Escritores que no venden
noviembre 22, 2014
Tomado
del blog Ser escritor de Manú de Ordoñana
Cada vez hay más
gente que quiere escribir un libro y cada vez hay menos
lectores. Si a eso se añade la irrupción del libro digital, la piratería y el
avance progresivo del comercio electrónico, no me extraña que el sector
editorial ande un poco revuelto. En ámbito tan confuso, el gran
perdedor es el escritor honesto, con talento, que no
encuentra el camino para que su obra sea leída y poder así obtener un salario
digno que le permita seguir escribiendo.
Antes el escritor era un personaje
singular que gozaba de crédito, un erudito por quien el pueblo sentía
admiración y respeto. Hoy la democratización de la sociedad ha devaluado su
figura, hasta el punto de que ya el vulgo supone que la corona de laurel está
al alcance de cualquiera. El contenido importa poco, la técnica se aprende. ¿Cuántos
talleres de escritura se imparten hoy en España? Nadie
lo sabe a ciencia cierta, pero el número se ha disparado en los últimos años.
¿Cuál ha sido la semilla que ha hecho
brotar tantas vocaciones? Serán muchas, pero una —quizá la más importante— es
la facilidad que existe hoy para publicar un libro. No creo yo que ganar dinero
sea la motivación primera de un escritor sensato, en un mercado en que la
oferta supera ampliamente a la demanda. Escribir libros es un oficio
suicida, sólo se entiende como “hobby”… y para satisfacer el ego.
Hoy en día existen múltiples formas
de publicar un libro, unas mediante un desembolso económico previo, otras
totalmente gratuitas. A poco que uno disponga de un ordenador y domine el
tratamiento de textos, está capacitado para escribir una novela, maquetarla y
darle forma, para imprimirla o convertirla en un ebook. Éstos son los viales
más concurridos:
1.- Buscar un editor tradicional, preferible uno pequeño que uno
mediano. El escritor ya sabe que el grande no le va a hacer caso, así que mejor
probar fortuna con uno de menor alcance. Su modesta economía no le permite
equivocarse muchas veces, lo que le hará ser riguroso en la selección del
manuscrito. Si se lanza a la aventura, por la cuenta que le trae, va a
destinar buena parte de su energía a promocionar el libro y, aunque el éxito no
sea masivo, dará al autor alguna satisfacción.
Cada vez son más numerosos estos editores independientes, que se
atreven a publicar obras de calidad escritas por autores desconocidos. El
problema es cómo conocerlos. Afortunadamente, están apareciendo empresas de
servicios literarios —Tregolam es una de ellas— que, mediante
un canon al alcance de cualquier bolsillo, ayudan al escritor a ponerse en
contacto con ellos, previa elaboración de un informe literario favorable de la
obra. Como conocen bien el medio, saben elegir el “partenaire” adecuado, con lo
cual sube la posibilidad de que sea publicada.
2.- La
coedición es una fórmula que últimamente se ha puesto de moda. El autor
contrata el servicio de alguna de esas editoriales de nueva generación mediante
un acuerdo, en el que aquél —el autor— se compromete a financiar parte de la
inversión —si no el cien por cien—, a cambio de promesas que, cuando no se
cumplen—lo que ocurre con cierta frecuencia—, la
experiencia termina de mala manera. Y es que, con muy poco
dinero, cualquiera es capaz de montar una pequeña editorial —incluso en su
propia casa—, de carácter unipersonal y atraer a escritores de buena fe cuya
sola ilusión es que alguien le publique
3.- La
autoedición pura y dura. El autor lo hace todo: escribir,
corregir, maquetar, diseñar la portada, redactar la sinopsis, solicitar el ISBN
y hacer el pedido a la imprenta. Luego hay que almacenar, distribuir y vender.
Para ello, tendrá que crear su propia tienda online —no es tan complicado como
parece, si tienes una página web— o anunciarlo en los portales de venta de
libros que hay en Internet (del estilo de Amazon). Es un procedimiento algo
complicado que exige tiempo y dinero, pero que trae recompensa… si se hace
bien.
4.- La
impresión bajo demanda consiste en imprimir un
ejemplar —o un número reducido— cada vez que se recibe un pedido. El libro se
incorpora a la librería digital del editor-impresor y el autor no tiene que
hacer desembolso alguno. Como contrapartida, recibirá un porcentaje variable
entre el 70 y 80% del margen bruto resultante, tras descontar del precio de
venta los costes de impresión, manipulación y transporte.
Esta modalidad, que en principio
parece un regalo del cielo para los escritores primerizos, tiene su cara
oculta. El coste de imprimir un libro —o una tirada corta— en papel es alto y
el precio de venta que resulta, excesivo. Aun así es una fórmula que terminará
por imponerse, ya que la tecnología productiva seguirá avanzando hasta
conseguir que el coste de fabricar 50 o 100 ejemplares disminuya a valores
razonables, con lo cual el autor podrá asumir la inversión, sin quebranto grave
de su economía.
De hecho, Penguin
Random House, el mayor grupo editorial del
mundo, acaba de lanzar una nueva plataforma de autopublicación de
libros en español megustaescribirlibros.com que
ha tenido un cierto éxito entre los escritores no profesionales. Ofrece un
servicio de publicación bajo esta fórmula de “impresión bajo demanda”, tanto en
formato papel como en digital, así como el marketing para vender el libro a través
de Internet —al parecer, no con su sello editorial ni en su cadena de
librerías—. El programa incluye un servicio “obligatorio” de reconocimiento del
manuscrito para su evaluación por un editor, con lo cual, para tener alguna
posibilidad de éxito, hay que desembolsar “una pequeña cantidad”, no inferior a
3.000 euros. No está demás saber lo que
opina Mariana Eguaras sobre este proyecto.
Muy bien. De una u otra manera, el
libro ya se ha publicado y se puede comprar a través de Internet —llegar a las
librerías es más complicado— a un precio razonable. El autor se las promete muy
felices, los primeros días venderá unos cuantos ejemplares —los que compren sus
familiares y amigos—, pero pronto llegará la decepción. Una sequía de resultados
que le causará tristeza, dolor e impotencia, tras haber consumido dos o tres
años de trabajo intensivo para crear “su obra”, la ilusión de su vida.
Algo ha fallado… porque la novela es
de diez. No basta con que el producto sea maravilloso y dé respuesta a las
exigencias del cliente. Hay que cumplir los
requisitos que el marketing recomienda. El libro no deja de ser un
producto más de consumo y, por lo tanto, sujeto a las leyes de la
mercadotecnia. Los principios de esta ciencia dicen que, para maximizar las
ventas de un producto, en cada segmento de mercado, hay que combinar con
acierto los cuatro elementos que incitan al consumidor a comprarlo.
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