El limpio cielo de Sonora: Navajoa, Alamo, Aduana, Feria del Libro

febrero 27, 2017

ESCRITORES EN JAVAROS, SONORA
Después de varios altibajos en la Feria del Libro de Navojoa por los que levanté protestas a veces airadas por la desorganización y la impuntualidad en los eventos ante el director de cultura, la directora de la Feria e incluso el presidente municipal (alcalde) de la ciudad, la Feria culminó satisfactoriamente e incluso el mismo presidente municipal, ante quien lancé una encendida catilinaria, me llevó en su vehículo al hotel (pues no hubo transporte para los participantes).
        Dicté tres conferencias, las tres satisfactorias tanto para mí como para el público. Se vendieron suficientes libros como para financiar un recorrido por varias ciudades y playas (Alamos, Aduana, Minas, Huatabampo y Huatabampito -playa completamente virgen en la que cumplí mi sueño de nadar en un mar perfecto con MT en estado paradiasíaco -no subiré fotos porque como ustedes saben soy bastante púdico-; un recorrido que duró desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la noche. Me llevó en su coche Héctor, un norteño sincerote, ex trailero, que me cobró bien pero que cumplió con mostrarme gran parte de Sonora y con contarme sus aventuras de carretera y exponer su filosofía sobre las mujeres. 
      (Cuando regrese a Xalapa espero subir fotos).
      Fuimos a Alamos, pueblo mágico, que es pueblo mágico y una de las ciudades más bellas que he conocido. Me asombró el orden, la limpieza, lo estético del mercado: una auténtica obra maestra de organización y estética. 
También a Aduana, pueblo pequeño, incomparablemente sereno y limpio, en el que se venera a la virgen de la Valvanera. Allí compré un zurrón para el agua, que según me dijeron, la conserva fresca por meses (me dijo la  vendedora: "agua fresca por siempre, se lo garantizo").
      Dicté una conferencia en Yavaros, puerto pesquero, bajo una temperatura de casi 40 grados, ante una multitud de muchachos, en la Escuela de Ciencias del Mar. Muchos aplausos, risas, miradas de soslayo, anécdotas picantes conté sobre el oficio literario. En Yavaros conseguí también quien me llevara a hacer un recorrido por la zona pesquera.
      La mejor experiencia en Navajoa fue caminar por las muy amplias calles de Navajoa, bajo un cielo prístino de azul absoluto, por el que volaban centenares de pájaros blancos que no supe si eran garzas o palomas. No pude contarlas pero calculé una parvada de quinientas aves haciendo evoluciones sobre mi cabeza. 
    En la clausura hubo muchos discursos, muchos homenajes. El nivel de los participantes en la Feria fue irregular, no participó ni una de esas figuras de relumbrón que aparecen en todas las ferias (ya es tradición que Poniatowska aparece en casi todas, así como Pitol lo hacía, recibiendo una y otro cansinos homenajes, uno tras otro, uno tras otro, hasta la desesperación y la embolia o el alzheimer: no hay nada que acabe mejor a los escritores que los premios, los honoris causa y los homenajes: ya el exceso de reconocimientos cobró otra víctima: el querido René Avilés Fabila).
       Hasta yo terminé por despacharme un discurso en la ceremonia de clausura de la Feria, encomiando el claro cielo y la tranquilidad que se respira en Navajoa. Discurso que terminó por granjearme la simpatía del presidente municipal quien manifestó su interés en que mi humilde persona regrese al gozar del limpio cielo sonorense.

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