Primeras notas sobre Bolaño: La parte de los críticos, La parte de Amalfitano, La parte de Fate y La parte de los crímenes

febrero 03, 2015

Crónica de lectura de 2666, novela de Roberto Bolaño.
Los motivos de Archimboldi Bolaño
Uno
Tiene 1125 páginas. En las primeras 209, que se presentan bajo el título “La parte de los críticos” se relata la búsqueda del grial de un grupo de académicos (el español, Espinosa; el francés, Pelletier; el italiano, Piero, y la inglesa Liz Norton): ese grial, ese sentido de su vida, ese objetivo vital, esa razón para vivir, que comparten tan apasionadamente, tan sin pausa y reposo es el elusivo escritor alemán Benno von Archimboldi.
El interés de la novela no se basa, en mi opinión, precisamente en el intento de solucionar el misterio de los libros y la personalidad e identidad de ese escritor fantasmal que es candidateado una y otra vez al Nobel y al que nadie ha visto (pienso que quizás tras esta máscara se halle Bruno Traven: uno de los grandes misterios de la literatura americana) sino en la habilidad estilística de Bolaño, la caprichosa prosa de jardines que se bifurcan al azar y a gran celeridad pero que dejan ver paisajes siempre atrayentes: como si lo importante no fuera el fin, sino el transcurso: no la vida en su objetivo final sino en cada uno de sus instantes).
Me parece ocioso comentar las diversas escenas, los diversos 
escenarios de una novela que ya ha sido espulgada por la crítica una y otra vez (temas: los encuentros de los estudiosos de Archimboldi en congresos en muchos países, el triángulo amoroso que termina siendo un cuadrángulo, el viaje de los críticos más acuciosos a México siguiendo una pista de su autor, los análisis brillantes, despiadada de la intelectualidad mexicana).
Me parece que el gran arte de Bolaño no está en estructura de las novelas breves que conforman 2666 (pero sí en la estructura de la grande, 2666) sino en el interés sostenido de la narración, que abusa despiadadamente y gozosamente de la omnisciencia permitiéndose entrar a saco en todos los personajes.
Si hay caídas en la primera  novela y en las siguientes (a mi juicio) es en el abuso del relato de algunos largos sueños que no aportan nada porque no embonan sino en el capricho del autor que se engolosinó con su don indudable de narrador.

Dos

Buscando lo que se ha escrito sobre "La parte de los críticos", primera parte,  primera novela, de la gran novela, 2666, hallé el texto que reproduciré a continuación. Me parece excelente. Busqué el nombre del autor y no lo hallé. El texto está dentro de un blog que se llama Mestanza y que es una especie de diario de lecturas de quien parece ser un joven aspirante a escritor argentino.

Uno se puede perder en 2666, y de seguro Bolaño la escribió con ese propósito. Uno se pierde de la misma manera en que se perdería en una ciudad desconocida, en donde todos los caminos conducen a todas las posibilidades y, al mismo tiempo, a ninguna parte. Desarraigo es una palabra que se me viene a la mente. Homelessness --el no tener hogar, el no tener adónde regresar-- es otra. Orfandad puede ser una tercera, pero esa tiene otros matices que quizás no vengan al caso ahora mismo. En todo caso hay un desplazamiento implicado, un contínuo y casi obsesivo desplazamiento que no conduce a un lugar particular pero que sí, me parece, lleva a los personajes involucrados a la locura, o a algo, al menos, parecido a la locura: a aquel estado mental en que la realidad se desdibuja y uno comienza a olvidar quién es o quién ha sido hasta ese momento.

