La soberbia juventud, de Pablo Simonetti
octubre 26, 2014
Al terminar de leer La soberbia juventud, del
chileno Pablo Simonetti, exclamé “¡qué bella novela!” Relata una historia de
amor gay (por decirlo de alguna manera) y de amor filial que fluye tan bien, de
forma tan natural, que el lector (el lector que soy yo) se involucra y se da
cuenta de que está leyendo simplemente una historia de amor humano y de amor
filial, sin colores sexistas, sin extremismos o efectismos. Una serena historia
de amor, nada más.
Parece que
Simonetti es la sensación actual de la literatura chilena y ya están los
promotores resobando con el cuento de que pertenece al "nuevo boom".
No es un gran estilista este autor, pero sí un buen narrador. Y su novela es muy
legible: fácil, al alcance del público, sin demasiado trabajo a profundidad.
Lo conocí en el
Hay Festival Xalapa 2014: Simonetti es un elegante señor, muy amable, modesto,
con sentido del humor. Compré su novela porque me agradó el personaje.
La soberbia juventud
nos permite entrar en la intimidad de un grupo de hombres que practican,
sufren, disfrutan del amor, la lujuria, la amistad cariñosa a otros hombres.
Hombres de clase alta: ricos, hermosos, cultos, que en la capital de Chile, son
arrasados por pasiones más carnales que espirituales y que se entregan a una
danza de acercamientos y alejamientos, de leves escenas de carnalidad a secas o
de tragedias sentimentales que van de lo cursi a lo melodramático.
Hay
un retrato realista, minucioso, sin mordacidad y sin piedad, de la alta
sociedad de Santiago, de las viejitas adictas al Opus Dei, sus jóvenes yuppies,
sus snobs, artistas, escritores, autoridades eclesiásticas.
El
narrador es un hombre maduro, que ya siente el peso de la edad, escritor relativamente
famoso –como el mismo Simonetti, autor de la obra- que se convierte en el
protector y guía espiritual de Selden, un homosexual joven, hermoso, elegante
y, a mediados de la novela, rico
heredero.
La
novela se lee con gusto. Hay poca profundización
en los personajes, se privilegia una especie de superficialidad elegante, no muy
minuciosa. La prosa es utilitaria, poco literaria, fácilmente comprensible, sin
metaforizaciones o símbolos abstrusos. Hay un solo punto de vista, que es en
general escueto. En lo que sí hay algo
de agudeza es el los diálogos hirientes entre los gays, en el relato de sus
añagazas y jugueteos.
Los
personajes son en general memorables: Tomás, el escritor-testigo de la suerte
azarosa de Selden; Selden, el hermoso, el talentoso, el rico heredero;
Pumarino, el calculador snob, el sarcástico; Elvira, mujer espectáculo, que
guarda un secreto.
Bajo
la historia de amores homosexuales, va avanzando en importancia una
subhistoria, la de amor filial, que es la que termina por cerrar la novela
brillantemente.
Lejos
de las descripciones de truculencias carnales, de relatos de maricones
descarados y espectaculares que quieren hacer de sus vidas tragicomedias, lejos
de las caricaturas propias de alguna literatura maniquea, esta novela halla su
cristalización en los análisis de los comportamientos de los personajes, hechos
directamente por el escritor-personaje-testigo, Tomás Vergara, que a lo largo
de la novela evita todo protagonismo, dejando a Selden el centro de la escena:
Selden es básicamente un hombre bueno, de una pieza, coherente, y habría que
usar esa palabra tan maltratada: entrañable.
Pablo Siomonetti |
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