Octavio Paz y La magia de la risa
octubre 21, 2013
La magia de la risa, Octavio Paz, Editorial
Universidad Veracruzana (agotado)
He
aquí algunas de las observaciones que hace Octavio Paz sobre las caritas
sonrientes, vestigios de la cultura totonaca: se pregunta de quién o por qué se
ríen. Dice que reír es una forma de nacer y que llorar es otra forma de nacer
que ha sido la más socorrida por los mexicanos. Dice que la risa de las
cabecitas es distante. Dice que “como sus vecinos, los huastecas, los totonacas
—que fueron los hechores de las cabecitas sonrientes— revelan una vitalidad
menos tensa y más dichosa que los otros pueblos mesoamericanos”. Afirma que “el
arte totonaca rehúsa lo monumental porque sabe que la verdadera grandeza es
equilibrio...pero equilibrio en movimiento”
“La actitud y la
expresión de las figurillas evoca la imagen de un rito... Criaturas danzantes
que parecen celebrar al sol y a la vegetación naciente, embriagadas por una
dicha que se expresa en todas las gamas
del júbilo, ¿cómo no asociarlas con la divinidad que más tarde, en el Altiplano,
se llamó Xochipilli y Macuilxóchitl?” Sin embargo Octavio Paz no cree que se
trate de representaciones del dios. Supone que son figuras de su séquito o personajes que, de una u otra manera, participan de su culto.
No le parece que sean retratos, pero reconoce
que hay elementos que podrían hacer inclinar al investigador hacia esa
hipótesis, particularmente el hecho de que “la individualidad de los rasgos
faciales y la rica variedad de las expresiones risueñas, no tienen paralelo en
la historia entera de las artes plásticas”.
Dice Octavio Paz: “La risa de las figurillas empieza a revelarnos toda su insensata
sabiduría, apenas se recuerdan algunas cermonias en las que interviene
Xochipilli. En primer término, la
decapitación... el desollamiento, el sacrificio por flechamiento. Estos sacrificios, afirma Octavio Paz, están ligados a fiestas o ritos en los que
estaban vinculadas las caritas sonrientes. “No es descabellado suponer que las
figurillas ríen y agitan sus sonajas mágicas en el momento del sacrificio”.
Las divagaciones filosófico-culturales de Paz van más
allá: “La risa terrible es manifestación divina. Como el sacrificio, la risa
niega al trabajo. Y no sólo porque es una interrupción de la tarea sino porque
pone en tela de juicio su seriedad”. La
risa es una suspensión y, en ocasiones,
una pérdida del juicio. Así, retira toda su significación al trabajo y, en
consecuencia, al mundo”. La creación, afirma Paz, es juego. El trabajo es lo
serio. “El trabajo es lo que da sentido a la naturaleza: transforma su
indiferencia o su hostilidad, en fruto, la vuelve productiva. El trabajo humaniza al mundo y
esta humanización es la que le confiere sentido”
También afirma: “La sonrisa es el signo de la
impasibilidad, la señal de la infinita distancia de los hombres. Sonríen: nada
los altera”. “Mientras la magia afirma la fraternidad de todas las cosas y
criaturas, las religiones separan al mundo en dos porciones: los creadores y su creación”
Octavio Paz afirma que las caritas sonrientes son una invitación a la animación general, un
llamado tendiente a restablecer la
circulación del soplo vital: “Hoy solo los niños ríen con una risa que
recuerda a las figuras totonacas”
“Hacerse hombre es aprender a trabajar, volverse serio
y formal... El trabajo devora al ser del hombre: inmoviliza su rostro, le
impide llorar o reír... La palabra placer no figura en el vocabulario del
trabajo. El placer es una de las claves del hombre: nostalgia de la unidad
original y anuncio de la reconciliación con el mundo y con nosotros mismos”.
“Si el trabajo exige la abolición de la risa, el rito la congela en rictus”.