“Podría mencionar el ejemplo obvio, Rayuela. Pero fíjate que en Rayuela existe aún la magia: quiero decir que la realidad, en aquel momento en que deja de ser lo que ordinariamente es, con sus objetos ordenados y sus decisiones ya tomadas y sus caminos concretos y sus rutinas, puede transformarse en algo mejor, en lo que de manera algo vulgar podríamos denotar como una 'realidad poética'. Oliveira y la Maga se pierden en un París que casi siempre se muestra indiferente a ellos, pero aún así, por alguna casualidad fantástica, se encuentran: salen y se pierden pero se encuentran, y aún más, saben o siquiera intuyen que van a encontrarse. Esta esperanza de una realidad más generosa y abierta a toda posibilidad de placer y felicidad, creo, no existe en Bolaño. La realidad común es siempre mezquina y vulgar y cuando su disposición ordinaria se quiebra y revela lo que hay detrás, los personajes --y el lector-- se encuentran no con el vacío, como podría suceder en una novela existencialista, sino con la ruina, la locura y la muerte. Como si detrás de las bambalinas de la realidad nos encontráramos con una película de terror. Casi está demás recordar el epígrafe de la novela, extraído de "El viaje" de Baudelaire: "un oasis de horror en un desierto de aburrimiento".
“Más parecido me parece el pasaje de Lolita en que Nabokov relata la persecución desmesurada que realiza Humbert Humbert a Clare Quilty a lo largo de Estados Unidos. Esa paranoia de reconocer símbolos atroces en todo lo que uno encuentra, como si hubiese una inteligencia superior a la nuestra que dispusiera esos objetos para enloquecernos.
El misterio, entonces, equivale de algún modo a la maldad. Y la manera de llegar al misterio -nuevamente Baudelaire- es el viaje. En Los detectives salvajes era el viaje uno iniciático: el de García Madero hacia Sonora, en que descubre éste la 'vida en poesía', que no es otra cosa que la vida a la intemperie con los sentidos en carne viva -Rimbaud en París, Rimbaud en Londres- en la que se va perdiendo el goce del sexo, la fe en el amor, y en la que se descubre que la poesía es un acto fútil que llevado al extremo conduce, de nuevo, a la ruina y a la locura y a la muerte; y el de Belano y de Lima, con similares consecuencias. En Amuleto también Auxilio Lacouture es viajera, también vive prácticamente sin hogar, y también se ha vuelto un poco loca, pero quizás ella sea la única que a final de cuentas conserva la fe en la poesía, que en esa novela equivale al canto de esperanza de los que aún son jóvenes. 
“En la primera parte de 2666 el viaje lo realizan unos críticos europeos especializados en la obra de Benno von Archimboldi a Santa Teresa, en México. Para el momento en que deciden viajar, siguiendo una pista que les ha revelado que Archimboldi podía posiblemente estar en aquella ciudad mexicana, ya hemos pasado suficiente tiempo con ellos como para conocer sus vidas. Los cuatro poseen soltura económica, tienen una posición laboral casi envidiable, dan clases en la universidad o regentan un departamento de estudios literarios y se pasan gran parte del año viajando para participar en conferencias a lo largo de toda Europa. Son, pues, lo que podríamos llamar personas 'realizadas'. Y sin embargo los cuatro son personajes marcados por una profunda soledad. Éste es un elemento clave en la obra de Bolaño: la profunda soledad de sus personajes. Trientañeros los cuatro, se encuentran por casualidad en una conferencia y se hacen amigos. Se escriben, se reúnen cuando coinciden en alguna conferencia, se telefonean. Pronto, dos de ellos, Pelletier y Espinoza, se enamoran de Liz Norton, la única mujer del grupo. Pero ¿se enamoran? Pelletier viaja de París a Londres de cuando en cuando y se acuesta con Norton, lo mismo Espinoza desde Madrid; si bien los dos están enterados de que Norton se acuesta con el otro, no la apresuran a decidirse. ¿Qué es lo que esperan estos personajes de Liz? ¿Qué es lo que esperan de su relación con ella? La vida se pasa así, sin grandes acontecimientos. El cuarto integrante del grupo, el italiano Piero Morini, personaje tullido y condenado a una silla de ruedas, actúa como mero espectador. 
Esta sobriedad, este miedo de Pelletier y Espinoza a caer en un romanticismo rimbobante y obligar a Norton a elegir a uno de los dos, y también la indiferencia y la levedad con que Norton lleva su relación con ambos, quiere representar el esfuerzo de los personajes por plegarse a aquello que podríamos llamar una conducta civilizada. La civilización del Primer Mundo, tan de avanzada, donde un trío nada sorprende, donde el amor apasionado es una huachafería y el sexo lo más común y menos íntimo que hay en el mundo. Supongo que esta conducta civilizada, al conllevar en ella una censura al deseo pasional, no es otra cosa que otra máscara de la soledad. 
Claro que la actitud civilizada y de avanzada de estos académicos se destruye en la escena del taxista paquistaní. En uno de sus encuentros, Norton, Pelletier y Espinoza toman un taxi al salir de un restaurante. Los tres conversan despreocupadamente de su relación, y el taxista, con una sinceridad tan brutal como la consecuencia que acarreará su dictamen, afirma que Liz se está comportando como una puta y que Norton y Pelletier se han convertido en sus chulos. Le piden que pare el taxi, Espinoza sale del auto, abre la puerta del conductor, lo arrastra al suelo y entre él y Pelletier le propinan una paliza que lo deja medio muerto en la acera. ¿Y qué otra cosa podían haber sentido los tres después de la paliza sino placer, gozo desaforado, una sensación que Bolaño compara con la de haberse corrido después de coger por horas? Norton decide dejar de verlos, pero pronto, porque la vida es así de mezquina y los acontecimientos frugales terminan empañando la memoria y limando las esquinas del trauma, reanudan su relación.
“Hay otro evento que rescatar: la historia de Edwin Johns, el pintor que se corta la mano derecha para realizar un autorretrato que termina siendo su obra maestra. El pasaje es verdaderamente antológico. Johns se traslada a un barrio obrero --que en la actualidad de la trama se ha vuelto un barrio chic londinense: el procesamiento de lo intangible en algo fashion e inocuo-- para realizar su obra, y de alguna manera la violencia y la fealdad y la pobreza lo termina enloqueciendo. Al narrar el episodio de la automutilación Bolaño logra un estilo tan frío, tan indiferente frente lo terrible que se está narrando, como si fuera lo más normal del mundo, como si fuera otro acontecimiento frugal e inane en la vida de sus críticos, que lo deja a uno frío:

