Murakami y algunos recuerdos de mi pasado atlético y literario
abril 03, 2015
La lectura del libro De qué hablo cuando hablo de correr de Murakami me ha inspirado:
en general no se considera un hombre brillante, aunque sí disciplinado: cuenta
que se le ocurrió decir “voy a ser novelista” cuando en un partido de
beisbol un jugador dio un strike.
En mi caso yo diría que fue más dramático o por lo menos más literario. Y esta es una historia que he contado veinte veces en entrevistas y conferencias: me había preparado durante un año para una carrera de 5000 metros planos, la final de los juegos universitarios de Colombia. El grupo salió de la meta a buen ritmo, yo tomé la delantera porque nadie quería hacerlo. Esperaba que alguien me rebasara y se pusiera a la punta pero eso no sucedió. Mi contrincante más acérrimo, el flaco Carvajal, permaneció chupando rueda durante 4200 metros, y faltando 800 metros, arrancó y no pude alcanzarlo.
Perdí: sólo alcancé segundo lugar.
Una psicóloga que me hizo exámenes durante mi enfermedad me dio sus resultados: bajo nivel de resistencia a la frustración; Carácter casi infantil: si no gano, me enojo. Y, pues, me enojé, decidí abandonar el atletismo radicalmente. Y antes entrenaba, durante mis primeros años de estudio de Filosofía, corría entre 5 y 10 kilómetros diarios de lunes a sábado… Y súbitamente me vi refunfuñando en un cuartito de asistencia de Cali, acumulando rencor y energías. Y llegó el insomnio. Una y otra noche, en la que yo lo que hacía era leer leer, leer, como Alonso Quijano y súbitamente se me ocurrió escribir un cuento. Escribí un cuento que llamé “Sonría” y que un mes más tarde apareció publicado en el Magazín Dominical bajo el titulo de “El sabio ignorante”. Jubilo, señores, me había graduado de escritor. Eso lo descubrí en el Cine Calima. Vi en las manos de un espectador el suplemento dominical y en él mi nombre. Prácticamente se lo arrebaté de las manos y leí extasiado: cuento maravilloso, friends, extraordinario… y yo lo había escrito. Al salir de la sala fui a comprar todos los ejemplares que pude. Esta es la versión número uno de mi iluminación. Mi esposa la ha escuchado 40 veces y dice que es un invento, como casi todo lo que digo y escribo. La mejor definición que se ha hecho de mí la hizo GAG: MT es un mediocre que trabaja. Me gusta.
En mi caso yo diría que fue más dramático o por lo menos más literario. Y esta es una historia que he contado veinte veces en entrevistas y conferencias: me había preparado durante un año para una carrera de 5000 metros planos, la final de los juegos universitarios de Colombia. El grupo salió de la meta a buen ritmo, yo tomé la delantera porque nadie quería hacerlo. Esperaba que alguien me rebasara y se pusiera a la punta pero eso no sucedió. Mi contrincante más acérrimo, el flaco Carvajal, permaneció chupando rueda durante 4200 metros, y faltando 800 metros, arrancó y no pude alcanzarlo.
Perdí: sólo alcancé segundo lugar.
Una psicóloga que me hizo exámenes durante mi enfermedad me dio sus resultados: bajo nivel de resistencia a la frustración; Carácter casi infantil: si no gano, me enojo. Y, pues, me enojé, decidí abandonar el atletismo radicalmente. Y antes entrenaba, durante mis primeros años de estudio de Filosofía, corría entre 5 y 10 kilómetros diarios de lunes a sábado… Y súbitamente me vi refunfuñando en un cuartito de asistencia de Cali, acumulando rencor y energías. Y llegó el insomnio. Una y otra noche, en la que yo lo que hacía era leer leer, leer, como Alonso Quijano y súbitamente se me ocurrió escribir un cuento. Escribí un cuento que llamé “Sonría” y que un mes más tarde apareció publicado en el Magazín Dominical bajo el titulo de “El sabio ignorante”. Jubilo, señores, me había graduado de escritor. Eso lo descubrí en el Cine Calima. Vi en las manos de un espectador el suplemento dominical y en él mi nombre. Prácticamente se lo arrebaté de las manos y leí extasiado: cuento maravilloso, friends, extraordinario… y yo lo había escrito. Al salir de la sala fui a comprar todos los ejemplares que pude. Esta es la versión número uno de mi iluminación. Mi esposa la ha escuchado 40 veces y dice que es un invento, como casi todo lo que digo y escribo. La mejor definición que se ha hecho de mí la hizo GAG: MT es un mediocre que trabaja. Me gusta.
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