Lo que dijo Samperio
abril 06, 2013El torrencial Garramuño según Guillermo
Samperio
Historia
de todas las cosas, coedición de Educación y Cultura, México y Trama Editorial,
Madrid, 2011
Cuando se habla de novela, se habla un tanto de totalidad. Henry James
decía que la única obligación que de antemano podemos imponer a la novela, sin
incurrir en arbitrariedad, es que sea interesante y sincera. Y agregaba que
para alcanzar este resultado las formas eran innumerables y variadas como el
temperamento del hombre, pero triunfaban en la medida en que se revelaba una
inteligencia particular diferente a las demás. Historia de todas las cosas se
inscribe en esa revelación inteligente de la que habla James. Es una novela
río, como se la ha definido, que construye un universo particular donde
diversas historias se desarrollan en una sola con el propósito de revelamos las
vidas palpitantes en San Isidro de El General a través de su crónica. Garramuño
diseña con entusiasta placer una novela en que cada una de las partes la cuenta
un personaje distinto cuya vivencia discurre en una historia principal, como un
afluente. La novela es pletórica en imaginación, abundante en personajes,
prolija en el lenguaje y el autor conduce con maestría esa intensidad artística
que nos entrega transformada en literatura. El escritor alemán Friedrich
Schiller consideraba, con justicia, que ningún genio podía desarrollarse en
soledad, que los estímulos exteriores un buen libro, una conversación, movían
más a la reflexión que años de trabajo solitario. Una idea debe nacer en
compañía, pero su elaboración y su expresión se llevan a cabo en soledad,
apuntaba. Garramuño vive de la discusión, del experimento, de la curiosidad y
la diversidad, de la musicalidad y la filosofía, de la experiencia poética y de
la vida que resplandece a su lado, y la comparte con una naturalidad
maravillosa a través de su novela. Muchos novelistas obtienen el material
literario de su entorno cercano. Lo cual no es malo, pero al ser gente cercana,
en ocasiones, no profundizan en los rasgos distintivos del personaje a
desarrollar ni se divierten con ellos. Esto ocurre, sobre todo, entre jóvenes
novelistas, pero no es regla. Lo curioso radica en el hecho de que Historia
de todas las cosas fue publicada en Buenos Aires por ediciones La Flor
cuando el autor tenía apenas 24 años, y con otro título Breve Historia de
todas las cosas. La novela causó revuelo. La crítica lo situó de inmediato a
la sombra de su compatriota Gabriel García Márquez. El crítico Seymour Menton
escribió que su primera obra era lo más cercano a Cien años de soledad que
se había escrito en Colombia. Raymond Williams, intelectual del Círculo de
Birmingham, afirmó que Marco Tulio no necesitaba del boom ni de García Márquez,
pues era un escritor que podía hacer su propio boom él solo. El crítico
uruguayo Jorge Ruffinelli vaticinó que andando el tiempo Garramuño sería uno de
los grandes de la literatura española. Mi admirado maestro Edmundo Valadés
consideró que Breve historia de todas las cosas podría repetir el
fenómeno de la obra mayor de García Márquez. La editorial argentina, en su
contraportada, anunciaba lo siguiente: "Aguilera Garramuño no es un
seudónimo utilizado por García Márquez para escribir una novela más divertida
que Cien años de soledad. Aguilera Garramuño es el de la fotografía y,
como se verá, no tiene bigotes". Así, pues, con este breviario crítico que
se puede encontrar en la red y que ahora comparto con el propósito de ubicar la
especial recepción crítica que tuvo la novela del joven Garramuño.
Historia
de todas las cosas parte de
un argumento simple. Mateo Albán, historiador y
literato, hace una crónica -en donde también él es descrito- de las
vicisitudes, conflictos, encuentros, desencuentros, historias, costumbres, de
San Isidro de El General. Su novela es una exploración del ser humano. La
estructura novelística de Garramuño pone el acento en la búsqueda del personaje
y en la incursión sobre la crónica
como fuente histórica y literaria,
quizá en forma más enfática que en los sucesos mismos. Garramuño busca
comprender, reflexionar sobre lo ocurrido en San Isidro, aunque lo acontecido
sea en un pueblo imaginado, inexistente y vivo como el propio Macondo,
basándose en las circunstancias y acontecimientos históricos que Mateo Alban,
protagonista, describe y reflexiona. Ahora bien, los personajes de la novela
establecen un grupo compuesto por tipos humanos que coinciden en mostramos,
desde la tribuna, la problemática social, de espacio y de las emociones,
personal y existencial, para nada gratuita, de los coloridos habitantes de San
Isidro y su ánimo por encontrarse dentro de este mundo caótico, complejo,
divertido, exuberante, propuesto por Garramuño. Esta labor tremenda de
fabulación no es exclusiva de las musas; percibimos un trabajo denodado,
resultado de largas y profundas
investigaciones, lecturas, recuerdos, correcciones y reescrituras. No en vano
el propio Gabriel García Márquez ha hecho excelentes comentarios sobre ella,
los cuales, desde luego, suscribo.
Sin lugar
a duda, el lenguaje en Historia de todas las cosas juega un papel
fundamental. Garramuño concibe una lengua ampulosa, atrevida, pulcra, culta,
que aguijonea los sentidos, que reta la inteligencia, con el propósito de
construir un mundo de gracia extrema. Un lenguaje que arriesga e incorpora en
grandes dosis el humor. Por ejemplo en los siguientes fragmentos "La costurera
siguió enflacando hasta parecer una radiografía de sí misma". O bien:
"a los heroicos lectores de este fementido mamotreto que llegó a ser casi
la Trompeta del Juicio Final". O esta frase para referirse a una meretriz:
"quien dedica su tiempo a la mercenaria colección de humores
relegados". O los nombres de algunos personajes que aparecen a lo largo de
la historia: la mal llamada Rabo de Puerca, la de Los Pesados Senos, Los Popis
Boys, Denario Treviño, entre otros. El lenguaje como preocupación estilística
que no excluye la experiencia de lo real, gestando un poderoso vehículo para
exhibir la realidad imaginada y confrontar nuestro ridículo cotidiano e
histórico. Marcel Schwob decía que una de las encantos del novelista francés
Flaubert será la de haber sentido con tanta intensidad que la fuerza creadora
viene de la oscura imaginación de los pueblos y que las grandes obras de arte
nacen de la colaboración de un genio con tradición anónima. Historia de de
todas las cosas tiene su germen precisamente en el ímpetu creativo donde el
mundo exterior y el mundo interior embonan en el rompecabezas de una
colectividad imaginada, torrencial, resplandeciente: San Isidro de El General.
Descubrir que vivimos en un laberinto también implica diseñar una arquitectura coherente.
En este sentido, Garramuño es espléndido. Un intelectual de acción que conjuga
los libros con los músculos y rescata su existencia con la escritura.
0 comentarios