‘Una mañana, después de dos días de dedicación febril a los autorretratos, el pintor se había cortado la mano con la que pintaba. Acto seguido se había hecho un torniquete en el brazo y le había llevado la mano a un taxidermista a quien conocía y quien ya estaba al tanto de la naturaleza del nuevo trabajo que le esperaba. Luego se había dirigido al hospital, en donde cortaron la hemorragia y procedieron a suturar el brazo’ (76-77).
Esta filosofía narrativa hemingwayiana (si se me permite el término), que propone la narración más simple de los hechos más terribles para, como decía el gringo, dejar que el acontecimiento revele por sí mismo su propia verdad, es marca de estilo de la prosa de Bolaño. La prosa más sencilla que busque el efecto más brutal, como un mago que ejecuta su truco con las manos desnudas. Una prosa que con su simpleza --es decir, con su desasimiento, con su indiferencia frente a lo narrado-- añada más horror a la de por sí horrorosa historia que intenta contar”.
………………….
Hasta aquí el artículo del blog Mestanza

Tres

Continúo en   con mi crónica de lectura de 2666…

Ya voy por la página 417 de la novela 2666, de Bolaño. Estoy en "La parte de Fate", que me parece bastante entretenida, aunque se va por TODAS las ramas. Esto me hace pensar que no es una novela escrita con un plan preconcebido y un fin preestablecido, sino entregada por completo al azar... exactamente como es la vida, que uno no sabe para dónde va.
Lo de Bolaño no es un estilo pulido, sino narración escueta, directa. El protagonista, Fate, es un periodista negro que viaja a México a cubrir una pelea y termina haciéndose amigo de un grupo de personas. La novela avanza hacia "las muertas" de Juárez.

