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Mis años con el rector Raúl Arias Lovillo

septiembre 03, 2013

Aunque a lo largo de los años del rectorado de Raúl Arias Lovillo mantuvimos una amistad no muy asidua, he sentido que ha sido el rector con el que he sentido más cercanía. Hemos compartido comidas en el Mercado La Rotonda, hemos corrido juntos en las carreras del FESAPAUV y de los Médicos, me ha invitado a desayunar en el restaurante cerca de Rectoría. Me ha apoyado en algunos viajes de actividades académicas y  de promoción de mis libros.
Sin embargo me ha mantenido a distancia y jamás me ha mencionado en sus discursos. Ha privilegiado siempre a Pitol y sus amigos. Nunca me invitó a sus actos oficiales. Yo fui prácticamente invisible durante su rectorado.
Entiendo esta actitud como una forma de evitar mi mirada crítica, a veces demasiado severa.
Fui llamado a rectoría a dar cuenta de un asunto ridículo y a partir de ello se me marginó de mi actividad como dictaminador de los libros de la Editorial. Le expuse claramente mis razones, pero no fueron suficientes.
Después me ofreció un año sabático, que acepté gustoso: a qué escritor le puede desagradar que le den un año y medio libre para escribir. Terminé mi novela El sentido de la melancolía.
De todos los desafueros que se cantan de él, no doy fe.
Lo que es muy claro es esto: reinó omnímodamente y aunque de trato muy amable, abusó de su imagen y soslayó a muchos mediocres.

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