FABULA DEL MAR EN LOS OJOS EN ALEMAN
abril 29, 2010
La siguiente fábula ha sido reproducida en más de 20 blogs. La estoy volviendo a publicar primero en su versión en alemán y después en el original en español.
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Fabel vom Meer in den Augen
Fábula del mar en los ojos en alemán
(Verla en español abajo)
Tomada de Und Trauben von Leben, antología recopilada por Peter Schultze-Kraft
Ein Mann, der ein Fremder war sogar seiner selbst, verliebte sich in eine seltsame Frau. Und das sagte er ihr. Aber sie war eine seltsame Frau, sehr einsam, teilnahmslos, mit Spatzen im Hirn. »Auch wenn du mich liebst«, erwiderte sie, »ich weiss nicht, ob ich dich lieben kann.« - »Und was muss ich tun, damit du mich lieben kannst?«, fragte der Mann. - »Ich habe noch niemals das Meer gesehen, weder Wald noch Wildnis kenne ich. Von Orchideen traume ich, seitdem ich zum ersten Mal davon reden horte. Denn seitdem ich geboren wurde, habe ich in diesem Haus gewohnt. Nie habe ich meinen Garten verlassen.«
In den Augen der Frau lag so etwas wie eine heitere Trauer, wie eine gezahmte Langeweile, wie eine Verzweiflung, die schon alt und ohne Erlosung war. Und dennoch, ahnlich einem Mann, der im Bach hinter dem Haus Wale angeln will, verlangte sie von ihm:
»Führe mich, ich will das Meer sehen!«
»Gut«, sagte der Mann. »Pack deine Sachen, und wir gehn.«
»Aber ich will barfuss gehen und mit einer Binde über den Augen.«
»Dann wirst du den Weg nicht sehen.«
»Du wirst mich leiten.«
»Aber so wirst du weder Wald noch Wildnis sehen, auch die Orchideen wirst du nicht kennen lernen. Und du kannst es nicht geniessen, wenn du zum ersten Mal auf das Meer hinaussiehst.«
»Vielleicht doch, denn ich werde alles mit deinen Augen sehen
und erleben.«
»Und dann liebst du mich?»
»Bevor du mir die Binde abnimmst, sollst du mir das Meer beschreiben. Wenn ich es dan n mit meinen eigenen Augen sehe, werde ich wissen, ob ich dich lieben kann oder nicht.«
FÁBULA DEL MAR EN LOS OJOS
Un hombre que era extranjero hasta de sí mismo se enamoró de una mujer extraña. Y se lo dijo. Pero ella era una mujer muy solitaria, indiferente, con pájaros en la cabeza. Si me quieres, le dijo, yo no sé si pueda quererte. Y, ¿cómo podré convencerte de que me quieras?, preguntó el hombre. Yo no conozco el mar, dijo la mujer, no conozco el bosque ni la selva. Sueño con orquídeas desde que las oí mencionar. He vivido en mi casa desde que nací. No he ido más allá de los límites de mi jardín.
En los ojos de la mujer había algo semejante a una tristeza serena, a un aburrimiento domesticado, a una desesperanza ya vieja y sin solución. Y, sin embargo, como quien trata de pescar ballenas en el manantial del traspatio, se atrevió a pedir: Llévame a ver el mar.
De acuerdo, dijo el hombre. Empaca y nos vamos.
Pero quiero ir a pie, desnuda y con una venda sobre los ojos.
No verás el camino.
Tú me guiarás.
Entonces no podrás ver el bosque y las selvas, no conocerás las orquídeas. No gozarás al contemplar por primera vez el mar.
Quizás sí pueda verlos y conocerlos a través de tus ojos.
Y entonces, ¿me amarás?
Antes de quitarme la venda me describirás el mar. Luego, cuando yo lo vea con mis propios ojos, sabré si puedo amarte o no.
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