores que se aprieten bien el cinturón de seguridad antes de
que les anuncien en los altavoces del avión en el que están viajando lo
siguiente: los investigadores han conseguido implantar falsos recuerdos
en la memoria de los ratones. ¿Se acuerdan de cuando les anunciaba que faltaba
muy poco tiempo para que los jueces no pudieran creer, seriamente, lo que les
contaban los testigos en un juzgado?
Ahora
resulta que, inspirados en el físico Michio Kaku, pero sin ser conscientes de
ello, los investigadores del MIT acaban de revelar con hechos comprobados que
la memoria ficticia –quiero decir, por un hecho no realizado– es tan eficaz
como la memoria verdadera para disparar reacciones emocionales. Su experimento siguió tres procesos a cual más
innegable.
En primer
lugar encerraron a un ratón en una caja al objeto de que sus neuronas solo memorizasen ese refugio
hasta entonces desconocido. Al día siguiente trasladaron al ratón a un segundo
refugio igualmente desconocido; gracias a un haz de luces intracerebral, los
investigadores activaron las neuronas vinculadas a los recuerdos de la morada
anterior. Simultáneamente transmitieron al ratón un pequeño shock
eléctrico; un calambrazo difícilmente olvidable. Luego lo devolvieron a la
primera caja, donde el ratón mostró un miedo constante a sufrir nuevas
descargas, a pesar de que en esta primera morada nunca recibió la menor señal
de nada malo. A la vista del experimento, no es extraño que los observadores
que asimilan los falsos recuerdos a falsos testimonios vuelvan a estar de moda.
El rápido
crecimiento del poder de los computadores en menos de cien años permite
vislumbrar un escenario similar al que atribuíamos a los dioses hace no sé
cuánto tiempo; nos bastará con recurrir al mero pensamiento para controlar
el mundo que nos rodea. Será suficiente hacer bascular nuestra mente para que,
al igual que ocurría con los antiguos dioses mitológicos –a los que les bastaba
con levantar el brazo–, unos y otros controlemos el mundo.
Es
curioso, pero, como ha ocurrido tantas veces en el pasado, somos incapaces de
asimilar el cambio más radical de todos los que han ocurrido hasta ahora:
estamos ya enzarzados en la puesta en marcha de una civilización planetaria.
Que me perdonen Rajoy y Obama, pero nadie se acordará de ellos
si los equipos de científicos dedicados a sentar las bases de la futura
civilización planetaria siguen pulsando las teclas.
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