Un día memorable de 2012: Diez-Canedo, Samperio, Avilés Fabila

noviembre 21, 2014


La noticia más reciente es que en el tercer jueves de febrero, muy cerca de mi cumpleaños número ¡UUUUU!, presentaré mi novela Historia de todas las cosas en el local del Fondo de Cultura Económica en México. Hasta el momento ha aceptado presentarlo René Avilés Fabila, viejísimo amigo de muchas batallas (Plural, Excélsior, El Cuento). Muy probablemente sea moderador Joaquín Díez Canedo, director del FCE, a quien está dedicada la novela por una razón que más adelante explicaré. (Continúa texto abajo).
Con Joaquín Díez Canedo, el malhadado día en que cambió la Editorial de la Universidad Veracruzana por el Fondo de Cultura Económica

El editor, Ricardo Moreno Botello,  y yo hemos invitado a Guillermo Samperio, cuentista excepcional y amigo de siempre, que muy posiblemente acepte. El editor, Ricardo Moreno Botello quiere invitar a una mujer y estamos barajando nombres. Se aceptan propuestas.
Explico por qué le dediqué la novela a Joaquín Díez Canedo: cuando fue director de la Editorial de la Universidad Veracruzana, tuvo un trato muy deferente conmigo, no sólo porque nos tomamos unos tragos escuchando vallenatos en mi casa, sino porque me apoyó cuando yo llegué un día a su oficina a plantearle un loco proyecto:
-Quiero que me des un mes completo libre. Es para escribir mi obra maestra. Quiero dedicarme por completo a ella. Voy a escaparme de mi casa, a rentar un apartamento y a esconderme un mes completo. El trato es el siguiente: si en un mes no te entrego una obra maestra, me despides de mi trabajo.
Joaquín no vaciló ni un momento:
-Trato hecho: espero tu obra maestra en un mes.
El relato de ese mes está por ahí en alguna parte del blog Ácrata frenáptero, hermano mayor de este casi huérfano blog. A veces me pasaba escribiendo doce horas, me dormía a las cinco de la mañana, y a las siete ya estaba escribiendo.
Ya sé que algunas personas piensan que soy un mitómano o por lo menos un mentiroso. Los que de verdad me conocen saben que de verdad nunca digo mentiras. Si digo que gané siete medallas en una competencia de natación es porque las gané (en San Felipe Huayotilpan, Puebla). Si digo que nadé hasta Isla Sacrificios ida y vuelta, es porque lo hice.
Lástima que no pude tomar una foto de los
 30 días de fiebre creativa.
Y terminé Historia de todas las cosas. ¿Es en verdad una obra maestra?
No sé. Los que la han leído dicen que sí (pero no hay que creerles mucho: son mis amigos).
Joaquín Díez Canedo fue el primero en leerla en borrador previo y luego en definitivo (digo "borrador definitivo", por decir algo... pues casi siempre para las nuevas ediciones reescribo mis obras).
La novela está dedicada a otros amiguísimos: Armando Pinto, a quien a le voy a poner sueldo de lector de manuscritos. Al grandísimo poeta y novelista cubano Félix Luis Viera, que gustó tantísimo de un personaje (el negro Vladimiro, zapatero y talabartero fabricante de niños al por mayor, poseedor de la sonrisa más hermosa del mundo) que casi me exigió: "¡Coño, tienes que abrir la novela con el negro Vladimiro, así aseguras la simpatía del lector."
Además está dedicada a Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien leyó el primer manuscrito en 1973, cuando yo apenas estaba barruntando este futuro de escribiente-escribano y testigo tendencioso del mundo que me ha tocado en suerte.
Y finalmente está dedicada a "GGM", cuyo nombre completo obvio, autor muy afamado que también leyó la novela en su primera edición, se echó hacia atrás en su asiento papal y me preguntó: "¿Y de veras crees que tienes los huevos de dinosaurio para escribir una novela mejor que Cien años de soledad?"

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