Los editores sumisos y los escritores apresurados

octubre 28, 2014

Me permito reproducir este artículo publicado en Arcadia, Colombia. Me parece excelente y muy pertinente.

Nicolás Morales

Claro, Héctor sabe que después de El Olvido que seremos era muy fácil abusar del éxito y las ventas. A propósito de esta columna: ¿Tienen los novelistas un sexto sentido de conservación que los mantiene a salvo de la jauría de lectores ansiosos y de editores aprovechados y perversos? ¿Pueden el ego, las palabras bellas (y a veces falsas), de los editores y sus anticipos destruir la objetividad del escritor? En los cocteles sucede que algunos editores hablan mal de algunas novelas, incluso de las que editan. Lo hacen ya alicorados y utilizan dobles sentidos, chistes o finos barroquismos todo en ambientes muy discretos, por supuesto. No importa que el escritor sea malo o bueno, no es fácil para un editor vetar novelas porque teme romper lealtades editoriales, carreras prometedoras (la del editor), trabajos estables, tontas amistades y, claro, buenas ventas. Los escritores no son infalibles, por supuesto. Tienen el derecho al error, a las crisis y al descenso. Lo interesante es cómo actúa el editor al respecto. Traigo aquí unos cuantos ejemplos con autores de best sellers que ilustran la situación general.


El escritor experimental al que no le importa mucho la sucesión de novelas que envía.
Evelio Rosero ha lanzado últimamente unas novelas algo extrañas. Algunos de sus lectores lo avalan, mientras otros suspiran. Entre estos últimos creo que también están sus editores, anhelantes (desesperados, digo), de que llegue Los ejércitos II. Puede que llegue ese día, pero mientras tanto, no hay nada qué hacer, se deberá seguir publicando para guardar tan prestigioso nombre en casa.

La escritora que vendía mucho pero como que ya no es lo mismo. Ángela Becerra hace las delicias de Villegas Editores con novelas que vendían muy bien. Sucede que Planeta la rapta y ella, como es obvio, cae redondita. Pero las ventas ya no parecen como antes y pese al Premio Planeta, los editores no saben muy bien qué pasa. Y claro, aparece un extraño efecto: el de los editores que no quieren que se vaya pero –ay– ojalá que no mande tantas novelas.

El escritor que envía una novela a un premio y casi acaba sepultado. Santiago Gamboa tuvo mala suerte al ganar hace algunos años el Premio “La otra orilla” con esa pésima novela,Necrópolis. Los jurados le hicieron mucho daño, aunque no tanto como el que le hicieron sus editores que, creyéndose victoriosos, no se dieron cuenta de lo que podía acarrear esta pírrica victoria a la carrera de un escritor del cual esperaban mucho más. Plegarias nocturnas ratificó esta caída, y caer dos veces con la misma cáscara de plátano es imperdonable. Digo, de parte de sus editores.

El escritor que, en la cresta de su carrera, envía una novela regular. 
Juan Gabriel Vásquez tiene poder en su prosa. Pero yo, en un exceso de cuidado, no hubiera dejado que Las reputaciones, su última novela, fuera publicada. ¿Cómo detener a un autor que está en la cresta? Muy difícil, los editores seguramente temblaron de cobardía. Y bueno, no era fácil, porque la novela no es pésima; es como regular y aburrida, una categoría que es muy difícil de combatir en nuestro medio, pero mucho más peligrosa para un buen autor de renombre.

La escritora que patina en las últimas novelas. Laura Restrepo es respetada por público y críticos, pero hace un buen tiempo patina con novelas muy menores, que su público no respalda tan masivamente y sus críticos reciben con amorosa indiferencia. Sus editores deben estar ligeramente preocupados; Hot sur no resultó ni siquiera significativa. Aunque de seguro seguirán sonriendo sin decir nada, con tal de ver si la próxima resulta victoriosa y regresan los días de vino y rosas.

El escritor que tiene un bache pero se recupera.
 En otro registro, si yo hubiera sido editor de Jorge Franco, no le hubiera perdonado Santa Suerte, uno de los libros más incomprensibles de su historia editorial. Pero era imposible oponérsele. Era Franco. Aunque después volvió a coger el tono, me temo que ahí quedará la prueba, en las librerías de viejo y en las bibliotecas de la cobardía editorial.

El escritor con fans que publica lo que quiere y nadie dice nada. Es sabido que a Mario Mendoza no le importa la crítica. Y se sabe también que su éxito es contundente. ¿No es un poco extraño vivir como un autor que no puede establecer matices en la calidad de sus obras porque vende mucho? Por ejemplo, yo para nada despreciaría Satanás, pero no hay en Colombia una novela que asesine tan victoriosamente el género epistolar como Buda Blues. No soy ingenuo, el editor que le susurre esos desniveles quedará inmediatamente de patitas en la calle. Pero a veces, es mejor la calle a conciencia que un palacio de caprichitos.


Publicado el: ARCADIA, impresa (1o9) y virtual  Oct. 20 y 25, 2014

RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores