LA HERMOSA VIDA 4, 5 Y 6

junio 30, 2021


4. LA HERMOSA VIDA
BAJO LA LLUVIA
Al terminar la clase, Ventura insistió, ven, le dijo le dijo a Aisha, te llevo en mi coche apodado Galileo:
—Prefiero arrastrarme kilómetros bajo la lluvia que viajar en un auto —dijo, y echó a caminar cruzando un campo entre vacas y altos pastizales, bajo la lluvia torrencial. A la distancia Ventura pudo ver que se acostó sobre el pasto, bajo el diluvio y comenzó a comer limones sin pelarlos.
A las dos de la tarde llegó airosa a su puerta, con la cabellera estirada rabiosamente, al punto de achinar sus ojos. Parecía una actriz vikinga, una joven diosa del Valhalla. Larga conversación en el umbral. Venía de caminar varias horas por un sendero en las montañas de Briones. Había reflexionado sobre la oferta de vivir en casa del bárbaro Ventura, padre del Doctor Amóribus. Terminó cubierta de barro y jubilosa de haber alcanzado la luz de una decisión:
—Necesito soledad. Tener a un hombre cerca puede tergiversar por completo mi destino. No sé si soportarías escuchar mi violín doce horas diarias o si mi madre aguantaría el golpe de que yo viva en tu. casa sin arrancarse el pelo, los dientes, y suicidarse públicamente. No creo que me divierta jugar a la tragedia griega ni entrar en el desfile de tus gatas en celo.
-¡What!
-Darling, en este pueblo todo se sabe, no sólo el novelón con mi madre, la pobre víctima, sino lo de la indígena pechoplano y la media docena de locas que han visitado tu caverna. Si yo viniera a vivir contigo terminaríamos convertidos en proscritos.
Ni siquiera entró a la casa. La miró desde afuera.
—Ya estoy comenzando a sentir nostalgia de lo que podría haber vivido contigo —dijo—. Es curiosa la vida: vivimos menos de lo que podríamos vivir si tuviéramos más sentido del riesgo. Se me ocurre que en otra vida, en otra dimensión, yo entraré a vivir en esta casa contigo y construiré un destino paralelo, pero por completo ajeno a esta vida en la que no me atrevo a compartir una casa con un orate como tú.
Le dio un beso afectuosísimo y se fue.
"Beethoven, ese aldeano del Danubio", expresión memorable de ¿Goethe? "No es un hombre superior quien se atiene a agradar a los imbéciles y no a su propio genio", dice Miguel Ángel.
Por primera vez en 30 noches se ven las estrellas y la luna.

5. LA HERMOSA VIDA
LAS PARTES ÍNTIMAS

La clase de danza estuvo bien. Ventura protestó su derecho a bañarse inmediatamente después de la clase. Clite dijo que entrara. Todas las niñas estaban desnudas. Fingieron no avergonzarse al verlo.
Clitemnestra había ordenado:
—Bailen a su antojo, pero trazando con sus manos figuras sobre sus partes más íntimas—. Las niñas lo hicieron. Ventura trató de imitarlas, pero en lugar de trazar figuras sobre el sitio correcto, lo hizo sobre el estómago. La maestra de danza se enojó:
—¿Dónde está tu sexo?
—Aquí —respondió Ventura señalando el empíreo. Luego le explicó su teoría de que el sexo del hombre no se halla en la base, sino en el sitio hacia el cual se proyecta cuando le llaman la atención: el cielo.
—Eso son babosadas —dijo llena de artificiosa ira—: tu sexo está aquí —y puso su mano sobre el tímido ladrón de honras.
Clitemnestra hizo que se tendieran sus alumnas y su solitario alumno de espaldas sobre la duela, pidió que abrieran las piernas y les dio masaje. Mientras lo hacía, susurraba y suspiraba, yo lo hago todo, todo por ustedes. Es una estrategia de distracción: masajea a todas las niñas con el objetivo de tener pretexto para manosearme a mí, pensó Ventura.
Tras la clase, Manoela se acercó. Tiene catorce años, catorce limpios años y unos kilitos de más, se nota en ella el despertar de un gusanito que inquieta al amoroso. Su rostro es bello, ligeramente tosco, como el de la Venus de Belvedere.
—Quiero que todos los días me ayudes a hacer abdominales —dijo deslizando sus ojos de náyade en los del frenético, que como de costumbre, se lanzó al despeñadero de las conjeturas. (La verdad, preferiría que fuera Aisha quien me hiciera la solicitud, pero me conformo contigo, criatura).
Después, fue Clitemnestra quien se le acercó:
—He notado que te gustan las niñas.
—Sí, delgadas, hermosas, de piel lozana, graciosas, aunque sean tontas.
—Me parece un gusto muy superficial. La verdadera belleza está en el alma.
—Como bailarina debes saber que el alma es el reflejo del cuerpo. No concibo un alma bella en un cuerpo fofo o escondida tras un rostro desagradable. (Lo que ofende a Clitemnestra —conjeturó Ventura— es que yo no le preste atención a ella, que se concibe a sí misma como una mujer de espíritu elevado e ideales de princesa rusa). Pero, ay, Clitemnestra tiene treinta y dos años y el garbo con que baila no alcanza a opacar una jeta innoble, en la que parecen haberse barajado toscamente todas las razas del mundo.



 6. LA HERMOSA VIDA

SIN CENSURA
—Me encanta hacer el amor, pienso mucho en eso. Todo lo que hago con mi cuerpo y con mi espíritu es una preparación para el amor —dijo la maestra de la academia, Clite.
—Me parece una actitud extraordinaria y muy productiva—respondió Ventura.
—¿Cuándo me acompañas a correr por la montaña?
—No lo sé, tengo que sentarme a escribir.
Aisha miraba la escena sonriente. Fruncía el ceño. No tienes solución, parecía decir. Pero yo no tengo la culpa, quisiera haber dicho Ventura.
—El asunto, Clite querida, es que en este momento no me interesan las almas. Solamente me ocupo de los cuerpos divinos, de la lozanía y la belleza. Tal vez llegue el momento en que, como quería Platón, pueda ir más allá, elevarme de los cuerpos bellos a las almas hermosas. Pero por lo pronto, todo mi afecto e interés se han desviado hacia las disciplinas físicas y estéticas; la moral y la justicia me tienen sin cuidado.
—Se te nota que vienes a la Academia con los más insanos impulsos. Miras a las niñas con ojos de loco amarrado, de delincuente, de violador.
Los catorce años de Manoela están más repletos de promesas que de dones. Su cintura es cada vez más esbelta y su sonrisa se va iluminando gradualmente, a medida que toma confianza.
Luego escribió: "¡Qué poco me conoce Clite! Pobre de mí, más que un engendro de Satanás soy un ser humano sin censura, un habitante del purgatorio, un extraviado, un inocente, que no halla absolutamente nada de vituperable en el éxtasis que me produce mirar a las niñas, con sus pechos apenas coyoleando, en el esplendor de la danza, dedicadas al oficio de domesticar sus aturdimientos de criaturas que sin ser mujeres tampoco son niñas. Los enfermos son los otros: los que bajan los ojos ante el espectáculo sin par de la belleza en plena florescencia."

RELACIONADAS

0 comentarios

Seguidores