Es bastante interesante pero exige paciencia y tiempo...
Tengo sensaciones confusas al avanzar en la lectura de 2666 de Bolaño. Pasan páginas y páginas de sucesos que me parecen intrascendentes. El estilo es utilitario, directo, sencillo. Llegando a la página 420 siento que se requiere una especie de masoquismo para seguir adelante en la lectura esta novela tan desarmada. Comienzo a pensar que ha sido inflada por varias opiniones de escritores y editores. Pero seguiré leyendo: terminarla es un propósito del que quiero aprender algo, yo que también estoy empeñado en una novela larguísima, que he dividido en varias novelas, y que a la fecha debe llevar (no he hecho la cuenta) 1800 páginas. Mujeres amadas, La insaciabilidad, Doctor Amóribus, La hermosa vida (ya publicadas). El sentido de la melancolía (terminada y en negociaciones) y Sin máscara frente al espejo (a la que le falta la última corrección). Hay otra, La plenitud del amor (que no me satisface pero que quizás algún día arregle). En total siete novelas. Mi idea es: todo menos aburrir al lector.
Mi razonamiento con respecto a 2666 es éste: pudiendo leer cinco o seis novelas buenas, ¿por qué me empeño en terminar ésta?
Cuatro
Segunda semana
Cuando llevo dos semanas leyendo he terminado “La parte de Fate”, cuarta parte (cuarta novela) de 2666. Subsiste la sensación de que Bolaño ha publicado un borrador, al que no le encontró verdadero sentido: simplemente se dejó llevar por un personaje, el periodista Fate, que va a México a cubrir una pelea de box, se enamorisquea de la hija de Amalfitano y se entera de los asesinatos de mujeres en Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez, epicentro de gran cantidad de feminicidios en México).
Hay poco de memorable en esta parte, como no sea la violencia, la soledad, la falta de sentido de todo. Conservo la sensación de que estoy perdiendo el tiempo al leer esta novela tan larga, aunque haya sido elogiada por muchos escritores y editores y vendida bien en muchos países.
Revisando internet, en El pez volador, blog de Martín Cristal, https://elpezvolador.wordpress.com/2009/04/10/2666-la-parte-de-los-crimenes/
hallo una síntesis efectiva de “La parte de los crímenes”,  quinta novela de la gran novela 2666:
La parte de los crímenes’ es  apuesta más alta del libro, la parte más densa de las cinco que lo componen. Bolaño muta otra vez: sus metáforas, siempre tan exuberantes —esas que se desbocan casi hasta convertirse en alegorías de algo misterioso, oculto, terrible y bello a la vez—, aquí se retraen, contenidas por un ritmo de prontuario policial, un lenguaje seco, forense, que apenas se permite algunos momentos de poesía (muy pocos si se compara con las otras cuatro partes) y casi nada de su habitual humor: esta parte de 2666 no es “divertida” sencillamente porque no puede ni debe serlo.
“Consiste en 350 páginas de hallazgos de cadáveres, entrelazados con algunas historias intermitentes y teorías truncas sobre los crímenes de Ciudad Juárez, su contexto violento, impune, miserable, machista, terrorífico. Bolaño busca desbordar al lector, hartarlo, indignarlo; lo lleva hasta el límite del asco mediante la variación y repetición —es decir, el ritmo— de los asesinatos. La ficcional Santa Teresa, en el desértico estado de Sonora, es reflejo fiel de la Ciudad Juárez mexicana, y también de la cita de Baudelaire que abre el libro: “Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”.
“Ese “horror” que capta Bolaño va más allá de los asesinatos de mujeres: se presenta también en los abusos policiales, en las vejaciones, en la violencia de las cárceles y la frialdad de los manicomios, y también en el fordismo de las maquiladoras (sueldos de miseria, horarios inhumanos, despidos por querer organizar un sindicato…).
…..

