DEL REALISMO MAGICO AL REALISMO SENIL
junio 10, 2010Reflexiones sobre Memoria de mis putas tristes
(Notas para una conferencia inaugural en IUP)
Un anciano decide “regalarse una noche de amor loco con una adolescente virgen” para celebrar su cumpleaños. Negocia la consecución de su objetivo con una alcahueta. A partir de entonces pasa las noches al lado de Delgadina, por la que concibe un amor imaginario que lo hace feliz. Tal es el argumento de la polémica novela de García Márquez. Gran parte de la obra se ocupa de escenificar la vida ritual de este periodista a quien apodan Modesto Collado. Comparte este personaje con el patriarca y con Florentino Ariza la costumbre de coleccionar aventuras sexuales y soñar algún tipo de paraíso en el que estén incluidos el amor, la pureza, la inocencia o algo así. Y al igual que los otros dos ejerce una sexualidad desaforada (anota en un cuaderno las 514 mujeres con las que ha yogado, tal como lo hacía Florentino en sus registros de fornicaciones). Su sexualidad es frugal, apresurada y a veces violenta; tal violencia es ejemplificada casi al inicio de la novela, cuando acomete súbitamente a su sirvienta Damiana así: Recuerdo que yo estaba leyendo La lozana andaluza en la hamaca del corredor, y la vi por casualidad inclinada en el lavadero con una pollera tan corta que dejaba al descubierto sus corvas suculentas. Presa de una fiebre irresistible se la levanté por detrás, le bajé las mutandas hasta las rodillas y la embestí en reversa. Ay, señor, dijo ella, con un quejido lúgubre, eso no se hizo para entrar sino para salir.
No creo equivocarme si afirmo que tras el “programa de vida” del nonagenario hay un eco del Fausto de Goethe: vive en el pecado y aspira a alcanzar la redención en un último y supremo acto de contrición: el acto en este caso es tener a la adolescente perfecta al alcance de la mano y no permitirse vulnerar su inocencia. El anciano califica a la adolescente como el primer amor de su vida y llega a afirmar en una de esas contundentes frases típicas de García Márquez: "La edad no es la que uno tiene sino la que uno siente". La idea de Mustio Collado es renacer, reverdecer como los árboles, gracias a la vida que insufla –a su imaginación, claro—la muchacha desnuda, dormida y yacente. Otra de las frases célebres en las que se desnudan las ocultas convicciones del personaje, suena también a confesión cínica y a justificación de la impotencia: El sexo es un consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor. De nuevo tenemos la idea de que sexo y amor son dos mundos que coexisten pero que no están necesariamente conectados. El sexo es una pulsión inevitable que está irremediablemente en el cuerpo y con la que hay que cumplir porque está en la naturaleza humana, pero lo que en realidad importa es el amor. El final de Memoria de mis putas tristes es muy semejante al de El amor en los tiempos del cólera: un anciano, antes de su muerte, alcanza la redención y con ella la felicidad y la paz de conciencia, una vez que acepta que la sexualidad es un accidente prescindible. Conclusión del todo novelesca, de alguna forma oportunista y cínica, que hace pensar que al ser humano le es permitido todo, si al final lo espera una Margarita que lo ha de salvar del infierno. No puedo evitar pensar que estas dos obras de García Márquez son una especie de confesión, con la que aspira a la gracia del lector, y en últimas, a la misericordia de Dios, que como una hembra piadosa, le mostrará el camino.
(Notas para una conferencia inaugural en IUP)
Un anciano decide “regalarse una noche de amor loco con una adolescente virgen” para celebrar su cumpleaños. Negocia la consecución de su objetivo con una alcahueta. A partir de entonces pasa las noches al lado de Delgadina, por la que concibe un amor imaginario que lo hace feliz. Tal es el argumento de la polémica novela de García Márquez. Gran parte de la obra se ocupa de escenificar la vida ritual de este periodista a quien apodan Modesto Collado. Comparte este personaje con el patriarca y con Florentino Ariza la costumbre de coleccionar aventuras sexuales y soñar algún tipo de paraíso en el que estén incluidos el amor, la pureza, la inocencia o algo así. Y al igual que los otros dos ejerce una sexualidad desaforada (anota en un cuaderno las 514 mujeres con las que ha yogado, tal como lo hacía Florentino en sus registros de fornicaciones). Su sexualidad es frugal, apresurada y a veces violenta; tal violencia es ejemplificada casi al inicio de la novela, cuando acomete súbitamente a su sirvienta Damiana así: Recuerdo que yo estaba leyendo La lozana andaluza en la hamaca del corredor, y la vi por casualidad inclinada en el lavadero con una pollera tan corta que dejaba al descubierto sus corvas suculentas. Presa de una fiebre irresistible se la levanté por detrás, le bajé las mutandas hasta las rodillas y la embestí en reversa. Ay, señor, dijo ella, con un quejido lúgubre, eso no se hizo para entrar sino para salir.
No creo equivocarme si afirmo que tras el “programa de vida” del nonagenario hay un eco del Fausto de Goethe: vive en el pecado y aspira a alcanzar la redención en un último y supremo acto de contrición: el acto en este caso es tener a la adolescente perfecta al alcance de la mano y no permitirse vulnerar su inocencia. El anciano califica a la adolescente como el primer amor de su vida y llega a afirmar en una de esas contundentes frases típicas de García Márquez: "La edad no es la que uno tiene sino la que uno siente". La idea de Mustio Collado es renacer, reverdecer como los árboles, gracias a la vida que insufla –a su imaginación, claro—la muchacha desnuda, dormida y yacente. Otra de las frases célebres en las que se desnudan las ocultas convicciones del personaje, suena también a confesión cínica y a justificación de la impotencia: El sexo es un consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor. De nuevo tenemos la idea de que sexo y amor son dos mundos que coexisten pero que no están necesariamente conectados. El sexo es una pulsión inevitable que está irremediablemente en el cuerpo y con la que hay que cumplir porque está en la naturaleza humana, pero lo que en realidad importa es el amor. El final de Memoria de mis putas tristes es muy semejante al de El amor en los tiempos del cólera: un anciano, antes de su muerte, alcanza la redención y con ella la felicidad y la paz de conciencia, una vez que acepta que la sexualidad es un accidente prescindible. Conclusión del todo novelesca, de alguna forma oportunista y cínica, que hace pensar que al ser humano le es permitido todo, si al final lo espera una Margarita que lo ha de salvar del infierno. No puedo evitar pensar que estas dos obras de García Márquez son una especie de confesión, con la que aspira a la gracia del lector, y en últimas, a la misericordia de Dios, que como una hembra piadosa, le mostrará el camino.
2 comentarios
Un erotismo depredador. Delineado bajo la mirada masculina en la que subyacen esterotipos de relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Estas últimas objetos casi siempre pasivos y por ello mismo dominadas, vulneradas, sometidas... Aunque en Memorias la decrepitud alcance otras connotaciones...
ResponderEliminarEs un placer leerte,
Martha
Hay en el fondo un intento de buscar algun tipo de pureza. Ya imagino lo que ha tenido que soportar Gabo de diatribas de parte de su domadora. La recurrencia de ciertas prácticas en sus personajes denuncia las debilidades del escritor. Leyendo sus obras una tras otra se entiende por qué ya no quiso seguir escribiendo sus memorias: quiso tener una vejez tranquila. Y es curioso que lo que tantos personajes suyos vivieron --la pérdida de la memoria-- lo esté padeciendo GGM.No se disfruta y padece tanta gloria en vano.
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