“Una alegría sobrehumana ilumina el rostro de la
víctima. La expresión arrobada de los mártires de todas las religiones no cesa
de sorprenderme... Esta alegría extática es insondable como el gesto del placer
erótico”.
“La risa es una de las manifestaciones de la libertad
humana... y es satánica porque es una de las marcas de la ruptura del pacto
entre Dios y la criatura”.
“La conciencia cristiana expulsa a la risa del paraíso
y la transforma en atributo satánico”
“Nuestra risa es negativa. No podía ser de otro modo,
puesto que es una manifestación de la conciencia moderna, la conciencia
escindida. Si afirma esto, niega aquello; no asiente (eres como yo), disiente
(eres diferente). En sus formas más
directas, satira, burla o caricatura, es polémica y señala, acusa o pone el
dedo en la llaga; alimento de la poesía más alta, es risa roída por la
reflexión: ironía romántica, humor negro, blasfemia, epopeya grotesca (de Cervantes
a Joyce); pensamiento, es la única filosofía crítica porque es la única que de
verdad disuelve los valores”.
La lectura de este prólogo de
Octavio Paz deja en el lector —en este lector— la idea de que ha asistido a una
fiesta de la inteligencia y la sensibilidad, en la que se le han dado
abundantes atisbos de una sabiduría ancestral, sin que se llegue a conclusión
alguna. ¿Algunas ideas quedan flotando? Las caritas sonrientes atestiguan o
reflejan el júbilo que despertaban los sacrificios rituales de los totonacas.
Son manifestación de la cultura terrible en la que la sangre servía para
mantener los ciclos de la naturaleza. Una cultura que exigía sacrificios
humanos y que los aceptaba con júbilo, con naturalidad.
Conclusiones inquietantes, todavía difusas,
inexplicables. El misterio sigue vivo y Octavio Paz lo ha dejado incólume,
gracias al método de revelar-ocultar, de sugerir y no decir. El misterio de las
caritas sonrientes sigue vigente, y Octavio Paz, sin duda, siendo poeta, está
satisfecho con ello. Una explicación de estas sonrisas sería una
desmetaforización, un desencantamiento, al que el poeta no querría contribuir
en modo alguno.
En su ensayo “El complejo de las caritas sonrientes” el
eminente arqueólogo Alfonso Medellín Zenil escribe: “La impresión general que
produce al observador la contemplación de los restos de la cultura totonaca es
la de un pueblo satisfecho, plácido y amante de exaltar la naturaleza, la
fecundidad y la belleza femeninas”. El ensayo de Medellín se centra en los sitios
arqueológicos en los que fueron halladas las caritas sonrientes, en los
materiales de los que fueron hechas, las excavaciones y otros asuntos técnicos.
Según él “las caritas sonrientes
empezaron siendo instrumentos musicales o flautas con embocadura en la
parte superior de la cabeza”. Señala que
“entre los totonacos de la época Clásica
debe haber existido una identificación entre el mono (animal de carácter alegre
y travieso por excelencia) y los dioses de la danza, del juego, alegría y
música con la divinidad solar, siempre concebida en movimiento, en continuo
batallar. También agrega que las figuras que están decoradas con saurios y
garzas atrapando peces, parece que sólo reflejan la fauna ambiental... aunque
posiblemente exista un significado mítico que no alcanzamos a comprender
ahora”.
Como es notable el poeta Paz ha
dejado volar su imaginación y ha vinculado las caritas sonrientes con ritos
sangrientos, lo que parece una licencia poética, mientras que el arqueólogo ha
vinculado a estas figuras con las fiestas de alegría, baile y jolgorio, además
con la celebración de una naturaleza generosa. La visión del poeta y la visión
del científico tal vez no estén tan distantes, si releemos la última línea de
Zenil, en la que se hace alusión a “un significado mítico que no alcanzamos a
comprender ahora”.
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