Libros leídos en el 2017
diciembre 29, 2017
Lista de mis libros del 2017
Los que menciono es porque los recuerdo. Esta lista es personal y no tiene que ver con las famosas listas de “los mejores del año” generalmente amañadas para acomodarse a los intereses de las empresas editoriales.
Tanto mar en las entrañas, cuentos de calidad superior de José Luis Garcés González. Estoy en proceso de leer una antología de mismo autor.
El inquilino, una buena novela de Guido Tamayo.
La rebelión de los oficios inútiles, de Daniel Ferreira: gran decepción tras dos buenas novelas iniciales.
No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos, novela ingeniosa en la línea de Vila-Matas, Pitol y Bolaño.
Los andamiajes del miedo, Pedro de Isla. Sobre un crimen en Monterrey.
Meridiana, de Beatriz Meyer, en la linea de sostenida calidad de Beatriz. Es increíble la poca atención crítica a esta autora que me parece está entre las grandes mexicanas: Arredondo y Garro.
Una codorniz para la quinceañera, cuentos de Daniel Betancourt, un nuevo cuentista digno de atención.
Los ilustres xalapeños, libro de fotos de Luis Ayala: lo destaco porque Luis me elevó a la calidad de xalapeño ilustre.
Un ramo de nomeolvides, sobre el García Márquez desconocido antes del Gabo de todos, obra de Gustavo Arango.
Sick y MacFarland, de dos jóvenes mexicanos. Premio Sergio Galindo a Primera Novela. Buen experimento.
Salvaje, novela de Guillermo Arriaga, apasionante narración a veces descuidada pero muy legible (se le promociona como en gran autor mexicano contemporáneo, hmmm).
La música sobrenatural de Emilia Herrera, de Boris Arturo Ramírez Serafinoff. Algunos cuentos muy buenos. Otros no tanto.
La fila india, de Ortuño, muy buena lectura, profundización en la tragedia de los migrantes mexicanos.
Esto parece el paraíso, John Cheever. Buena novela.
Toño Ciruelo, de Evelio Rosero, uno de los grandes colombianos. Decepción. Novela terminada apresuradamente. Estilo pobre.
Fuego, Ana María Bergua, un desperdicio de dinero. Un estilo endeble. Parece una novela hecha a la fuerza, como una tarea de bachillerato sobre el incendio de la Cinemateca.
Los que menciono es porque los recuerdo. Esta lista es personal y no tiene que ver con las famosas listas de “los mejores del año” generalmente amañadas para acomodarse a los intereses de las empresas editoriales.
Tanto mar en las entrañas, cuentos de calidad superior de José Luis Garcés González. Estoy en proceso de leer una antología de mismo autor.
El inquilino, una buena novela de Guido Tamayo.
La rebelión de los oficios inútiles, de Daniel Ferreira: gran decepción tras dos buenas novelas iniciales.
No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos, novela ingeniosa en la línea de Vila-Matas, Pitol y Bolaño.
Los andamiajes del miedo, Pedro de Isla. Sobre un crimen en Monterrey.
Meridiana, de Beatriz Meyer, en la linea de sostenida calidad de Beatriz. Es increíble la poca atención crítica a esta autora que me parece está entre las grandes mexicanas: Arredondo y Garro.
Una codorniz para la quinceañera, cuentos de Daniel Betancourt, un nuevo cuentista digno de atención.
Los ilustres xalapeños, libro de fotos de Luis Ayala: lo destaco porque Luis me elevó a la calidad de xalapeño ilustre.
Un ramo de nomeolvides, sobre el García Márquez desconocido antes del Gabo de todos, obra de Gustavo Arango.
Sick y MacFarland, de dos jóvenes mexicanos. Premio Sergio Galindo a Primera Novela. Buen experimento.
Salvaje, novela de Guillermo Arriaga, apasionante narración a veces descuidada pero muy legible (se le promociona como en gran autor mexicano contemporáneo, hmmm).
La música sobrenatural de Emilia Herrera, de Boris Arturo Ramírez Serafinoff. Algunos cuentos muy buenos. Otros no tanto.
La fila india, de Ortuño, muy buena lectura, profundización en la tragedia de los migrantes mexicanos.
Esto parece el paraíso, John Cheever. Buena novela.
Toño Ciruelo, de Evelio Rosero, uno de los grandes colombianos. Decepción. Novela terminada apresuradamente. Estilo pobre.
Fuego, Ana María Bergua, un desperdicio de dinero. Un estilo endeble. Parece una novela hecha a la fuerza, como una tarea de bachillerato sobre el incendio de la Cinemateca.
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