­

EROS EN LA CANDIDA ERENDIRA

junio 16, 2010

La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada

En un violento salto atrás cronológico me dirijo al relato de la cándida Eréndira (1978) en el que vemos muy bien delimitados los amores de zarpazo y los amores de corazón. Eréndira es explotada inmisericordemente por su abuela, quien la prostituye con filas interminables de hombres de todas layas. En este relato las prácticas sexuales en general corresponden a una especie de labor titánica que la joven de catorce años ejerce con absoluto estoicismo con el objetivo de pagarle a su abuela una deuda que parece interminable. Eréndira es inaugurada por un viudo escuálido y prematuro que pagaba a buen precio cualquier virginidad. El viudo la tasa como a un cerdo, la pesa (en total 42 kilos, descubre) y dice: “Todavía está muy biche. Tiene téticas de perra” y agrega: “No vale más de cien pesos”. Tras la negociación con la abuela, el viudo compra a la criatura y la lleva a un cobertizo donde le tuerce un brazo, la arrastra hacia la hamaca, la abofetea y la hace “flotar un instante en el aire con el largo cabello de medusa ondulando en el vacio”, la abraza por la cintura antes de que vuelva a pisar la tierra, la derriba dentro de la hamaca, le da un golpe brutal y la inmoviliza con las rodillas. Luego le arranca la ropa a zarpazos y la viola. De esta escena de desvirgamiento se pasa a la violación multitudinaria por parte de los hombres pudientes de la localidad y “cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira”, la abuela se la lleva a otro pueblo donde continúa prostituyéndola con filas de hombres que se pierden el en horizonte. El carácter fabuloso de la narración hace que el relato no se lea con horror o con asombro sino con una especie de encantamiento. No es, sin duda, un texto realista, sino más bien una especie de anticuento de hadas en el que sólo hay dos instantes de dicha, propiciados por Ulises, el hijo de un contrabandista. Ulises primero la compra y luego obtiene sus favores gratuitamente. Hace el amor con Eréndira ya no de forma violenta sino con ternura, sosiego y arte. El tratamiento de las escenas amoroso-eróticas de Eréndira con Ulises es sutil, poético y muy tamizado. Apenas si se insinúa lo orgánico de los actos: “Pero Ulises no la oyó (a la abuela que dormía al lado del cobertizo), porque Eréndira lo había querido tanto, y con tanta verdad, que lo volvió a querer por la mitad de su precio mientras la abuela deliraba, y lo siguió queriendo sin dinero hasta el amanecer”. La segunda escena de acercamiento sucede en el segundo encuentro y es lo más parecido al amor que he hallado en las obras de GM: “Ulises permaneció contemplándola con tanta intensidad que Eréndira despertó. Entonces se besaron en la oscuridad, se acariciaron sin prisas, se desnudaron hasta la fatiga, con una ternura callada y una dicha recóndita que se parecieron más que nunca al amor”.

RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores