El libro de la vida
septiembre 04, 2013Río Tuxpan |
1994. Es obvia y explicable la suposición de que el protagonista de Las
noches de Ventura y, por lo tanto, de El libro de la vida sea un
alter ego de Marco Tulio Aguilera Garramuño. Pero en este caso no se trata del
escritor colombiano residente en México que se dedica a seducir mujeres para escribir sobre ellas, sino de un
escritor quintaesenciado, editado, potenciado. No soy yo, por lo tanto, el
protagonista, sino un yo idealizado, arrastrado por el esplendor y el cieno de
la sinceridad y expuesto como un cadáver a la curiosidad del lector. La novela
no es la historia de mi vida, sino la historia de mis fantasías, de mis
lecturas, de mis tabajos para escribir, publicar y sobrevivir. Es una novela de
formación (habrá quienes digan que es de deformación). Que algunos
escritores son particularmente perversos, es un lugar común. Más acertado sería
decir que los escritores se atreven a decir lo que los demás solamente se
atreven a imaginar. Yo mismo me he definido como un amoroso, aunque otras
personas me califican como ingenuo o como una persona que se ha dejado
manipular por las mujeres.
Los personajes
femeninos son fundamentales en El libro de la Vida (sé que ya desde el
título mi proyecto suena bíblico, de ambición paranoica y lo asumo con
humildad: solamente una persona enfermizamente segura de sí misma se atreve a
ponerse como modelo del protagonista de su propia obra o, en palabras de Blake I
have always found that the angels have the vanity to speak of themselves as the
only wise; this they do with a confident insolence sprouting fron systematic
reasoning [1]). Hay todo tipo de mujeres en Las noches de Ventura, desde
Bárbara Blaskowitz, casada, divorciada, enamoradiza, samaritana, pasando por la
Princesa de Huamantla, una criatura hecha para la esclavitud del amor, e Iris
Moonligth, una Hércules del erotismo femenino. Y entreveradas con ellas,
infinidad de entidades de la imaginación, que los lectores de Sábado han
ido conociendo a lo largo de los años en que he mantenido esta columna en
segunda página: Ranita, Trilce, Svieta Korolenko (la polaca que decía el
cuellito, bésame el cuellito). Algunos personajes que los lectores de Sábado
conocieron (por ejemplo Donna Maradonna, el elefante marino del amor) ya no
aparecen en la novela, pues ésta fue sometida a un severo recorte. De las
seiscientas páginas que tenían los volúmenes I y II de El libro de la Vida,
sólo quedaron en Las Noches de Ventura, trescientas cincuenta.
Me consta que los
fragmentos de la novela publicados en Sábado han sido leídos leído en
muchas partes, no sólo por intelectuales y escritores, sino por lectores
civiles en Campeche, Baja California, Monterrey y hasta en bibliotecas
universitarias en Estados Unidos. Algunas personas me han dicho que la lectura
de mis textos los hace sentir como amigos míos, como parientes o cómplices. Un
hombre me llevó a la Sala Manuel M. Ponce una rosa viva y me dijo, antes de
huir, que yo escribía lo que él soñaba. Una mujer, en la presentación de Los
grandes y los pequeños amores, quiso arrastrarme al baño, suponiendo que si
yo escribía escenas semejantes, estaba en toda la disposición de cumplirlas en
la realidad. La verdad es que lo que yo he escrito en estas páginas corresponde
a una época ya lejana de mi vida (de 1980 a 1985) y en el instante en que
escribo estas líneas mi vida y mi actitud son otras. Ya no concibo el amor como
una aventura sino como una Ventura. Ya no como una búsqueda sino como un
encuentro. Quienes conocen mi vida actual saben a qué me refiero. Ya no tengo
tiempo de perseguir mujeres ni de dejar que me persigan. El tiempo apenas me
alcanza para ayudar a levantar mi familia, tener a tiempo y bien La Ciencia
y el Hombre, revista que edito para la Universidad Veracruzana y escribir
de vez en cuando.
El tercer y cuarto
volumen de El Libro de la Vida, que aparecerá bajo el título de La
insaciabilidad, El libro de la vida II, ya está listo, pero esperaré algún
tiempo antes de promover su publicación. Hay que dar espacio a ver qué pasa con el primer
volumen. Pronto emprenderé la corrección de La pequeña maestra de violín, El
libro de la vida III, que los lectores de Sábado leyeron
fragmentariamente. Mientras llega la hora de corregirlo, me estoy preparando.
Acabo de leer dos biografías de Pagannini: Nicolo Pagannini and the history
of the violin, de F.J. Fetis, quien fuera amigo personal del mayor
violinista que ha existido, y Nicolo Pagannini: his life and work, de
Stephen Stratton, que es un plagio descarado del primero.
0 comentarios