La amante del ghetto de Pedro Ángel Palou
diciembre 31, 2013![]() |
Así me imagino a Zofía Novak, la protagonista |
Al terminar la lectura de La amante del ghetto, la novela más
reciente Pedro Ángel Palou (Planeta, 2013), en un capítulo final o adenda, el
autor hace un recuento de las fuentes que alimentaron su novela: impresionante
inventario en el que lo no menos asombroso o asombrante, quizás increíble, es
la lectura que Palou dice haber hecho de las doscientas novelas de Simenon (he leído todas sus novelas, algunas un par de veces). Además
hace en el mentado capítulo final que ha llamado Kadish (“panagírico hebreo en el que se le pide a Dios que apresure
la redención y la venida del Mesías”) inventario
de gran cantidad de obras históricas consultadas, documentales vistos, visitas
a archivos realizadas, y conversaciones sostenidas con autoridades sobre el
tema y con sus maestros, entre ellos y particularmente, Álvaro Mutis.
¿El tema de
la novela? La venganza de una cantante judía-polaca contra su ex amante, un
militar nazi. Venganza enmarcada en una conjura de los llamados Nokim o Nazim,
vengadores judíos que tomaron como blanco a los criminales escapados de
los juicios de Nuremberg. El autor confiesa –y la palabra no puede ser más
justa- que fue armando su novela a partir
de una inicial obsesión y con informes sobre la vida de la contralto
Vera Gram. Su primera obsesión fue alimentada también –afirma el autor- por los
diarios de personajes que vivieron los horrores del ghetto de Varsovia y de los
campos de concentración (prisioneros del
campo pero también con el terrible rol de remover los cadáveres de las cámaras
de gas a los hornos crematorios). Otro elemento que anota el autor le sirvió
para alimentar su novela: su propio pasado familiar: habitado por parientes que
sufrieron las peores ignominias por parte de los nazis: de modo que la novela
no solo cuenta como venganza literaria sino como venganza personal: Palou no
tomó la pistola para vengarse, sino que recurrió al más incruento expediente de
la novela –que, se sabe, ha servido infinidad de veces para perpetrar venganzas
a agravios personales e históricos. Y sobrarían los ejemplos.
Más allá de
cocina literaria –tan cercana a quien como Palou ha sido chef y además chef
mediático- está la reflexión sobre la parte ignota del ser humano, la que Jung
llamó precisamente sombra: aquello
que de inconfesable, oscuro e incomprensible lleva a los hombres a cometer
crímenes inefables como matar a hachazos a una anciana usurera o exterminar con
frialdad a millones de seres humanos de la forma más atroz e infame.
Impresiona
la recreación del París de la posguerra (como
pocas en Europa París permaneció intocada por la destrucción y los bombardeos)
y las visitas de la memoria de la protagonista a la Varsovia ocupada, y
particularmente a su ghetto.
Zofía Novak
es una protagonista bien perfilada, sin excesos, que recuerda a la Garbo de El
ángel azul. Zofía (mujer “entre el amor y la venganza”, podríase decir en
una gran síntesis publicitaria): fue amante de un militar nazi que la protegió
en el ghetto. Ya tras el fin de la guerra Zofía recibe la orden de exterminar a
su ex protector y ex amante.
Camus,
Cocteau, Picasso, Boris Vian, pasan fugamente por la vida de Zofía. El autor no
se detiene en ellos: los usa apenas como parte del paisaje de un París que se
está recuperando y que inicia el movimiento surrealista y las actividades
sociales-culturales que harían de la Ciudad Luz una fiesta.
La novela es
bastante efectiva, veloz y certera; los cambios son oportunos; los escenarios
bien pixelados, verosímiles. La
descripción de un desfile de modas organizado por Christian Dior, magistral. La
obra se deja leer con agrado.
El autor no
se detiene o regodea en lamentaciones por las atrocidades históricas. Tampoco
las trata de explicar. Simplemente las usa para darle sustancia a los huesos de
su trama.
Hay algunos
reparos que me es inevitable apuntar:
frases excesivamente sentenciosas,
meditaciones melodramáticas de los personajes, obviedades, imágenes poco
logradas (gaviotas graznando una melodía
amarga), situaciones absurdas. Pero en general es una novela digna de ser
leída y que encaja bien en la trayectoria de Pedro Ángel Palou.
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