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Alfaguara y la trashliteratura

mayo 09, 2013

Una breve conferencia con la que inauguré el Congreso de Literaturas Hispánicas en Pensylvania en el año 2002 (rescatada del abismo del disco duro)

He comprado un nuevo librero con puertas para alojar mis 26 libros publicados

Recientemente en la revista Armas y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, apareció un artículo firmado por Víctor Barrera Enderle. Su título es diciente: “La alfaguarización de la literatura”. Sostiene el autor que la literatura “corre el riesgo de transformarse en un producto de mercado”, que a partir del boom “el autor se ha transformado en un miembro más del mundo del espectáculo”, que muchos de los autores han entrado en una especie de pérdida de identidad, lo que es condición necesaria para que las grandes editoriales, como Alfaguara, Planeta o Seix Barral, contraten sus obras. Se trata de que los autores produzcan obras que puedan ser comprendidas en cualquier parte del mundo por un universo de lectores no precisamente cultos, pero poseedores de poder adquisitivo. El movimiento es, pues, eminentemente comercial, no cultural: las estadísticas son las que determinan lo que se ha de publicar o no. Que esto está repercutiendo en la industria editorial es claro: las pequeñas editoriales, que tenían un proyecto literario serio, están siendo compradas por las trasnacionales. Los escritores ya están perdiendo, en muchos casos muy a su placer y gusto, la intimidad: no sólo que sus vidas se transformen en carne para el chisme de la farándula, sino que ellos son llevados y traídos por las editoriales. La promoción de un Premio Alfaguara o Seix Barral de Novela bien puede llevar a un escritor a visitar treinta o cuarenta países, en los que repite prácticamente lo mismo ante los medios de prensa. ¿Se trata de la prostitución de los escritores? No necesariamente. Así como una editorial transforma a un escritor en uno más de sus vendedores, o en su vendedor estrella, así también los escritores deben aprender a sobrevivir con dignidad a este alud de adulaciones y manipuleos. El objetivo sería regresar a la paz del hogar, después de la batahola, con unos cuantos dólares de más y con el espíritu henchido de justo reconocimiento. El problema residiría en la pérdida del reino de la tranquilidad y la anulación del don de la creatividad. Aquí la salvación sería asunto de carácter.
La pregunta siguiente sería: ¿Esta “alfaguarización” de la literatura, terminará efectivamente con la literatura misma? ¿Se cumplirán las profecías de Marshal Mac Luhan? Dice Mac Luhan: “El hecho de que las sociedades cerradas son el producto de la palabra, del tam-tam o de otras tecnologías del oído permite prever, con el comienzo de la era electrónica, el englobamiento de toda la gran familia humana en una sola tribu global”. ¿Será posible que una docena de autores apoyados por las grandes editoriales se tomen por asalto el mercado mundial y que todos terminemos leyendo los mismos libros, así como gran cantidad de seres humanos han dejado de beber jugo de lulo, maracuyá, betabel para tomar sólo Coca Cola? Esto es lo que está sucediendo, no hay duda, hacia allá vamos. Pero también está creciendo, o debe crecer, una contracorriente, de la cual los escritores deben ser parte, sosteniendo la cuerda de la literatura de calidad, e imponiendo sus productos a las trasnacionales, incluso si es necesario deben publicar sus libros en pequeñas editoriales o en empresas artesanales. Y de esa corriente deben participar ustedes, los estudiosos de la literatura, no cediendo a las presiones para estudiar siempre a los mismos autores, imprimiendo sus individualidades a sus estudios, a sus clases, estimulando la diferencia y luchando contra la homogeneidad.
Y esto que les digo del minúsculo, microscópico mundo de la literatura, puede ser proyectado, ampliado al campo de la vida no literaria, a la ecología, a la política, a la educación. Seguir la corriente dominante ha sido a lo largo de los siglos en camino más fácil para encontrar la muerte pronto, para aborregarse, para negarse, para corromperse.
No dudo que si seguimos al pie de la letra las instrucciones que tan donosa e ingenuamente les he dado, salvaremos a la literatura y a la humanidad de su fin aparentemente inevitable. Y si no la salvamos, por lo menos habremos pasado un buen rato de nuestras vidas con la ilusión de que lo imposible es posible. Y ¿qué es la literatura sino eso: la imposibilidad hecha posible? Muchas gracias.
Marco T. Aguilera Garramuño
Xalapa, 7 de octubre, 2002

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