Cuatro

 Al llegar a este punto busco un artículo en el que se destaque el aprecio que se tiene a esta novela por parte de escritores reconocidos. Hallo un artículo en el periódico virtual ABC.es , bajo el titilar “2666  la novela más influyente de la lengua castellana” leo una especie de encuesta sobre la importancia de esta obra. He aquí el resultado:
…como opina rotundamente el novelista argentino afincado en nuestro país Patricio Pron «ninguna novela de autor español reciente ha ejercido la influencia de obras como Roberto Bolaño». Añade que «sintetiza y pone punto final a varias de las tendencias dominantes en la novela del siglo XX al tiempo que inaugura otras más propias del siguiente siglo» y «sigue generando efectos a diez años de su publicación»…  Andrés Ibáñez: «Bolaño fue el último de los grandes genios, y uno de los misterios más grandes que ha dado el arte de la novela»… El también argentino Rodrigo Fresán hilvana esta relación: «El merecido éxito de Bolaño propone, además, una fuerte radiación que trasciende lo estrictamente estricto y que ya resulta tan positiva y arriesgada (a la hora de reflejar el cómo vivir la literatura) como negativa y riesgosa (la ambición de vivir de la literatura apoyado en cierto perfume legendario y mítico que a Bolaño nunca le interesó) potenciando la figura del escritor por encima de su obra»… Para Isaac Rosa, «no hay ninguna de su ambición en lo que va de siglo», opinión en la que abunda el mexicano Jorge Volpi, en tanto que Andrés Neuman es otra de esas voces nacidas en América pero criadas literariamente a este lado del Charco «2666, una catedral de búsquedas, tramas y lirismo brutal»….Luis García Jambrina («2666 es, una demoledora alegoría de nuestro tiempo») y Sergi Doria («el testamento de un autor enfermo de literatura»). Tampoco Fernando Rodríguez Lafuente, director de ABC Cultural, escapa al hechizo de Bolaño y «2666»: La consagración del horror contemporáneo. La literatura en estado puro». No faltan los devotos de Bolaño en la mismísima Real Academia, donde su secretario, Darío Villanueva, habla de «2666» como una obra de «monumentalidad póstuma» y Carmen Riera subraya lo que la descomunal novela tiene «de innovador en la literatura latinoamericana»… Anna Grau, periodista y escritora que recuerda a Bolaño al hilo de sus tiempos de corresponsal en Nueva York «Allí comprobé que es de los pocos autores hispanos que despiertan un verdadero interés, respeto y hasta perplejidad en el mundo anglosajón»… Manuel Vilas sea quien lanza el último y más osado dardo. «2666 demuestra que un escritor en lengua española puede escribir una novela desde la inteligencia , y no el exotismo y el pintoresquismo».

Cinco
Tras el largo catálogo de elogios regreso con mis opiniones (por ahora parciales).
¿Saben qué? No les creo. Me parece que ninguno casi ninguno de esos autores (más o menos conocidos, pero ninguno que me entusiasme) leyó completa la novela. La obra incurre en más defectos que virtudes. Es más aburridora que agradable. Es un mamotreto tremendo que se puede leer como buen purgante y como buen ejercicio de disciplina.

Seis
Veamos lo que dice Jorge Herralde, inventor y sostenedor del mito de Bolaño…

¿Cómo definir a Roberto Bolaño? Una empresa condenada al fracaso; como máximo hay que proceder por aproximaciones. Por ejemplo, su radicalidad estética, ética y política, tan insobornables, diría, como inevitables, desde aquel joven adolescente en México, con gestos dadaístas, bajo el signo de Rimbaud, un desesperado escribiendo para desesperados, pese a las advertencias del pragmático sentido común.
“Ya en España, desde 1977, según nos cuenta en el prólogo de«Monsieur Pain», malvive gracias a certámenes de provincias. Pese a haber logrado después premios importantes «ninguno ha sido sin embargo tan importante como estos premios desperdigados por la geografía de España, premios búfalo que un piel roja tenía que salir a cazar pues en ello le iba la vida».
“Puso la literatura siempre por encima de todas las cosas, un explorador audaz, un buceador a pulmón libre, un trapecista sin red. En su cuento ‘El retorno’, de «Putas asesinas», el narrador buscaba en las noches de París «aquello que no encontraba en mi trabajo ni en lo que la gente llama vida interior: el calor de una cierta desmesura». En el caso de Bolaño, por el contrario, el trabajo de la escritura y el buscar en la vida interior eran el carburante de la desmesura necesaria.
“Y también, bajo el caparazón de hombre duro (pero no había que rascar mucho) una persona tierna, cálida y muy generosa y tan elegante, un dandy enmascarado, afirmaciones que si Roberto estuviera vivo no me atrevería a hacer, me parecería indecoroso, como quebrantar un pacto implícito. Su muerte, como la de Carmiña Martín Gaite, han sido el mayor dolor de toda mi vida de editor".


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