Verano de Coetzee
junio 12, 2013
Ofrezco un fragmento de la nota que estoy preparando para Newsweek en español sobre la novela Verano, del Premio Nobel sudafricano, Coetzee
Coetzee en Verano se novela a sí mismo, se usa, se defenestra, se mira desde afuera,
y el resultado es un libro extrañamente sórdido, triste, pero muy interesante.
Coetzee les ahorró el trabajo a sus futuros biógrafos, que en lugar de rebuscar
las partes oscuras de su vida (que ya expuso el propio Coetzee despiadadamente,
a manera de vivisección fría, desapasionada y sin embargo cruel hasta el exceso)
deberán de buscar qué de bueno ocultaba tras esta máscara negra que se puso
sobre el rostro.
Sudáfrica no sale bien parada en esta
novela (“es una tierra fracasada: ni africana ni europea, ni mestiza”: esa es su
opinión según un testigo), tampoco el mundo se salva del juicio oscuro de
Coetzee; ni siquiera el hombre en general o las mujeres en particular merecen
respeto. Sobre las razas tiene pocas ideas amables: añora algunas costumbres
del aparthaid. Conserva algunas ideas
románticas sobre la raza negra: para Coetzee la negra es una raza que guarda
nebulosos rasgos esenciales de lo que podría ser el hombre bueno, el feliz, el musical,
dentro de un mundo que tiende al caos.
Dice uno de los personajes
entrevistados: “Recuerdo haberle preguntado a John qué nuevo proyecto tenía en
marcha… Su respuesta fue vaga: ‘Siempre hay una cosa u otra en qué trabajar –me
dijo-. Si me rindiera a la seducción de no trabajar, ¿qué haría conmigo mismo?
Tendría que pegarme un tiro’”.
Verano es una novela original, honrada hasta el asco, que ha
sorprendido por su aparente sencillez y por la sinceridad que sólo puede
ejercer quien ha alcanzado el derecho de decir lo que quiere y como quiere. En Juventud, una novela anterior, también de
corte autobiográfico, Coetzee escribió: “Los artistas no tienen que ser gente
de moral admirable. Lo único importante es que creen gran arte”. Coetzee está
creando gran arte.
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